jueves, 13 de agosto de 2015

Cine: Diplomatie de Volker Schlöndorff (2014)

Diplomacia es la adaptación al cine de una obra de teatro del mismo título y está interpretada, en ambos casos, por los mismos magníficos actores, Niels Arestrup y André Dussollier. Encarnan a dos personajes históricos, von Choltitz, gobernador militar alemán de París durante la ocupación nazi y el cónsul sueco Raoul Nordling. A finales de agosto de 1944, Choltitz recibió la orden de Hitler de destruir París antes de que fuera liberada. Nordling intentará convencerle de que no la cumpla. 

Mucho resentimiento y amargura debió acumular Hitler durante toda su vida. Incluso cuando ya todo estaba perdido todavía quería matar más y dio órdenes estrictas para que se incendiase la ciudad. No sé qué psiquiatra podría dar un perfil de su incalificable actitud.

La película a veces se resiente de una puesta en escena excesivamente teatral y académica. Los dos personajes quedan enmarcados en un estatismo que conviene a la intensidad del momento pero que lastra un poco el ritmo de la película.

Incendiar la ciudad, es la última orden que recibe Choltitz y como buen militar está dispuesto a cumplirla sin cuestionarla aunque no le guste. Tal y como tampoco le había gustado enviar judíos a los campos de exterminio, pero órdenes son órdenes. Para disculparse primero se escuda en la obediencia debida, pero después confiesa que si no destruye París su familia será detenida y asesinada por el régimen, según la ley Sippenhaft. No sabemos cuál de las dos posturas creer porque el personaje es bastante ambiguo y Niels Arestrup lo interpreta con una gran contención.


Esta sobriedad de Choltitz contrasta con el humanismo, la ironía y el sentido del humor del cónsul sueco. Aprovecha sus conocimientos sobre París y su historia para colarse, por un pasadizo secreto que utilizaba creo que Napoleón III para encontrarse con su amante, en el despacho de Choltitz. No deja de ser un detalle genuinamente parisino, éste de utilizar un pasadizo creado para los amantes clandestinos. Y todo eso quería arrasarlo, ese mequetrefe de Hitler que movería a la risa sino fuese por el potencial de destrucción que acumulaba en su andrajoso cuerpo.


Nordling intenta convencerle por todos los medios, dándole argumentos de todo tipo para que no cumpla las órdenes. Un debate dialéctico hasta el amanecer. Sabemos desde el primer momento que la orden no se cumplió, pero eso no es obstáculo para vivir la incertidumbre y la lucha entre los argumentos de ambos personajes, en ese momento situados al mismo nivel, sin jerarquías. Recrean un juego de persecución, gato y ratón, y siempre Nordling lleva cierta ventaja, controla alguna información que el alemán no conoce; pícaramente va dejando miguitas para que Choltitz termine comiendo en su mano.

Choltitz, al final no cumplió la orden, como sabemos. Terminó encarcelado en una prisión inglesa para militares de alta graduación. Pero, paradójicamente, París supo reconocerle que no la hubiese quemado aunque la Resistencia Francesa minimizase su papel en esa situación. 


Director: Volker Schlöndorff 
Guion: Volker Schlöndorff (Obra teatral de Cyril Gély)
Fotografía: Michel Amathieu
Música: Jörg Lember

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