El Bosco pintó este cuadro hacia el año 1500, parece ser que
por encargo de la casa Orange-Nassau que gobernaba en los Países Bajos. Después
con las guerras de Flandes el cuadro fue confiscado y al final terminó en manos
de Felipe II que lo destinó a El Escorial en 1593. En 1939, fue depositado en
el Museo del Prado.
Es un tríptico misterioso y ha servido de inspiración a
muchos pintores. Es fácil reconocer esta inspiración en los cuadros de Dalí,
por ejemplo. Los dos paneles laterales todavía pueden cerrarse sobre el central y
contrasta la luminosidad de la pintura principal con las grisallas exteriores.
El documental no es un análisis del cuadro. Son las
impresiones que esta pintura produce en algunos intelectuales. Escritores como Salman
Rushdie y Nélida Piñón, pintores como Barceló o Isabel Muñoz, una de mis
fotógrafas favoritas, filósofos, músicos y científicos también, expresan las
sensaciones o el vértigo que les produce el cuadro. Ninguno puede dar claves sobre la
interpretación de esta pintura, ninguno las sabe. No recuerdo quién de ellos
dice que quizá ese sea su propósito. Que quizá este cuadro esté pensado para provocar el debate,
la discusión y el intercambio de ideas o una simple conversación; pero además Nélida Piñón dice que para explicar
este cuadro “deben inventarse las palabras”.
Representa la creación como un mundo caótico, orgánico e
hipersexualizado. Donde la inestabilidad parece ser la norma; una danza confusa
de la vida, donde nada parece ser lo que es: peces que parecen pájaros y
vuelan, pájaros y frutas más grandes que los seres humanos.
El primer panel es El
jardín del Edén y hacia la mitad del cuadro a la derecha hay una roca que
parece un rostro de perfil pintado por el mismo Dalí. El panel central es El jardín de las delicias. Hay unas
frutas gigantescas, peces volando, unas edificaciones extrañamente simétricas y
una cabalgata de seres humanos a lomos de cerdos, cabras, grifos, unicornios;
hasta hay un personaje que caga flores. En la parte baja del cuadro parece que
los placeres empiezan a convertirse en torturas. Y ya en el panel de la derecha se consolida El infierno donde las
torturas ya son reales y no queda ni un vestigio de los placeres.
Para mí parte el atractivo de este cuadro está en mirarlo
con calma e intensidad, únicamente para tratar de encontrar ese detalle que nadie más
haya percibido. Es una especie de competición. A ver quién encuentra el hombre
tumbado que tiene como cabeza una fruta azul, el pájaro de tres cabezas o el unicornio.
Este documental forma parte de la exposición preparada por
el Museo del Prado como conmemoración del quinto centenario de la muerte del
autor. También hay una videoinstalación para experimentar el cuadro y acercarse
a la sensación de vivirlo desde dentro. Yo todavía no he podido ir a la
exposición pero no me la pienso perder.
Dirección y fotografía: José Luis López-Linares
Sonido: Juan Carlos Cid Torrejón
Montaje: Cristina Otero, Pablo Blanco, Sergio Deustua.
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