El autor.- Carlos Castán, cincuentañero, profesor de
filosofía en un instituto de Huesca y escritor muy apreciado por sus cuentos.
Premio Vargas Llosa NH de relatos en 2010. Sus libros de cuentos son: Frío de vivir, Museo de la soledad o Sólo de
lo perdido.
Sinopsis.- Jacobo ha sido asesinado, pero no importa. En
esta novela lo importante es el enfrentamiento de un personaje consigo mismo;
asomarse al abismo. Jacobo y el narrador son dos personajes solitarios.
Comparten conversaciones y el amor por la literatura hasta que el miedo de
Jacobo se instala entre ellos.
Mi opinión.-
La mala luz es
literatura de angustia existencial. Profunda y desgarrada. Carlos Castán es un
escritor muy apreciado como cuentista y esta es su primera novela. Es una
literatura muy detallada, a veces farragosa y que sirve para llegar a la
intimidad sofocada bajo lo superfluo.
Lo verdaderamente terrible
son los años perdidos por venir. No se puede decir de manera más angustiosa
que, casi la mayor parte de nuestro tiempo vital es mera repetición de
estupideces que ni nos llevan a ningún sitio ni le sirven al resto de la
humanidad para aprender y hacerse más sabio. Antes de que lleguen esos momentos
futuros, ya sabemos que los hemos vivido y mucho más terrible, ya sabemos que
nos van a aburrir mortalmente, por repetitivos.
Es un homenaje a la literatura fatal y suicida de Celan. Kavafis
o Marguerite Duras también circulan por allí y Cesare Pavese y la literatura
existencialista de mediados del siglo XX. Es un homenaje también a los libros
que nos hacen ser como somos y que quedan como hitos en nuestra biografía,
compañeros ya inseparables. París, Madrid y Zaragoza son sus escenarios
aparentes, porque el verdadero escenario es él y su vida angustiosa y vacía. Desde su fotografía de niño en
una plaza con palomas cerca de una iglesia, hasta su desesperanza actual de
hombre fugitivo y solo.
El único momento en que la novela pierde intensidad es en la
historia romántica con mujer fatal. Un asunto un poco manido. Y es que ningún
hombre puede perderse si no quiere y, para perderse, le vale tanto una mujer fatal como una
monja ursulina. No me interesa tampoco el asesinato que, a mi juicio, el autor
utiliza únicamente para ponernos en guardia y sentir el acecho, no de los
asesinos, sino del tiempo que pasa inexorablemente. Porque el misterio no es
quien ha asesinado a Jacobo, sino arrastrar a veces una vida, aburrida o feliz lo mismo da.
Estoy en la casilla de
las tibias y la calavera, no recuerdo cuántos turnos me toca permanecer sin
jugar. Parece que tenemos control sobre nuestra vida, pero ¿es eso cierto?
Yo llevo unos cuatros años sin trabajar porque hay gente que decide que no
sirvo o que el mercado no requiere de mis servicios o que no tengo las
competencias adecuadas o la edad adecuada. Igual esa gente, que está tan lejos de mí y que no me conoce,
decide sobre mi vida más que yo.
No es fácil de leer pero por la
profundidad de sus frases, excelentemente construidas, merece la pena el esfuerzo, sobre todo cuando se siente amor por la literatura.
La mala luz
Editorial Destino
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