¿Por qué castigar una traición cuando al ofendido no le
importa su honor ni mucho menos el amor herido? Pues la respuesta a esta
pregunta podría estar relacionada con el riesgo a perder poder político. Dice Helena Pimenta que esta tragedia, una obra maestra universal, oculta una
reflexión sobre el poder, sobre el miedo del poder. No es el miedo que provoca
el poder y más su ejercicio arbitrario, sino el miedo que el poder tiene a ser
débil y ser sustituido.
Lope de Vega había llevado una vida muy intensa: viajes por
toda la península al servicio de algunos nobles; amores, matrimonios y amantes;
varios hijos de distintas madres; en 1614 profesó como sacerdote y, aun así,
continuó con sus amoríos constantes. Es un hombre contradictorio y apasionado
cuya vida puede reflejar las grandezas y miserias del Barroco. Escribió muchas
comedias y publicó el Arte nuevo de hacer
comedias, donde consagra su teoría teatral y contribuye a la consolidación
del teatro como arte pero también a su mercantilización. Los autores, en
definitiva, debían acomodarse a lo que quería su representante y esto no era
otra cosa que vender una obra y hacer dinero con ella teniendo en cuenta el gusto
del público. Como hoy.
El duque |
Escribió El castigo sin venganza en 1631 cuando tenía ya 69 años y otros dramaturgos más jóvenes empezaban a superarle en éxitos, fama y dinero. En aquella época las obras se representaban una sola vez, pero si tenían éxito los autores se decidían a publicarlas para ser leídas. Eso hizo Lope con esta obra y todavía se conserva el manuscrito autógrafo en una biblioteca de Boston.
Los enamorados |
Lope la define como tragedia
al estilo español donde el destino de los personajes está dominado por la
pasión amorosa entre dos jóvenes y el honor vulnerado de un anciano, padre de
uno y marido de la otra, y por la exigencia de lavar estas ofensas con sangre, más
por demostrar poder que por la ofensa en sí. El duque no ama a Casandra, su
esposa. Ha contraído matrimonio con ella para conseguir un heredero legítimo para
su ducado. El adulterio, y mucho más éste con connotaciones de incesto, es
grave pero, sin duda, sería más grave e, incluso, tendría repercusiones
políticas para el marido engañado demostrar debilidad, puesto que no se le
consideraría apto para gobernar su propio ducado.
La pasión destructora |
De alguna manera, el duque está obligado a castigar a los
amantes a pesar del dolor que le causa castigar a su propio hijo bastardo (más
que castigar a su propia mujer); es decir que no los castigará por venganza, ni
por amor traicionado, ni por rabia sino para que el orden político no se vea
alterado. Y además, en este castigo el duque será también una víctima puesto
que perderá a su único hijo y a la mujer que debería haberle dado un heredero,
abocando a la ruina a su ducado. Es duro, pero fue así.
Pero además todo el texto está atravesado por la incubación de
una pasión amorosa tratada como si fuese una enfermedad. Algo que consume el
alma y el cuerpo y que resulta ingobernable para el ser humano. Las pasiones
desatadas generan conflicto, cambio y desorden y el intento de controlarlas no
trae la paz; todo ello supone lo que ningún gobernante poderoso quiere tener
cerca.
Resulta conmovedor oír al conde, el hijo bastardo interpretado por Rafa Castejón,
confesar el amor por su madrastra y verse abocado a la destrucción absoluta. A juicio
de Álvaro Tato, quien ha adaptado la obra, El
castigo es el canto de cisne de Lope, es donde despliega su maestría en el
manejo de estrofas y rimas para demostrarles a los jóvenes que vienen pisándole
los talones y moviéndole la silla que todavía está allí, en lo más alto de la
creación literaria. Y así expresa la desesperación del enamorado de su
madrastra y traidor a su padre,
La intensidad del texto se ve resaltada por la escenografía,
por el vestuario y sobre todo por la gran gasa negra que recubre el fondo del
escenario y que, iluminada convenientemente, tapa y descubre las ideas y
venidas de los personajes y también por el gran espejo, fiel reflejo de la
imagen de la traición. Parece una inmensa tela de araña que apresa los
sentimientos y deseos humanos más ocultos. No se puede negar que Lope vivió toda su vida en la
contradicción y este texto es buena muestra de ello.
“… Tú me engañas, yo me abraso;
tú me incitas, yo me pierdo;
tú me animas, yo me espanto;
tú me esfuerzas, yo me turbo;
tú me libras, yo me enlazo;
tú me llevas, yo me quedo;
tú me enseñas, yo me atajo…”
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Escenografía: Mónica Teijeiro
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Vestuario: Gabriela Salaverri
Música: Ignacio García
Coreografía: Nuria Castejón
Intérpretes: Joaquín Notario, Rafa Castejón, Beatriz Argüello, Alejandro Pau, Fernando Trujillo, Lola Baldrich, Nuria Gallardo, Carlos Chamarro, Javier Collado, Anna Maruñy, Íñigo Álvarez de Lara.
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