Se le puede reprochar a esta película que tiene un principio
engañoso. Aunque en el tráiler ya nos dicen que un atraco está en el centro de
la trama, el director pasa bastante tiempo al principio describiendo a los
personajes. En el caso de Joaquín, el personaje interpretado por Leonardo
Sbaraglia, el director acierta de pleno pero no en el caso de Berta (Clara
Lago).
Joaquín, es un hombre todavía joven que vive recluido en una
casa que vivió tiempos mejores, con un gran jardín completamente abandonado y
que guarda algunos secretos de su vida pasada. Joaquín va en silla de ruedas,
tiene muchas deudas y su única compañía es Casimiro, un perro no precisamente
guapo, que se niega a andar también. Parece que los dos viven la misma
decadencia y parece también que van a tener el mismo final y muy pronto.
Pero, Joaquín ha decidido alquilar una de las habitaciones y
entra en escena Berta, una joven vital y decidida, acompañada de su hija
pequeña, de 4 o 5 años que no habla. Desde el primer momento la niña que no
habla y el perro que no anda establecerán una especial conexión. Visto así
parecería un drama romántico con su correspondiente dosis de sanación mutua de
heridas, pero entonces el guion da el giro esperado.
El atraco entra en las vidas de los personajes para
resituarlos y la lástima es que, enseguida, el personaje de Berta interpretado
por Clara Lago (que hace muy buen trabajo hablando con acento argentino),
pierda toda su fuerza y misterio. Es una pena que el guionista no haya perdido
más tiempo en describir este personaje. Desde ese momento, el melodrama deja
paso a la película de suspense bien tramada pero con algunos picos de violencia
sádica que no acaban de encajar.
Cuando Joaquín descubre el horrible secreto que guarda la niña (y
que el espectador se imagina), su intención evidente será iniciar una nueva vida
con ambas. Así, empieza a planear quedarse con una parte del botín por aquello
de que Quien roba a un ladrón…
A partir de entonces, la atmósfera de la casa se vuelve más
densa, asfixiante. Por la existencia del túnel por el que el protagonista debe
arrastrarse y por la lluvia y la tormenta que no paran, además de los susurros
de los atracadores que hacen que la casa se vuelva más siniestra. Pero también
es porque Joaquín decide no confiar en Berta y enfrentarse solo a ese reto y
desde ese momento vuelve a ser el hombre resuelto y decidido que una vez debió
ser, dejando aparcada su silla de ruedas y su discapacidad.
La última media hora de Al
final del túnel satisface todas las expectativas que va creando, excepto
por la ligereza del personaje de Berta ya comentada. También cabe destacar la fugaz
aparición de Federico Luppi interpretando a un personaje turbio e inquietante y
que se cree demasiado listo. El atracador, perturbado y sádico, interpretado
por Pablo Echarri, a pesar de su buena actuación no acaba de presentarse como
antagonista. Sólo al final Joaquín y él se enfrentarán en una escena excesivamente
sangrienta. Película recomendable.
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