Parece que Calderón de la Barca escribió El alcalde de Zalamea en 1636. Es una
obra clasificada como drama de honor.
Calderón había nacido en Madrid y fue destinado por su padre a los estudios
religiosos, pero él no estuvo de acuerdo y prefirió dedicarse a las armas y
marchar con el ejército. Participó en varias batallas en la Guerra de Secesión de Cataluña de 1640 y
el rey Felipe IV le premió nombrándole Caballero de la Orden de Santiago. Su
obra se considera la culminación del teatro barroco comenzado por Lope de Vega.
Bueno pues un asunto de honor. Y claro está, el honor de
cualquier hombre está en la virtud de las mujeres de su familia, en este caso, de
su cándida hija. El alcalde es un villano, en el sentido más original de la
palabra: habitante de una villa en oposición a los hidalgos o nobles que vivían
en las ciudades. Pero como ejemplo de una nueva clase social, este villano es
un labrador respetado, propietario de las tierras que cultiva. Un hombre rico,
que se ha ganado su fama y fortuna honradamente, con su trabajo. Es el
iniciador de esta nueva clase social que más tarde se transformará en la
burguesía de las ciudades.
Así se encarga de mostrarlo Calderón. Como un hombre honrado
y cabal, en contraposición al capitán don Álvaro, hidalgo cobarde violador de
su hija. Pero también opuesto a don Mendo, noble arruinado, enclenque y
petimetre, que también la pretende y que es una caricatura de los hidalgos
venidos a menos. Aunque para rebajar el tono subversivo de la obra, también hay
personajes de la clase alta a los que Calderón trata con mucho respeto. El rey
aparece brevemente, para refrendar con mesura y buen juicio los actos del alcalde
y el personaje de don Lope de Figueroa, viejo militar que no puede controlar a
sus tropas, pone a salvo el honor de los militares cuando acepta la justicia
del alcalde.
La acción se sitúa en 1580 (lógicamente en Zalamea,
provincia de Badajoz). El ejército de Felipe II se dirige hacia Portugal para
reclamar sus derechos al trono que había quedado vacante. Como Calderón había
estado en el ejército supongo que sabía bien lo que pasaba cuando las tropas
llegaban a una villa.
Visualmente, esta adaptación es muy atractiva. El suelo está
cubierto de arena y con los movimientos de los actores los espectadores
acabamos envueltos también en esa arena. Hay una lucha de espadas muy elegante
y muchos personajes que deambulan constantemente por el escenario, pero la
tropa de soldados y la Chispa, cocinera, prostituta, enfermera, cantante o cualquier
otra cosa que necesiten los soldados, son los que más ruido hacen. La Chispa es
lo opuesto a la candorosa hija del alcalde; una mujer sin dinero y sin familia,
pragmática y vitalista, interpretada por Clara Sanchís.
El alcalde es Carmelo Gómez y no podía estar mejor
interpretado. Es un hombre recio, apegado a la tierra que sólo espera que sus hijos
mantengan su honradez. Orgulloso de su origen y también de su presente de
hacendado de buena posición, ahora además ha sido nombrado alcalde de la villa; no se avergüenza de entablar conversación, entre iguales, con don Lope de Figueroa, general del ejército y en esta versión esto da lugar a los diálogos más relajados de toda la obra. Cauto, intenta poner a salvo a su hija, sabiendo el riesgo que corren con
soldados y capitanes en su pueblo. Un hombre cabal que intenta inculcar sus valores
a su hijo. Capaz de convertir la venganza en justicia y ser aplaudido por el
rey que le nombra alcalde perpetuo. Un gran actor que el cine español se pierde,
¡lástima!
Para mí, esta versión resulta muy emocionante porque la
defensa del honor está muy vinculada al sentimiento paterno de la protección de
los hijos. No sólo de la hija violada, sino también de su hermano que busca
venganza con la precipitación de la juventud y que tiene que ser contenido por
las sabias palabras y por los sólidos hechos del padre. Nuria Gallardo es la
hija y tampoco aparece mucho en el cine español, pero como actriz de teatro
tiene una sólida carrera, especialmente interpretando a los clásicos.
En este año de conmemoración cervantina no estaría de más
celebrar también a otros clásicos españoles. Y aunque no fuese año de conmemoraciones
también.
Teatro Principal de Zaragoza
del 18 al 27 de febrero
Dirección: Helena Pimenta
Versión: Álvaro Tato
Vestuario: Pedro Moreno
Escenografía: Max Glaenzel
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Coreografía: Nuria Castejón
Maestro de esgrima: Jesús Esperanza
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Intérpretes: Carmelo Gómez, Joaquín Notario, Jesús Noguero, Clara Sanchís, David Lorente, Rafa Castejón, Álvaro de Juan
Guitarra: Juan Carlos de Mulder
Cantante: Rita Barber
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