El renacido esta basado en una historia real. En 1822, Hugh
Glass respondió a un anuncio en el periódico que buscaba a “jóvenes
emprendedores” que quisieran trabajar durante unos años, río Misuri arriba,
para una compañía de comercio de pieles. Era un experto trampero y explorador, pirata
y buscavidas. Allí fue atacado por una osa; gravemente herido es abandonado por
sus compañeros de expedición que optaron por su propia salvación. Sin
embargo, él consiguió sobrevivir y vengarse. Especialmente de uno de ellos, John
Fitzgerald. Todo esto es información de la Wikipedia.
En realidad la película adapta una novela escrita en 2002 por
Michael Punke, abogado y analista político que actualmente representa a los
Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio. Visto así, no es tan paradójico que este escritor ensalce la figura de un joven emprendedor del siglo XIX; independiente, individualista y neoliberal. El sueño de cualquier estadounidense. En el siglo XIX, el
comercio de pieles era muy importante en Estados Unidos; tanto como hoy, la depredación financiera.
Tradicionalmente Rusia
había sido la potencia incuestionable hasta que EEUU y Canadá entraron en este
sector comercial. Para conseguirlo, se recurrió a la contratación de “jóvenes
emprendedores” con pocos escrúpulos y que quisieran enriquecerse rápidamente.
Para que el negocio fuese más atractivo, no se limitaba la caza de ninguna
manera. He leído que la extinción del bisonte en EEUU está relacionada con esta
manera abusiva y desmedida de explotar un recurso natural.
Esta depredación del medio ambiente tenía también otra
consecuencia favorable a la expansión de los colonos de origen europeo. Alterar
de esta manera el equilibrio ecológico, supuso también que los habitantes autóctonos
de estos territorios, los que agrupamos erróneamente como indios, que tradicionalmente
habían vivido de la explotación de estos recursos, no pudieran competir con una
maquinaria industrial de caza y venta de pieles y tuvieran que emigrar o
supeditar su modo de vida al de los europeos.
Pero esta película narra únicamente la historia de
supervivencia; y parece que lo hace de una manera un poco más edulcorada de lo
que en realidad ocurrió. En la peli, Glass (Leonardo DiCaprio) tiene un hijo
mestizo, al que adora; en la realidad parece que tuvo varios a los que no prestó ninguna atención. Así, una historia de supervivencia entre hombres adultos, Glass y Fitzgerald, se trastoca en una historia de venganza de un padre por la muerte de su hijo. Después del ataque de la osa, Glass está herido y no puede continuar el viaje y Fitzgerald (Tom Hardy),
encargado por el capitán de la expedición de quedarse con él hasta que muera
para darle digna sepultura, morirá también si el desenlace no se produce
pronto. Observando la situación desde la distancia, ambos hombres luchan por lo
mismo y la supervivencia de uno está indisolublemente ligada a la muerte del
otro. Igualmente crueles, igualmente sanguinarios. Sin embargo, la existencia
del hijo mestizo hace que el público empatice con Glass, que trata de
sobrevivir para vengar su muerte, y odie a Fitzgerald, que sólo
trata de sobrevivir para sí mismo. Trampa sentimental de Hollywood.
La película es preciosa, técnicamente prodigiosa, de
fotografía impecable, interpretaciones antológicas y música conmovedora. Pero
es inmensamente larga; a veces es lenta, lentísima. Hecha para lucimiento de Leonardo DiCaprio y para que de una vez gane el dichoso óscar. Y realmente, yo no se lo
daría por esta película por eso mismo. Porque resulta excesiva y falsa. Una vez
que has visto a DiCaprio comerse un pez crudo, ya no te impresiona que se coma
el corazón crudo de un bisonte o que destripe a un caballo muerto para
sobrevivir a una noche nevada. Todo eso resulta puro efectismo, regodeo y
repetición para que no se nos olvide lo mal que lo ha pasado DiCaprio en el
rodaje.
Por otra parte, la película tampoco pasa el Test de Bechdel
que ya he explicado alguna vez que es un test que evalúa la brecha de género.
Es decir, que, en esta peli, no hay papeles significativos interpretados por ninguna
mujer, excepto el de la osa, aunque todo el mundo se empeña en repetir que es un oso (es una osa porque viaja con sus oseznos y ataca cuando intuye que sus crías están en peligro... amor de madre). En escasas ocasiones aparece la esposa india del protagonista; son alucinaciones o recuerdos, y aportan ensoñación a la cruda realidad que está viviendo Glass, pero nada más. Entiendo que no haya papeles más relevantes porque responde a hechos históricos y no lo reprocho,
simplemente lo hago constar. Además, el actor elegido para interpretar al hijo mestizo de Glass tampoco me resulta creíble.
No sé si existe como género el cine de supervivencia. Si no
existe habrá que inventarlo porque esta es la segunda película este año que me
parece puro cine de supervivencia. La otra fue The martian, aunque ésta en clave de comedia. Lo llamo cine de pura supervivencia porque no incluye reflexión ética, ni vital, ni siquiera política
o histórica. La narración hablada queda en un segundo término y se enfatiza la
narración visual y en general sensorial. El ruido de las pisadas, el frío y la
humedad, el fango y la suciedad, junto con todo el repertorio de mocos, babas, sangre y algún esputo produce vértigo en el estómago y está bien que sea así, pero resulta excesivo, si se hace para que DiCaprio gane el óscar. No obstante, película preciosa.
¡Enhorabuena, por los óscares recibidos!
Director: Alejandro González Iñárritu
Guion: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu (Novela: Michael Punke)
Música: Carsten Nicolai, Ryuichi Sakamoto
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck
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