Cine de espías, como en los años 1950 y 1960. Lluvia, nieve,
Guerra Fría; Estados Unidos y la URSS enfrentados fuera de sus territorios y
Alemania como campo de batalla. La guerra no se libraba con ejércitos, armas y
bombas. Sólo a través de la información. Ganaba la batalla quién podía
interceptar una información que le diese ventaja sobre el otro. Una guerra de
juegos psicológicos que no todos sabían manejar.
En este contexto James B. Donovan (Tom Hanks), abogado de
Brooklyn, tiene que defender a Rudolf Abel (excepcional, Mark Rylance), espía
soviético (no reconocido como tal por la URSS) que ha sido detenido en Estados
Unidos. De esta manera, Donovan acaba reclutado casi por casualidad (y a
escondidas) por el gobierno de EEUU, para que lleve a cabo un intercambio de
prisioneros. Es especialista en seguros; eso es un buen curriculum para un negociador. Es paciente, empático, tiene recursos
lingüísticos; es honesto, valora la lealtad por encima de todo y cree en el
imperio de la ley. Está casado con una rubia y sonriente ama de casa, americana, comprensiva y
cariñosa; que recuerda, sin ninguna duda, dónde está el pasaporte de su marido
(justo en el mismo cajón que las corbatas azules). Tienen 3 hijos, la mayor ya
es una mujercita que se ha enamorado del ayudante de su padre (que, según la
tasa de reproducción social, terminará siendo tan honesto como él; porque
querámoslo o no, la mayoría de nosotros acabamos creando familias que nos
recuerdan a nuestra familia de origen).
Estoy escribiendo con un poco de ironía, pero la película me
ha gustado. Es cálida y se sale del cliché habitual de películas de espías. Estamos
acostumbrados al espía soltero y mujeriego, descreído y borracho, y aquí nos
encontramos a un señor que tiene que comprar la mermelada antes de volver a
casa y ocuparse de sacar la basura. Es el padre de familia ideal, que sabe
mantener su lealtad incluso con los enemigos, enemigos de su familia y de su
patria y que, además, no necesita condecoraciones ni gratitudes le basta con
mantener su conciencia limpia y tranquila. Así le han educado y Tom Hanks, lo
borda.
Sin embargo, hay dos cosas que no me gustan. La primera es
que no tiene suspense. Este personaje está tan seguro de sí mismo y de que Dios
está de su parte que ya sabemos que ganará (además se basa en hechos históricos
que se pueden consultar antes de entrar en el cine y que corroboran el final
feliz). Así que, aunque surjan problemas en Alemania del Este, le roben el
abrigo y coja la gripe, ya sabemos que volverá a casa con los dos americanos
retenidos por espías. La otra objeción es que tarda demasiado en llegar al
núcleo de la historia, que se supone que es el intercambio en Berlín. La
primera hora de la película está casi consagrada al juicio contra el espía y si
bien sirve para describir con todo detalle el carácter y el contexto del
personaje principal, también acaba lastrando a la otra mitad de la película.
Otra objeción importante, pero absolutamente disculpable, es
que la película no pasa el test de Bechdel. En esta peli las mujeres son meras
figurantes. Y digo que es absolutamente disculpable porque en los años 1960, en
algunos estamentos y en ciertas circunstancias, (es decir casi siempre y casi
para todo) las mujeres no tenían ningún protagonismo ni siquiera en sus vidas
personales. Aunque no me guste, visualizar en cine la escasa repercusión de un
personaje femenino me parece una actitud más honesta que feminizar
obligatoriamente un personaje que siempre en la realidad hubiera sido un hombre
y que, además como pasa en la mayoría de las pelis, se aproveche esta circunstancia para una historieta de amor boba.
En resumen, de toda la película yo destacaría dos escenas,
al principio y al final de la película. Rudolf, el espía, contemplando su
imagen en un espejo al mismo tiempo que pinta su autorretrato que nos induce a
pensar en las dudas que tiene sobre su propia identidad. Y los muros, el muro
de Berlín y los muros de Brooklyn, clara imagen de los impedimentos, a cualquier lado de la valla, para llevar
una vida libre. Recomendable.
Director: Steven Spielberg
Guion: Matt Charman, Ethan Coen, Joel Coen
Música: Thomas Newman
Fotografía: Janusz Kaminski
Intérpretes: Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan
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