He leído en alguna crítica que el guionista de esta película,
Aaron Sorkin, ha querido trazar un retrato impresionista de Steve Jobs. Me
parece muy acertado decirlo así porque no es una biopic lineal ni un
panegírico sobre la vida de Jobs.
La película tiene una puesta en escena muy teatral, muy
shakespeariana: hay traición, ambición, hija bastarda, deriva emocional, triunfo y soledad, mucha soledad. Sitúa al protagonista en tres momentos cruciales de su vida, antes de
iniciar la presentación de tres productos revolucionarios para la sociedad
actual, en 1984, 1988 y 1998. Asistimos a los últimos momentos de cada
presentación, antes de que Steve Jobs (Michael Fassbender) salga a escena a seducir
a su público y conquistar el mundo. Entre bambalinas vemos sus dudas y su
codicia, su engreimiento y arrogancia, su autoritarismo y su comportamiento
dictatorial, su desfachatez y su capacidad para engañar, y sobre todo su
capacidad para controlar a la gente y su miedo a perder ese control sobre sí
mismo y sobre los demás. Le vemos maquillándose, dando órdenes, preparándose
para oficiar su ritual al salir al escenario.
Sus fieles nunca le abandonan. Joanna Hoffman (Kate
Winslet), su directora de marketing, se gana la aureola de la santidad junto a
ese hombre; Steve Wozniak (Seth Rogen) le sigue como un perrillo mendigando su
reconocimiento; y John Sculley (Jeff Daniels) director ejecutivo de Apple, constantemente está disculpándose con él por haberle despedido y hurgando en la herida de su infancia
de niño abandonado por sus padres. Pero, sin duda, sus verdaderos fieles eran
(y siguen siendo) los consumidores de sus productos; deseosos de asistir a los
espectáculos de Steve Jobs, donde inevitablemente se producía el santo
advenimiento de un nuevo espíritu santo que prometía la felicidad a través del consumo.
Por la película me he enterado de que Steve Jobs no era ni informático,
ni ingeniero. Pero todo el mundo le consideraba un genio, un visionario. ¿Por
qué? Supuestamente porque intuía las necesidades de la gente; en realidad,
porque fabricaba artilugios, meros juguetes, basándose en el deseo de consumir de la sociedad
occidental y porque sabía venderlos muy bien. Convencía a sus fieles predispuestos a
creerle. Visto así parece simplemente un vendedor con mucho talento, hábil para
manejar y seducir con la palabra y con la suficiente desvergüenza para dar gato
por liebre o lo que es lo mismo, presionar a los técnicos para que finjan que
algo que no funciona, funciona.
Un hombre excepcional, sin duda, y mejor que sea así porque
debía resultar realmente agotador tratar todos los días con un diosecillo de tal guisa. También
habría que darle las gracias por haberse dedicado al mundo del consumo
informático en lugar de al mundo de la política, porque hubiera sido un gran
dictador. Exhibicionista, controlador y muy muy peligroso.
La película me ha gustado mucho pero también he de decir que
me he perdido entre tanta intriga y tanto consejo de administración. Para alguien
que no está interesada en la vida de Steve Jobs, resultaba un poco confusa,
pero imprescindible.
Director: Danny Boyle
Guion: Aaron Sorkin (biografía de Walter Isaacson)
Música: Daniel Pemberton
Fotografía: Alwin H. Küchler
Intérpretes: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, deja tu comentario