martes, 26 de mayo de 2015

Serie TV: True Detective de Cary Fukunaga (2014) - Temporada 1/03

Episodio 3: 
The locked room

La pista del repentino fervor religioso de Dora les lleva hasta una iglesia ambulante regentada por un clérigo protestante. El predicador es un exalcohólico que vende esperanza e ilusión pero sin ningún fundamento. Los fieles, de bajo nivel intelectual, viven una religiosidad emocional, un espectáculo de puro pensamiento mágico. Desde su punto de vista que podría llamar nihilista pesimista, Cohle observa como el predicador absorbe los temores de los fieles y pone de manifiesto la pobreza, la obesidad y una cierta tendencia de sus seguidores a creer en cuentos de hadas.

Hart nuevamente es el contrapunto de hombre normal para Cohle. No juzga a sus semejantes por su obesidad o por su pobreza, pero todavía no sabemos si es por humanidad o simple indiferencia. Para el desarrollo de la investigación recogen en esta iglesia nuevas pistas.

Además en este capítulo, se profundiza en la descripción del carácter de Hart. Aparentemente más estable y tranquilo que Cohle, pero con una gran frustración y rabia interior. También tiene más protagonismo Maggie, la mujer de Hart. Un personaje muy necesario para la catarsis entre los dos protagonistas pero que a mí no me resulta especialmente atractivo. Está descrito desde un tradicional punto de vista masculino, como la sufriente-esposa-perfecta-a-punto-de-estallar-y-que-sólo-quiere-comunicación-emocional. Es guapa y tiene un tipazo que cualquiera querría disfrutar; mantiene también una relación conflictiva con su madre. Creo que trabaja, pero no estoy muy segura y por lo demás siempre está esperando en casa a que Hart llegue (de trabajar o de haber estado de putas), monísima, poniendo morritos y con ganas de comunicación. Además está empezando a sintonizar con Cohle y Hart lo nota; se anuncia el conflicto.

Por supuesto, una de esas noches, hablan y acaban follando apasionadamente. En la conversación surge lo habitual, el desgaste de la convivencia, la falta de sexo en el matrimonio, la crisis de los 40, no tener tiempo para ellos mismos. Lo habitual. En realidad, Hart es un hombre perdido. Necesita obedecer normas para poder vivir en paz; necesita una familia, pero no necesita verla muy a menudo; necesita tener amantes para sacudirse la frustración antes de volver a casa, a jugar a ser el papá perfecto. Siente mucha responsabilidad por su paternidad y se presenta como un padre cariñoso para sus hijas, pero en cierta manera esa relación está bloqueada; posiblemente porque las niñas estén creciendo y no sepa cómo relacionarse con ellas.

Rust Cohle, al contrario de Hart, acepta ser malo; acepta la maldad en el mundo y aprovecha sus noches de insomnio para repasar casos antiguos. Allí encuentra un caso parecido que hace unos años pasó desapercibido y nuevas pistas: la escuela Light of Way y otro nombre, un tal Ledoux. Detenido varias veces por asuntos de drogas y asalto sexual.


En el interrogatorio que se desarrolla años después del asesinato de Dora Lange, Cohle recuerda como él mismo miraba y remiraba las fotos de las mujeres muertas. Llegó a creer que en el último segundo de su vida y después de todo el sufrimiento de la agresión o la violación, esas mujeres aceptaban felizmente la muerte porque habían entendido que su existencia había sido un mero sueño inútil; siempre el mismo sueño repetido. El sueño de creer que alguna vez habían existido y que habían sido personas. Un sueño que se produce dentro de la habitación cerrada que es nuestra consciencia. Las mujeres, y Cohle también, comprendían que al final del sueño, siempre nos está esperando un monstruo. 



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