Ingres nació en 1780 y murió en 1867. Vivió, por tanto, en un período muy
convulso para la historia de Francia. Sin embargo, observando sus retratos de
damas burguesas y aristócratas esto no se aprecia. Todo son sedas, pieles de porcelana, lujosos entornos. Se le considera un pintor neoclásico,
pero su pintura abarca mucho más estilos, entre ellos, la pintura troubadour y el
orientalismo. Son temas de esta exposición la pintura histórica, los retratos y
desnudos y la pintura religiosa.
Para esta gran ocasión y para poder apreciar a este pintor, que no figura
en ninguno de los museos públicos españoles, hasta el Museo del Louvre ha
prestado su Odalisca y se puede
contemplar también un dibujo preparatorio y la misma odalisca en grisalla. No es
habitual, en una exposición para gran público. Y lo de “gran público” lo digo
en el peor de los sentidos y como crítica para el Museo del Prado, puesto que
había mucha gente en la exposición y apenas se podía disfrutar con sosiego de
los cuadros. Estas cosas deberían de cuidarse, en una exposición de este tipo.
Siguiendo con la Odalisca, no dudo de que es un cuadro muy
atrayente, pero la desproporción en el cuerpo de esta mujer es realmente antológica.
Sin embargo, el detalle en la pintura de las telas, las pieles, las plumas e
incluso el humo del incienso en la parte derecha del cuadro, es de una maestría difícilmente
superable. La mirada de la odalisca es casi un desafío, pero un desafío sereno sin
violencia. Hay otros ejemplos de este gusto por el detalle de las telas, sobre todo en los retratos de burguesas y aristócratas o el
impresionante Napoleón en su trono
imperial, que más que emperador se puede confundir con la majestad de dios, rodeada por pieles, terciopelo y bordados en oro.
Pero dejando aparte la sensualidad de las pieles de
porcelana y los riquísimos tejidos hay dos obras que a mí me han gustado
especialmente: Juana de Arco en la coronación
de Carlos VII y Ruggiero liberando a
Angélica.
Esta Juana de Arco fue pintado en 1854 y es un ejemplo de pintura
histórica medievalizante. La doncella de Orléans aparece vestida con armadura y
sobrefalda, sujetando una bandera y con la mirada dirigida hacia arriba. Debido
a la inestabilidad de Francia, en 1430 Enrique V de Inglaterra decidió invadir
el país. Juana era una campesina analfabeta que a los 13 años oyó la voz de
Dios ordenándole que liberase Francia del invasor y eso hizo. Al tomar partido
por uno de los bandos contendientes y ser apresada por el otro fue quemada en la hoguera por
hereje. Aunque hoy sigue siendo símbolo de la monarquía y de los católicos
franceses (y la ultraderecha), también es muy respetada por la República, por
encarnar los valores de la nación francesa. Ha sido representada en infinidad
de ocasiones, tanto en cine como en televisión o pintura.
Ruggiero liberando a Angélica es un episodio del Orlando
furioso de Ludovico Ariosto (1532). Es un extenso poema épico en el que se
entrecruzan historias y aventuras, amores contrariados y traiciones. En este
cuadro se representa a una doncella desnuda y encadenada a las rocas, agonizante
y con la mirada perdida. Un caballero, Ruggiero, cabalgando en un hipogrifo
acude a socorrerla alanceando al dragón que surge de las aguas. Esta pintura es
de 1819 y en la exposición se pueden ver dos versiones muy similares. En la primera el cuerpo del dragón tiene mayor protagonismo, las tres figuras forman un círculo más evidente y un diálogo muy interesante entre luz y oscuridad. Exposición muy recomendable.
Museo del Prado
24 noviembre 2015 - 27 marzo 2016
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