La autora.-
Chimamanda Ngozi Adichie es una novelista nigeriana nacida
en 1977, de la etnia igbo. Empezó sus estudios superiores en Nigeria pero
pronto se trasladó a Estados Unidos, estudiando en las universidades de
Filadelfia y Connecticut. Otras obras suyas son: La flor púrpura, Medio sol amarillo y Americanah. Con esta última obtuvo el Premio del Círculo de
Críticos Nacional del libro en 2013.
Mi opinión.-
Yo conozco muy poco de las culturas africanas, pero he visto
que las mujeres de la etnia igbo, ya en 1929, protestaron violentamente contra
los consejos de gobierno rurales, obteniendo importantes mejoras en su
situación. No es cierto que no exista una tradición de lucha por la igualdad
entre las mujeres africanas. A veces el feminismo “blanco” ha sido acusado de
paternalista (o debería decir maternalista) respecto al feminismo africano. Eso
sucede porque todos nosotros (hombres y mujeres, negros y negras, blancos y
blancas, etc) creemos que lo nuestro es lo mejor y que nuestros triunfos pueden
ser asumidos por culturas diferentes, porque (en un alarde de cinismo) llegamos
a considerar que lo diferente es inferior. En realidad no tiene por qué ser
así. Lo diferente sólo es diferente.
La verdad que, en este pequeño libro, no se hace un elogio
concreto hacia el feminismo africano o los distintos feminismos africanos.
Puede deberse a que en realidad es una conferencia que la autora dio en TEDxEuston,
dedicado enteramente a África, pero que tuvo lugar en Londres. Habla de un
feminismo genérico que puede encontrarse en cualquier sitio, aunque también
hace una referencia a la acusación que se hace al feminismo de ser un mero invento occidental.
Algo compartido entre todos los continentes, etnias y
culturas, por muy diferentes que sean, ha sido la discriminación de la mujer
para que el varón disfrutase de más poder. Incluso los varones colocados en el
último peldaño de la jerarquía de varones y que no tenían a otros varones
subordinados, podían ejercer sus mínimos poderes respecto a las mujeres de su
familia y de su entorno más próximo.
Por esto, yo considero que si la discriminación no tiene en
cuenta culturas ni etnias, ni continentes, el esfuerzo por superarla tampoco
debería tenerlos en cuenta. Habría un feminismo que pudiera respetar las
diferencias de etnia, de clase social, de orientación sexual, etc, y que no
fuera excluyente con otros feminismos. Si tanto aquí como allí, para los
antifeministas, una feminista es una mujer amargada y resentida porque no
encuentra marido, que odia a los hombres y huele mal porque no usa desodorante,
ni se depila, ni es femenina porque no usa maquillaje, ¿no deberíamos hacer un
esfuerzo por superar las diferencias entre los feminismos y enfrentarnos juntas
a la discriminación? Pues en eso deberíamos estar.
Adichie no sólo cuenta anécdotas sobre su vida (privilegiada
en relación con la mayoría de la población africana) también considera básico
para el cambio social profundo, un cambio social en la educación. El origen de
los privilegios de los hombres está en la necesidad de la fuerza física para la
supervivencia de la especie; pero ahora que esa fuerza física empieza a no ser
necesaria, los privilegios subsiguientes deben desaparecer también. Ahora quizá
sea más importante para ser líder, poder gestionar intereses y expectativas
contradictorios e incluso excluyentes; es decir, tener una buena capacidad de negociación. Y eso es algo que ambos, hombres y mujeres pueden aprender.
Las niñas son educadas para aprender a ser modositas,
guapas, tranquilas y pacientes. No pueden expresar su rabia, ni gritar, ni
competir. Cada vez menos, es cierto, pero todavía hay un largo camino que
desandar o una profunda educación que desaprender. Y no sólo las hijas deben
ser educadas de otra manera. También los hijos deberán serlo y las madres y los
padres. Porque la educación es una tarea que nunca termina.
Todos deberíamos ser feministas porque es una cuestión de
justicia, de dignidad y de humanismo profundo. Sólo quienes abusan de su condición pueden tener dudas sobre que el feminismo libera a mujeres y a hombres. Dudas y miedo.
Todos deberíamos ser feministas
Chimamanda Ngozi Adichie
Traducción: Javier Calvo Perales
Random House
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