Tatiana Tîbuleac empezó a trabajar en la televisión y la
prensa en lengua rumana después de concluir sus estudios de Periodismo y
Comunicación. Nació en Chisinau, Moldavia, aunque actualmente vive en París. Ha
publicado un libro de relatos, Fábulas
modernas, y su segunda novela Jardín
de vidrio.
Mi opinión.-
Al terminar de leer esta novela, inmediatamente, me han surgido dos preguntas: ¿Quién no ha odiado a su madre siendo
adolescente? y ¿Por qué la autora ha elegido a un personaje masculino como
protagonista?
El protagonista es de origen polaco y vive en Haringey, Londres |
Respecto a la segunda, dice la autora en una entrevista, que
asumir una voz masculina le ha hecho sentir más cómoda a la hora de enfrentarse
a la violencia con la que se expresa Aleksy, el personaje principal. Es curioso
que una mujer no se sienta cómoda con la violencia. Aleksy es un artista con profundos problemas psicológicos, quizá, por su adicción a las drogas. Su terapeuta le anima a escribir para revelar sus traumas. Hay que tener en cuenta que cuando Aleksy
escribe es un hombre ya de unos 40 años, que acaba de sufrir un terrible
accidente que le ha costado la movilidad en las dos piernas y la muerte de su
novia, aunque haga más de 20 años que ha perdido a su madre. No extraña que, a partir del accidente, sufra un bloqueo creativo.
Aleksy descubre que los caracoles son golosos |
Así Aleksy nos introduce en su vida de adolescente marcado
por la enfermedad mental, con estancia en un psiquiátrico incluida, pero sobre
todo nos introduce en el último verano que pasó con su madre. El verano en el
que primero aprendió a desodiarla y después aprendió a amarla, superando una traumática infancia de abandono y desamor. Este precioso libro nos habla también del poder de curación
de la escritura. Una escritura que por momentos se convierte en oración o,
mejor dicho, en letanías de una belleza poética. Los ojos de mi madre eran cicatrices…, los ojos de mi madre eran conchas despuntadas…, los ojos de mi madre eran campos de tallos
rotos… los ojos de mi madre lloraban
hacia adentro.
Sobre el odio de un adolescente hacia su madre habría mucho
que decir pero en el caso de Aleksy llegamos a comprenderlo. Y su madre
también. Ella sabe que ha sido injusta con el crío, especialmente, después de
la muerte de su hija pequeña; y él aprende que a veces los seres humanos no
saben hacer nada bien. Y es que la suya es una madre que nunca ha tenido
suficiente amor ni demasiada suerte en la vida.
La novela es intensa como un buen verano y está iluminada
por el reflejo de los girasoles. A mí no me resulta dura, ni violenta, todo lo
contrario. Acompañar a alguien en su muerte creo que da una perspectiva
diferente de lo que es importante en la vida. Paradójicamente, ese acompañamiento en la muerte pone calor en el
corazón del que se queda. A mí me sucedió así. Esta novela me reconcilia con todo lo que rechazo en mi vida. Además está muy bien editada por Impedimenta que siempre adjunta una postal que reproduce la portada en todas sus novelas. Muy
recomendable.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Tatiana Tîbuleac
Trad. Marian Ochoa de Eribe
Ed. Impedimenta
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