El autor.-
Vladimir Nabókov nació en Rusia en 1899. Recibió una esmerada
educación como correspondía al hijo mayor de una familia de aristócratas que, después tuvo que exiliarse por miedo a la Revolución Rusa. Estudió en Cambridge y aunque empezó a
escribir en ruso, sus principales obras son en inglés. En 1940 llegó a Estados
Unidos y empezó a trabajar como profesor de literatura en varias Universidades.
Otras obras suyas: Lolita, Ada o el ardor,
Curso de literatura europea y Curso de literatura rusa.
Mi opinión.-
Nabókov había escrito estas lecciones sobre el Quijote
cuando trabajaba en la Universidad de Cornell y al empezar a trabajar en la Universidad
de Harvard, las completó con un resumen detallado de cada capítulo de la obra. El
autor consideraba que si no se estudiaba el Quijote no podía entenderse la evolución
de la novela moderna y que era un campo
de entrenamiento para acercarse a Dickens o Flaubert.
En su libro, a pesar de mostrar su admiración, no es condescendiente con la obra ni con el autor. Se
esmera en resaltar los atajos que utiliza Cervantes para llegar al “gran
público” de la época. Cervantes escribe, sobre todo la segunda parte, en un momento de
graves apuros económicos y utiliza y reutiliza material bien conocido por los
posibles lectores: romances, cuentos y abundante literatura oral popular, pequeñas obras escasamente
hiladas y que resultan un poco estrafalarias. Además, el Quijote aparece como un antihéroe
esperpéntico y que es objeto de crueles burlas por parte de sus vecinos y
familia. Incluso por parte de Sancho Panza, un hombrecillo vulgar, mediocre y
pesetero que no duda en abusar de su caballero si puede.
A pesar de todo esto Nabókov siente mucha simpatía por
protagonista. Se le nota. Se pregunta por qué Cervantes eligió como
protagonista a un vagabundo asocial, quemado por el sol y con evidentes signos
de locura. Puede ser porque quizá fuera el único hombre cabal que quedaba en ese
mundo cruel y vulgar, chabacano y decadente, que todavía se regodea torturando animales. Don Quijote es
un caballero cristiano que sólo busca hacer el bien, ejercer su particular
ética y no dejarse llevar ni por conveniencias ni por las convenciones morales
de su época (tan parecidas a las nuestras).
Nabókov utiliza la ironía para criticar las novelas insertadas
dentro de la trama diciendo que la venta donde se aloja don Quijote termina “tan llena de gente como
cierto camarote de cierta película antigua de los hermanos Marx”. Pero sobre
todo resalta la crueldad que en la primera parte es física y no hay capítulo
donde los protagonistas no acaben molidos a palos o ridiculizados; mientras que
en la segunda parte del libro, es una crueldad más psicológica, destinada a
confundir todavía más al caballero loco. Una crueldad más fina, más pensada por los duques y sus sirvientes que utilizan al pretendido caballero y a su escudero como muñecos de guiñol para su entretenimiento.
Yo creo que Nabókov estaba fascinado por el personaje de Don
Quijote, aunque reconociese que Cervantes había remendado un libro con trozos
cogidos de aquí y de allá; a veces unidos con no muy buena fortuna. Sin
embargo, el Quijote ahí sigue. Y es que ¿quién no se ha sentido apaleado alguna
vez por la ignorancia de los demás o por el sentido común? o quizá por esa gente vulgar
que no quiere salir de su vulgaridad, como la vieja ama que se dedica a quemar los libros de caballerías.
Curso sobre el Quijote
Vladimir Nabókov
Trad. María Luisa Balseiro
Ediciones B
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