Se reprochaba a Sorolla que fuese un pintor demasiado
amable. Demasiado preocupado por lo bonito, la luz, el optimismo y la frescura
del bien vivir. Estuvo muy bien relacionado con la burguesía española de
finales del siglo XIX y principios del XX que parecían vivir en una eterna
primavera y en un verano sin fin. Siempre tuvo éxito con esta clase social, con
la nacional y también con la internacional, y no fue el prototipo de artista
bohemio y maldito que vive en una buhardilla ruinosa. Es posible que las
críticas surjan de ahí.
Esto es lo que se muestra en esta Exposición. La vía
cotidiana, los bailes y las fiestas de una burguesía fina y delicada; además,
la exposición está centrada en su indumentaria, principalmente en la
indumentaria de las mujeres. Finas sedas, visones, lentejuelas, tafetanes;
vestidos de fiesta, de diario, de veraneo. Porque es, entonces, cuando surge la
posibilidad de veranear. Para unos pocos, evidentemente. Pero ir a la playa a
tomar baños de sol y de luz (no de agua) requiere una indumentaria fresca,
elegante e incluso exquisita. Linos, algodones, sombrillas y pamelas se imponen
para disfrutar, bajo los toldos, de la luz, el olor y el sabor del mar.
Mediterráneo o Cantábrico, dependiendo de la temporada, cualquiera de los dos era,
para Sorolla, sinónimo de pura luz.
Vemos vestidos y retratos de su familia, de su mujer y sus
hijas (sólo hay uno de su hijo) y también de sus clientas, incluida la familia
real. La reina María Cristina, su hijo Alfonso y más adelante su nuera Victoria
Eugenia.
Detalle del uniforme de gala de Teniente de húsares de Pavía |
También se puede ver la evolución de la moda de la época. Dependiendo
del gusto masculino, la ropa de las mujeres remarcaba el busto, la cintura o la
cadera. Poco a poco, se van dejando atrás los corsés de cinturita de avispa y,
ya en 1920, existían vestidos del tipo Delfos, diseñado por Mariano Fortuny y
Madrazo, hijo del pintor impresionista del mismo nombre. Vestidos de este tipo
liberaban a las mujeres burguesas y no sería extraño verlos hoy en una pasarela
porque mantienen toda su vigencia.
Vestido Delfos y retrato de Elena Sorolla con el mismo vestido en amarillo |
Hay también algunos dibujos y cartas. En las cartas que
Sorolla enviaba a su familia dibujaba los vestidos y complementos que veían en
París, para que su mujer y sus hijas pudieran elegir modelo. Se encargaba
entonces de comprar las telas allí e incluso, pedía que le enviasen las medidas
para que los trajes se confeccionaran allí. Su mujer Clotilde se quejaba de que
debido a alguna mala intepretación, a veces, cuando los vestidos llegaban a
Madrid había que rehacerlos por completo; con el coste de tiempo y dinero que
eso conllevaba.
No falta tampoco en la exposición un vestido regional de
valenciana que perteneció a María, una de sus hijas y el correspondiente
retrato de la chica con su hermano en alguna fiesta local. No hay que olvidar
que, a finales del siglo XIX, había resurgido todo lo que tuviera que ver con
el pueblo y sus costumbres, el folclore y la vida campestre. Hoy diríamos todo
lo étnico. En La grupa, 1906, podemos
ver los reflejos del sol en la seda del vestido y la pincelada suelta en las
ramas de los árboles.
Vestido de María Sorolla y detalle de La grupa |
Han cedido vestidos diferentes museos nacionales y
extranjeros y, por lo que respecta a los vestidos de la familia Sorolla también
el Museo Sorolla ha hecho su aportación. El Museo Sorolla de Madrid ocupa la
antigua vivienda de los Sorolla. Allí tenía el pintor instalado su atelier y
todavía se conserva tal y como él lo dejó. Es muy interesante y allí se
desarrolla la segunda parte de esta exposición que yo no pude ver por falta de
tiempo. Es una excusa perfecta para volver a ver este pequeño museo la próxima
vez que vaya a Madrid.
Vestido de verano y sombrilla |
Sin embargo, para que la exposición hubiese sido más
completa yo hubiese añadido la ropa interior de las mujeres que llevaban esos
trajes. Una muestra de los complicados corsés y enaguas que daban volumen y
vida a esos vestidos, al mismo tiempo que martirizaban a sus dueñas, hubiera
sido muy oportuna.
La señorita Barrios y su gato |
Como curiosidad, se expone un vestido de seda de Jeanne
Lanvin, en la sección El veraneo elegante.
Esta diseñadora de moda francesa creó la casa del mismo nombre y que todavía
sigue en funcionamiento. También puede verse en la exposición un vestido de
niña, que acompaña al retrato de La
señorita Barrios con su gato. Hay piezas de mobiliario interesantes,
pertenecientes a la familia Sorolla y también un costurero que, visto de lejos,
me pareció un enorme joyero. Así de lujoso es.
Costurero de Clotilde |
Para finalizar, este es mi vestido favorito. Es de tafetán de seda, bambula de seda y pasta vítrea y pertenece a la colección permanente del Museo del traje de Madrid. Fue diseñado por Julia Virac, entre 1910 y 1915. La combinación de colores rosa y gris me parece perfecta y el corte estilo imperio siempre es muy favorecedor. Julia Virac destacó como modista en la época y fue también proveedora de la Casa Real. El retrato que le acompaña es de Mrs Ira Nelson Morris y sus hijos y mejor no sacar un primer plano de ellos porque los niños no han salido muy favorecidos.
Vestido de baile de Julia Virac y detalles |
Todos esos colores blancos, rosas, beiges y grises
constituían el mundo de día de esta burguesía; pero el negro también tiene su
lugar en la exposición, casi como el color nacional español. Respecto a los
cuadros, mis preferidos en esta exposición el retrato de Miss Mary Lilian Duke y el de María
Luisa Martínez de Tejada, con el detalle de incluir una mano de Fátima y
otros amuletos que la modelo sostiene. Hasta el 27 de mayo en el Museo
Thyssen-Bornemisza y en el Museo Sorolla. Aunque Sorolla es el pintor del blanco, este vestido negro no podía faltar.
Miss Mary Lillian Duke |
Retrato de María Luisa Martínez de Tejada y detalles de vestido |
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