El autor.-
Universalmente conocido por Madame Bovary, había empezado
estudios de derecho pero los abandonó por la literatura. Es uno de los grandes
representantes del realismo y, en su escritura, era un gran perfeccionista. En las
cartas a su gran amor, la poetisa Louise Colet, describía con todo detalle
cuánto le costaba encontrar la palabra precisa. Otras obras suyas: Salambó, La educación sentimental.
Mi opinión.-
Sorprende que Flaubert escribiera esta novela corta con apenas 16
años y que, además, la subtitulase como Cuento
filosófico. Es un antecedente directo de lo que más tarde desarrollará con
Madame Bovary.
Mazza es una joven casada, con un hombre al que no quiere y
tiene dos preciosos hijos. Desde las primeras páginas podemos sentir cierta empatía
con ella y creo que el autor también lo hacía. Mazza vive feliz en su
ignorancia, ama por obligación a su marido y le parece lo normal. Todo esto es antes
de caer en las garras de un seductor. Flaubert define a los seductores ya en
las primeras páginas como “coeur sec”, corazones secos que dominan el “chic” de
la persuasión. Es lo que hoy se llamaría un depredador emocional; pero, además,
Flaubert nos dice que es un tipo de hombre “muy frecuente” en su época. No
entiendo como un joven de 16 años podía reconocer con esa precisión la
malignidad de esos tipos, ¿sería uno de ellos? No parece que fuera así por su
biografía.
Estos “corazones secos” eran muy aficionados a la caza de mujeres. Una vez obtenida la presa, ya nada más importaba, excepto cazar otra nueva. Para el seductor, una vez conseguida la pieza (cuanta más resistencia por parte de ella, más satisfacción para el depredador), empieza el aburrimiento, el hastío y la pereza de ver a su amante; después las recomendaciones de que vuelva con su esposo y sus hijos que la aman. Un despliegue de argumentos exhaustivo para la manipulación sentimental. También hay que decir, que esta mujer despierta a una pasión obsesiva y agobiante; tal y como hace otra heroína del siglo XIX, Ana Karenina. No vive, no duerme, no puede ni mirar a sus hijos, únicamente piensa en su amante y en reencontrarse con él cuanto antes. Sí, resulta muy absorbente y Flaubert la describe como un monstruo que todo lo devora y al cual, ese amor tan pernicioso, acabará asfixiándola también.
Una vez desatada esa pasión insana y abandonada por el
seductor, Mazza ya no tiene ninguna razón para vivir. Sólo odiar. Odia a mujeres y a
hombres, a su marido y a sus hijos. Se odia a sí misma y especialmente odia a cualquiera que sea
feliz. ¿Qué tipo de educación recibían estas mujeres que, en cuanto el amor
prohibido entraba en su casa, todo se iba al garete? Amor por llamarle algo, aunque cacería como he dicho antes sería el término más adecuado, y de una manera mucho más elegante se le podría
llamar “vórtice de desgracia”. Para la mujer, por supuesto.
Para el hombre, sin embargo, todo era (y es) diversión. Cuando él se
cansa de Mazza viaja a Estados Unidos a emprender una nueva vida. Elige ser
pragmático y, por supuesto, se consuela con pobres mujeres negras y mulatas. Se
convierte en un nuevo hombre, alejado de las ataduras y protocolos del viejo
mundo. En Estados Unidos se le presenta la posibilidad de triunfar profesionalmente y no la dejará escapar. Ya en el colmo del cinismo, Ernest
(que así se llama el tipo del corazón seco”) escribe a Mazza una carta de
despedida para terminar definitivamente con su amor, y le pide que le envíe a
América, en el próximo barco, medio litro de ácido. No hace falta decir para
que utilizará Mazza ese ácido. De lectura obligada para aprender lo que no es el amor.
Passion et Vertu
Gustave Flaubert
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