lunes, 18 de enero de 2016

Exposición: La Ilusión del Lejano Oeste


Cada vez me gustan más las exposiciones que no sólo son de pintura. Y esta del Museo Thyssen tiene un saborcillo interesante a etnografía del siglo XIX. No es que presuma de “superioridad eurocéntrica” pero la exposición tiene esa apariencia. Algunas pinturas de paisajes, muchos grabados de indumentaria y costumbres, algunas fotografías de rituales y religión, mapas y objetos (pocos), constituye una mínima muestra de culturas o desaparecidas o definitivamente transformadas por impacto de la “conquista del hombre blanco”. Y es que en el fondo de todo, sigue estando esa errónea intención de englobar las diferentes culturas nativoamericanas en una única categoría, los indios. No soy especialista, pero imagino que los indios de las llanuras tienen poco que ver con los indios de la costa o con los indios de las montañas, por más que nosotros no sepamos distinguir sus diferencias.


Sinceramente no creo que esta exposición sirva para suscitar la curiosidad del espectador sobre el Oeste. O quizá sí. En su descargo, habría que decir que la exposición se titula La “ilusión” del Lejano Oeste. Así ya no engaña a nadie, puesto que el objeto a exponer es, precisamente eso, un territorio mítico, inventado. Casi construido a golpe (fotograma) de celuloide; recreación del imaginario de un país de emigrantes con pocas tradiciones propias realmente compartidas.  


Lo que principalmente prueba esa existencia de un territorio mítico, extenso, inabarcable, indómito y exótico, es el recurso, al final de la exposición, a la cartelería de cine. Del western clásico, ese que se veía en el cine de barrio de posguerra o ya en la televisión, en la mítica “sesión de tarde” de cuando sólo existían la primera cadena y el UHF (que después se llamó la 2). Allí es donde se podía palpar la ilusión para los niños y las vías de escape para adultos (todos ellos mayoritariamente varones). 




El lejano oeste, un nuevo jardín del edén y la tierra prometida para los colonos que se convirtió en un infierno para la población autóctona y que todavía no ha terminado de asimilar tener que vivir postergada en su propia tierra. Empieza la exposición con una muestra de cartografía procedente del Museo Naval y del Archivo General de Indias, espléndidos mapas de los exploradores españoles, siglos XVI a XVII y termina con libros-caja del comisario de la exposición, Miguel Ángel Blanco; esculturas hechas con madera, huesos de animales y piedras para rendir homenaje a los pueblos del Oeste, y que pertenecen a su serie Biblioteca del bosque. Y en medio de ellas, el oeste imaginado y literario, las fotografías de Edward S. Curtis, de principios del siglo XX empeñado en registrar un modo de vida en vías (imparables) de extinción y los paisajes de Watkins y Jackson, comprometidos en la protección de Yosemite y Yellowstone. Es lo mejor de la exposición, lo peor la cabeza disecada.


Museo Thyssen-Bornemisza
Del 3 de noviembre de 2015 al 7 de febrero de 2016
Paseo del Prado 8, Madrid 





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