jueves, 12 de mayo de 2016

Novela: El expreso de Tokio de Seicho Matsumoto (1957)

El autor.-
Escritor japonés muerto en 1992. Empezó a trabajar como periodista sin haber tenido una formación en la universidad. Pasados los 40 años empezó a publicar novelas y se consagró como escritor. Algunas de sus novelas han sido adaptadas al cine y en Japón se le considera un revitalizador de la novela negra japonesa, muy mal considerada por los gobiernos japoneses, por darle un aire más occidental. Hoy es un autor de culto. Otras obras suyas: La voz, El inspector Inamishi investiga, Sin ánimo de lucro. 

Mi opinión.-
Poco he leído de literatura japonesa. Sólo a Yukio Mishima que no es comparable con este autor. Es interesante acercarse a otras literaturas tan alejadas para constatar que los problemas que Oriente y Occidente soportan no son tan distintos.

Esta novela apareció por entregas durante el año 1957 y casi sigue la tradición de las novelas de Agatha Christie o de Conan Doyle; se ha definido como un mecanismo de relojería perfecto, en el que al final todas las piezas encajan, pero, en mi opinión, recurriendo a una estrategia demasiado manida. No sé si es que me he vuelto muy exigente y esta novela está sobrevalorada o es que todavía me falta mucho para "saber leer bien".



Sin embargo, la ventaja de asistir a un taller de lectura es que te ofrece una perspectiva más amplia y te das cuenta de las cosas que te habían pasado desapercibidas. Y respecto a esta novela, hay muchas cosas que no había notado. Después de la II Guerra Mundial, Japón sufrió un gran cambio cultural, una occidentalización. El autor ha reflejado esta situación a través de los dos protagonistas de la investigación; pero no ha hecho que estuvieran enfrentados. Todo lo contrario, ambos policías se muestran un gran respeto y colaboran en la resolución del caso. La investigación la comienza un viejo policía local, Torigai, experimentado, introvertido, intuitivo y que representa al Japón más tradicional; la continúa después el subinspector Mihara, de Tokio, racional, más joven, metódico y que se supone que representa al nuevo Japón. En el último capítulo y a través de una carta que Mihara envía a Torigai, explicará con toda precisión a los lectores poco avezados, cómo y porqué se ha producido el delito. Esta explicación por carta es el recurso que me ha parecido manido. Independientemente de que la carta sea preciosa, respetuosa y fraternal, desde el punto de vista de lectora esperaba otra cosa para la explicación de la resolución del caso. 

Además, hay otro detalle que tampoco me ha gustado. ¡¡¡¡¡Spoilers!!!!! El hecho de que un personaje gravemente enfermo, que apenas se puede levantar de la cama, porque no puede respirar, participe en un asesinato y pueda mover un cadáver de un sitio a otro no me parece muy creíble.



Uno de los puntos a favor de esta novela es que introduce una ligera crítica social del Japón de los años 1950. Es cierto que la novela sitúa la acción en el contexto de la corrupción gubernamental al más alto nivel, pero no se ahonda en esta situación, no se describe el departamento ministerial, ni se dice qué clase de corrupción, ni qué trascendencia tiene para el gobierno, para la sociedad o para la economía. Quizá en los años 1950, en Japón, no se podía hablar abiertamente de ciertos temas y que los autores practicasen la autocensura.

Por otra parte, al haber sido publicada por entregas, Matsumoto sí sabe manejar el suspense y dejarte colgado al final del capítulo, para que vuelvas la página con la mayor rapidez posible.


En una playa de la isla de Kyushu, destino tradicional para novios en luna de miel, aparecen los cadáveres de una pareja joven, bien vestidos y cómodamente tendidos en el suelo. Todos piensan en un suicidio por amor imposible. Pero algo no encaja; es todo demasiado perfecto. La factura de la cena del hombre muerto y los horarios de los trenes darán las claves para la resolución del asesinato.

En esta novela no hay sangre, ni vísceras, ni psicópatas. Todo es pulcro y ordenado. Un acertijo que desafía la lógica de la policía escrito de forma detallada y muy directa, aunque a veces, por la extrañeza de los nombres de lugares y personas, puedes perderte. Entretenida para leerla también como curiosidad y acercarse a la literatura japonesa. Otra nota sobre la precisión del escritor, al final de la novela, menciona que, aunque la novela se publica en 1957, los horarios de los trenes utilizados son del año 1947. Exactitud japonesa. 



El expreso de Tokio 
Seicho Matsumoto 

Trad. Marina Bornas 
Ed. Libros del Asteroide 

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