Recientemente he visto tres exposiciones de fotografía en
Zaragoza que pueden relacionarse, dos a una. Dos de ellas pertenecen al
Certamen PhotoEspaña ’19 y la otra está patrocinada por DKV; dos de ellas
tienen como protagonista a la guerra y su brutalidad, la otra la identidad
humana. Las tres, muy interesantes.
En la Lonja hasta el 8 de septiembre, puede contemplarse Creadores de conciencia. 40 fotógrafos
comprometidos. Está dedicada al trabajo de los fotorreporteros en zonas de
peligro. Como dice Chema Conesa, el comisario de la exposición, está dedicada a
añadir luz a la oscuridad y dar voz a los
que no la tienen.
Son fotógrafos, especialmente, comprometidos con la
veracidad. Hábiles y rápidos en captar en fracciones de segundo el instante decisivo. Se les acusa de
explotar la pornomiseria y, en cierto
sentido, puede que sea así; pero yo creo que presentar otras verdades a los
ciudadanos acomodados de las sociedades occidentales es una obligación. La sensación
con la que me quedo, no obstante, es que esta exposición ya le he visto. Y no
es porque me parezca aburrida o repetitiva, sin más. Es que parece que en el
mundo las cosas no cambian nunca y que las zonas calientes siguen siendo zonas
calientes o, más aún, están a punto de abrasarse.
Son fotos que encuentran la belleza sin artificios,
brutalmente. Maquillar la dureza sí que sería un ejercicio de hipocresía. A
nosotros nos corresponde elegir si queremos mirar o no; y, después de mirar, si
queremos o podemos implicarnos de alguna manera en ese dilema existencial.
La primera exposición del Centro de Historias está
relacionada con la anterior. La Guerra Civil, como protagonista no querida, sigue
sobrevolando la vida de los retratados. Los
últimos. Retratos y testimonios de la Guerra Civil. 2015-2017 puede verse
hasta el 15 de septiembre. El abuelo
del fotógrafo Luis Areñas murió en 1937, en la Ermita de Bonastre. Se ha incluido en la
exposición una reproducción de la carta en que así se le comunica a la familia.
Luis Areñas nació en Francia de padres españoles y hubiese
querido conocer a su abuelo. Como no pudo ser ha tratado de rendirle homenaje a
través de los retratos y las entrevistas que ha mantenido con Los últimos, combatientes que todavía
vivían en los años 2015 a 2017. Entre esos años el fotógrafo, como un fotorreportero más, recorrió pueblos españoles buscándoles e incluyó también el
testimonio de mujeres que, si bien no habían luchado en el frente, sí que
habían sufrido las consecuencias del horror.
Son ancianos que vivieron y lucharon la guerra cuando eran
niños; la que llamaron la Quinta del
biberón (mis tíos estuvieron entre ellos). Y, a pesar de los años pasados,
todavía sienten la misma desesperanza. Las fotografías se han tomado sobre un
fondo blanco. En primer plano, el rostro del anciano que recuerda, siente y se
emociona y que, quizá, todavía no entiende qué pasó.
Desde mi punto de vista, es un acierto que no se mencionen
los bandos y que el protagonismo lo tengan ese puñado de ancianos, aunque por
su testimonio (la exposición se complementa con un vídeo y en la página web del
Centro de Historias también se pueden escuchar los audios) pueda intuirse a cuál
de ellos pertenecían. Queda así reflejada la pura esencia del ser humano arrastrado
a matar para sobrevivir en una situación brutal. Todavía lloran, todavía
acusan, todavía no pueden hablar. Algunos todavía disparan.
En el Centro de Historias se puede visitar, también hasta
el 15 de septiembre, otra exposición completamente diferente. La fotógrafa Hou-I-Ting.Tejiendo identidades me ha resultado muy interesante.
Combina la toma fotográfica (mayoritariamente utilizada por los hombres) con el bordado (mayoritariamente utilizado por las mujeres) y también las videoinstalaciones y
reflexiona sobre la identidad de su país, sometido a un proceso de colonización y, especialmente, de la identidad de las mujeres, extranjeras en sus propios países.
Entre 1895 y 1945, Taiwan fue una colonia del Imperio de
Japón, que posibilitó la expansión de éste hacia el sur. Y como en cualquier
ejercicio de colonialismo se produjeron mejoras económicas que revirtieron en
una privilegiada clase social, excluyendo a la mayoría de taiwaneses, y también
se produjeron perjuicios como la represión militar de los independentistas.
En las fotografías de Hou-I-Ting se encuentra todavía esa
tensión. La exposición está dividida en tres partes. En la primera los
protagonistas son los autorretratos bordados. En las imágenes tomadas se
incluyen notas características, en forma de bordados, relativas a las culturas
colonizadoras: por ejemplo, detalles de las culturas del sur de China o de la
cultura japonesa, pero también las influencias occidentales, el cabello de la Venus de Boticcelli o el armiño de la Dama del armiño de Leonardo da Vinci.
En la segunda serie, Embroiderers
of the past, el bordado (en colaboración con otras mujeres) se produce sobre
fotografías tomadas durante la etapa colonial japonesa. Parecen fotografías
sacadas en los campamentos españoles para jóvenes de la Sección Femenina. Se pone de relieve la importancia de la educación
y el deporte en los procesos de colonización, en este caso, destinados a
mujeres y niñas. Las niñas aprendían la cultura japonesa mientras realizaban
actividades lúdicas. Añadir color a estas fotografías es, para la autora, una
rebelión frente al poder autoritario.
En White uniform, las mujeres siguen siendo las protagonistas. Durante el periodo colonial japonés se distribuían unas cajas individuales de comida, principalmente arroz, llamadas bento. Hou-I-Ting ha pedido a las trabajadoras que preparan estas cajas que reproduzcan los dibujos de las cajas comercializadas hace 70 años. Así cortan las siluetas y las reproducen con pedacitos de algas encima de una capa de arroz. Después la autora toma las fotografías. Se vincula, de esta manera, la memoria de un tiempo pasado con la eficacia de las trabajadoras del siglo XXI.
Para terminar y para que todo no sea guerra, destrucción o
colonización, hay una última exposición en el Centro de Historias muy
interesante, hasta el 1 de septiembre. Estuvieron aquí. Por si no lo sabías trata de hacer una reseña de
personajes famosos que pasaron por Zaragoza. Están los Duques de Windsor,
Virginia Woolf, Dalí, José Martí y muchos más. Quién nos iba a decir que Uma
Thurman y Unamuno tendrían algo en común. Pues sí. A ninguno de los dos les
gustó Zaragoza. Ellos se lo pierden. Como dijo Dalí: Zaragoza es sólida, piramidal, eterna.
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