El autor.-
Nació en 1863 en Noruega. Su infancia y primera adolescencia
están marcadas por la muerte de su madre y sobre todo de su hermana Sophie, un
año mayor que él y hasta entonces su compañera de juegos. Se formó en París y
en su madurez se le considera un pintor expresionista, dedicado a diseccionar
la parte más sórdida y triste del alma humana. Esa parte a la que da vértigo
asomarse.
Mi opinión.-
Esta exposición se titula Arquetipos y está dividida en estados emocionales vinculados al
sufrimiento, al drama y la muerte. Casi todos ellos protagonizados por mujeres
o por las imágenes que un misógino tendría de las mujeres. No es un montaje
cronológico sino que traza una senda a través de las emociones, casi todas
ellas negativas, en cierta manera abocadas al dolor por la existencia. Muy propio
de finales del XIX y primer tercio del siglo XX, cuando se empieza a estudiar
esa parte oscura del alma que todos tenemos.
Madre e hija de
1897, es un cuadro que me ha llamado la atención especialmente. La hija espléndida
y tirana en su juventud, pero rígida e inexpresiva, vestida de blanco, contrasta
con su madre de negro y cuya cabeza, tan parecida ya a una calavera, presagia
la muerte. Dos seres humanos próximos y unidos por lazos de familia, al mismo
tiempo que mantienen aislamiento y frialdad emocional. Forman parte de la
sección Melancolía.
Entre 1886 y 1927, realizó varias versiones de La niña enferma, expuestas en la sección
Muerte, como recuerdo de su hermana
Sophie. En la de 1907, destaca la expresión serena de la niña en contraste con
el fondo, la cabecera de la cama y las paredes, un fondo agresivo y en
descomposición.
Pero es en las secciones Mujer,
Melodrama o Amor donde puede verse más claramente esa misoginia de la que
hablaba antes. Mujeres vampíricas que extienden sus cabellos sobre los hombres
de manera que tejen redes de maldiciones y desdicha. Besos de mujeres que son bestias
de pelo rojo y que succionan el alma de pobres hombres incautos. Es aquí donde estas
mujeres se hacen protagonistas terribles de la vida y de la muerte como la Madonna (1895-1902) con el cadáver de un
bebé o un feto en una esquina del marco.
Pero los hombres también tienen su protagonismo, en la serie
que el autor llamó La habitación verde,
(1907). Verde como los celos y la bilis,
verde de envidia. Más que habitaciones parecen escenarios de teatro, falta la
pared donde el espectador se sitúa para escudriñar hombres borrachos,
carcomidos por los celos y con los ojos fuera de las órbitas.
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8 Madrid
del 6 de octubre de 2015 al 17 enero de 2016
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