Aristófanes nació en Atenas, hacia el año 445 a.C. Escribió
alrededor de 50 comedias de las que sólo se conservan 11 y La asamblea de las mujeres es una de las más famosas. Fue escrita
en el año 392 a.C.
Teniendo en cuenta que es una comedia, el autor apuesta por
la ironía en un momento de grave crisis para Atenas. La Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta había terminado hacía poco
tiempo, suponiendo profundos cambios políticos: la democracia ateniense había sido
derrotada y aunque fue restaurada posteriormente, fueron momentos de gran
convulsión. Una frase suena varias veces como letanía durante la obra: ya que todo se ha
perdido por lo menos “… que nos dejen las ruinas”. En ese contexto, ya que los
hombres lo estaban haciendo tan mal, Aristófanes ofrece la posibilidad revolucionaria
de que las mujeres tomen el gobierno y que propongan soluciones nuevas a
problemas viejos; una de las primeras medidas que toman las mujeres, será colectivizar los bienes,
manteniendo como objetivo prioritario la igualdad y el bien común. El estado será
el encargado de facilitar el bienestar de sus ciudadanos, ya que no es de
justicia que unos vivan en la opulencia y otros en la pobreza. Se compartirían
no sólo los bienes, los cuerpos también. Ironía o utopía, no olvidamos que se trata de una
comedia y así, la colectivización supone que cualquier hombre podrá estar con cualquier mujer siempre y
cuando, haya estado antes con la más vieja y fea.
Pero, y aquí está la trampa, para alcanzar el poder, las
mujeres no pueden presentarse como ellas mismas sino que tienen que disfrazarse
de hombres y al hacerlo incurrirán en los mismos vicios, corruptelas e
imprudencias que ellos. Y aquí es dónde el autor se delata y se burla totalmente
de las mujeres que terminan reproduciendo estereotipos machistas. No iba
desencaminado Aristófanes. Las feministas actuales pensamos que, para luchar y
conseguir la plena igualdad, los hombres no son enemigos de las mujeres y que,
llegado el caso, las mujeres que nos hemos formado con una educación y en un
ambiente claramente patriarcales, haríamos lo mismo que ellos. La existencia de
políticas como Margaret Thatcher o Angela Merkel refrenda esta opinión.
Así pues, el enemigo a desmantelar, para bien de hombres y
mujeres, será el patriarcado o más técnicamente lo que se llama el sistema
sexo-género; el cual asigna rígidamente (cada vez menos) funciones claramente
delimitadas a hombres y mujeres (y además las asignadas a las mujeres
supeditadas a las asignadas a los hombres) por su sexo de nacimiento (y
teniendo en cuenta también otras dimensiones sociales: clase, educación, etnia,
etc), pero sin tomar en consideración la libertad del individuo para elegir su propio camino. El niño tiene que ser azul, agresivo,
dominante y resolutivo; la niña tiene que ser rosa, dócil, sometida y
dependiente.
Respecto al montaje que se ha podido ver en Mérida este año,
tengo que decir que me ha resultado entretenido; aunque al final empieza a ser
excesivamente esperpéntico. La parte final con la charanga no me gustó nada.
Lolita interpreta a Praxágora, la líder de la rebelión de las mujeres. Me
pareció un poco nerviosa pero con la suficiente serenidad para salir de algunos
balbuceos incómodos y tener también momentos brillantes, (“…si
me apoyáis irse”). Y me gustaron mucho también, Pedro Mari Sánchez
(interpretando a Blípero, el marido de Praxágora), María Galiana (muy aplaudida
como Althea, la vulva de Atenas) y sobre todo Concha Delgado que interpreta a
Lavinia.
Algunas referencias a la corrupción (actual), a la economía
(actual) y a la política (actual) hacen la comedia más amena y el público lo
agradece; y ofrece también una cierta reflexión, pero creo que podría haberse
profundizado más por ahí que por la vertiente más histriónica de la
representación. Además, a pesar del número final de chirigota gaditana, nos
quedamos con la visión pesimista de que unos y otras actuamos siempre igual y
de que aunque pasen y pasen los siglos los problemas de fondo ahí se quedan
como anclas que no nos dejan avanzar. Así como si nada tuviera solución.
Y del Teatro de Mérida no se puede decir nada más: una joya,
una maravilla, una suerte y la magia de que haya llegado hasta el siglo XXI y
lo que le queda.
Intérpretes: Lolita, María Galiana, Pastora Vega, Pedro Mari Sánchez, Concha Delgado.
Versión: Bernardo Sánchez
Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo
Diseño de escenografía: Ana Garay
Diseño de vestuario: Ana Garay y Rafael Garrigós
Diseño de peluquería y maquillaje: Lolita
Música original: Javier Ruibal
Dirección: Juan Echanove
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