El autor.-
András Forgách es un reconocido escritor y artista plástico
húngaro. Perteneció a los movimientos contraculturales que se oponían al
régimen comunista de las décadas 1970 y 1980. Esta es la primera obra suya que se traduce al castellano. Otras obras suyas son: Zehuze.
Mi opinión.-
Este libro, reportaje,
novela o autoficción, surge de un hecho real. Un hecho que para el autor ha
supuesto un gran trauma. Siendo ya adulto descubrió, le notificaron, que
existían unos expedientes gubernamentales sobre su madre, de la época en que
Hungría pertenecía a los países satélites de la URSS. Por entonces, el autor
había escrito la historia de su familia en una novela de 700 páginas. Tuvo que
destruirla puesto que sus investigaciones comparadas con el expediente
gubernamental sobre su madre resultaban ser mentira. Años de trabajo, a la
basura y una profunda conmoción.
Bruria |
Parte del problema que me suscita la literatura del este y
del centro de Europa es mi propio desconocimiento sobre la historia y la
evolución política de estos países, más allá de su periódico soviético. Creo
que por eso me cuesta mucho apreciarla. Me pasó ya con el libro de Magda
Szabó, La puerta. En este libro, el autor se enfrenta a la cruda verdad. No sólo se entera de que su madre era una ferviente stalinista y que espió para el gobierno títere húngaro, sino que fue capaz de espiar a su propia familia. A sus hijos, a sus hermanos, a su padre. Aunque fuese un espionaje muy casero, muy cotidiano y ciertamente cutre.
En realidad, El
expediente de mi madre son tres libros en uno y eso a mí me despista
mucho; aunque estoy convencida de que el autor ha querido que experimentemos la misma confusión que experimentó él. La primera parte, podíamos definirla como autoficción. A partir de los
documentos que Forgách descubre sobre la actividad de su madre, reconstruye determinadas escenas de su vida y entiende situaciones que vivió cuando era niño y
adolescente. Escribe de manera plomiza la vida gris en una sociedad gris, durante 40 años de opresión de un régimen dictatorial. Es una literatura seca y dura, como aquella época que vivió. Descubre a sus padres como realmente eran y después del impacto, de la negación y de la rabia, llega a entenderles.
Budapest, años 1960 |
La segunda parte es un largo y desgarrado poema. Es lo primero que escribió en cuanto conoció el expediente de su madre. En este poema también, a partir de documentos, reescribe la historia de amor de sus padres. Documentos
no sólo oficiales, sino también cartas e informes de los propios interesados.
Para terminar, el autor se esfuerza en documentar cómo surgió este libro y cuál
fue la repercusión emocional que el descubrimiento de este expediente y el
conocimiento de las actividades de su madre tuvo en su vida. Esta estructura resulta muy extraña pero, como he dicho antes, creo que evoca la propia confusión que sintió el escritor.
El autor con su madre en los años 1980 |
Y es que los padres, al espiar a sus hijos pretendían, de alguna manera, reclutarlos para la causa comunista. Marcel había nacido en
Europa y había sobrevivido a la II Guerra Mundial pero se había quedado sin familia; después emigró a Israel y conoció a Bruria. Ella, sin embargo,
pertenecía a la “aristocracia intelectual” del nuevo estado de Israel. Ambos
eran comunistas convencidos y fervientes antisionistas. El comunismo era su ideología, su patria y su
religión y por su causa lo daban todo, incluida su propia familia.
Resulta muy interesante también en este libro, conocer cómo el estado
definía las distintas tareas que debían tener los espías y los clasificaba según
el rendimiento que podían dar. Tenía muy claro que no podían pedirse peras al olmo. Otra cosa muy curiosa son los informes sobre las
retribuciones que debían recibir. Consideraban que algunos espías no debían de
recibir dinero. Estos espías, los más adeptos al régimen, los comunistas
convencidos, podían sentirse ofendidos si se cuestionaba su fidelidad y se
trataba de recompensar con dinero. Para otros era más apropiado recibir regalos
o visados para viajar al extranjero y que pudiesen estudiar (y espiar) allí, bien ellos o sus hijos; otros recibían un puesto de
trabajo o un ascenso. Lo tenían todo perfectamente definido y calculado, al menos en este nivel. El nivel del espionaje casero.
Los espías |
Y debía resultar también abrumador y agobiante para quienes
recibían los informes de espionaje tener que leerlos y releerlos para buscar,
en los mínimos detalles, cualquier indicio de conspiraciones. Una labor para
volverse paranoico. Sin duda.
El expediente de mi madre
András Forgách
Traducción: Teresa Ruiz Rosas
Ed. Anagrama
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