Este año sin haberlo previsto estoy yendo más a conciertos
que al teatro. No sé qué pasa. Cuando voy a comprar entradas para el teatro ya
se han agotado las que me gustan. No me quejo, pero me parece extraño. Para este primer concierto elegí el programa interpretado por la Orquesta Sinfónica del Conservartorio Superior de Música de Aragón.
No conozco la primera pieza que se interpretó en este
concierto ni tampoco al compositor. Tampoco he podido encontrarla en internet.
Es de Óscar Esplá y se titula Aragonesa.
Esta pieza pertenece a los cuadernos titulados Impresiones musicales sobre cadencias populares y fue interpretada
por Nacho del Rio, tenor y cantador de jotas.
Nacho del Río |
La segunda fue el Concierto
para dos pianos en Re m. FP 61 de Francis Poulenc. De él se dice en el
programa que trató de rebelarse frente a la solemnidad de la música alemana y
también contra la excesiva delicuescencia de la música francesa. Estuvo muy influenciado
también por el exotismo del art nègre,
mucho más desenfadado y canalla. Perteneció al grupo de Les six, en el que destacó también Jean Cocteau. Compuso este
concierto en los años 1930, cuando ya había dejado un poco de lado los devaneos
de su primera juventud y estaba más asentado como compositor. Aun así, sigue
siendo una pieza divertida a veces, incluso, un poco caótica.
La obra más conocida de Bizet es la ópera Carmen (iré a verla el próximo 11 de
marzo). En este concierto tuvimos como aperitivo la Suite nº1, Op. 25 L’Arlésienne. Se compuso como música incidental
para la obra de teatro de Alphonse Daudet del mismo título y no fue muy bien
recibida. Por eso, Bizet decidió transformarla en suite.
Para terminar, la pieza que estaba esperando. El Bolero de Ravel. Siempre que programan
esta pieza procuro asistir al concierto. Ravel nació en el sur de Francia y su
madre era española, aunque él se crió como un verdadero parisino. En varias de
sus obras, no obstante, se puede encontrar esta influencia, e incluso,
fascinación por el exotismo español.
Ida Rubinstein |
Los críticos y los entendidos no consideran al Bolero como la obra más importante de
Ravel, pero sí es la más popular. La compuso para la bailarina Ida Rubinstein
que había creado su propia compañía una vez que dejó los Ballets Rusos de
Diaghilev. El Bolero se estrenó en la
Ópera Garnier en 1928. Y Ravel nunca ocultó el carácter sensual del mismo;
frases repetidas obsesivamente, incrementando la intensidad y la sonoridad.
Comienza la pieza con caja redoblante, interpretando sola y suavemente una
música sencilla que, poco a poco irá incorporando a toda la orquesta; un contumaz
ostinato. Todo ello durante
aproximadamente 20 minutos para terminar apoteósicamente. En realidad es un
orgasmo en pentagrama.
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