El Museo del Prado dedica su exposición más importante de la
temporada Otoño-Invierno a Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Pioneras en
el mundo de la pintura durante el siglo XVI. Ambas vinculadas al arte por lazos
familiares.
Habían nacido en Italia en un momento en que la educación de
las mujeres progresó y salió de los conventos. Pero aunque, tuvieron esa
oportunidad de formarse, contactos para desarrollar una profesión y fueron
reconocidas en su época, no crearon escuela. Eso mismo ha ocurrido en otras
disciplinas artísticas o, en general, culturales. Existen mujeres que destacan
en todas las épocas. Grandes literaturas, músicas, pintoras, fotógrafas, pero no
crean escuela. Y no sé por qué.
Yo creo que es porque el desempeño de una profesión se
vinculaba siempre a su excepcionalidad. Al haber sido hijas o esposas de otros
pintores y como nota exótica se les permitía ejercer lo que para otras estaba
prohibido. Al final, resultaba que su inteligencia no beneficiaba a otras
mujeres. En fin.
Sofonisba Anguissola era de origen noble y su padre alentó
la educación artística y el desarrollo profesional de sus hijas. Tampoco hay
que exagerar. Había estudiado danza, música, literatura, dibujo y pintura; no
había estudiado matemáticas, química, física o filosofía, ni mucho menos
religión. Pero era una mujer muy culta. Llegó a trabajar para la Corte española
de Felipe II, como retratista y profesora de pintura de la reina y de sus
hijas, y también como dama de Isabel de Valois y Catalina Micaela e Isabel
Clara Eugenia. Después regresó a Italia y se dedicó a pintar obras religiosas.
Fue muy reconocida en su época y tener un retrato pintado
por ella era signo de distinción y riqueza. Aunque después parte de su obra se
adjudicó a otros pintores hombres, como Juan Pantoja de la Cruz. Ha sido un
posterior proceso de investigación y recuperación, ya en el siglo XX, el que ha
devuelto la autoría a estas obras. Y siempre le acompañó fama de ser virtuosa.
No sé qué significaría eso en la época ni tampoco ahora.
Lavinia Fontana había nacido en Bolonia. Su padre fue un pintor
reconocido y ella se formó en su taller. Al principio como una broma, pero al
final Lavinia llegó a tener su propio taller y fue reconocida como pintora por
el gremio correspondiente. Demostró su maestría en los temas propiamente
femeninos que eran bodegones, flores, y pequeños retratos en miniatura pero se
fue fortaleciendo con el tiempo y también destacó en cuadros de formato mayor,
pintura religiosa o retratos de grupo.
Su presencia en las colecciones españolas es mucho menor que
la presencia de Sofonisba Anguissola. En 1578, un dominico español Chacón escribió
a Lavinia para reclamarle un autorretrato suyo. Este religioso pretendía crear
una galería de ilustres, de quinientos personajes, mitad hombres y mitad
mujeres, en la que también estaría incluida Sofonisba. Es decir, que fue muy
famosa en su época, pero también fue olvidada por los historiadores posteriores
y considerada una mera anécdota. También es en el siglo XX cuando empieza a
recuperarse su figura esperemos que sea de manera definitiva y que no se vuelva
a olvidar. No se conocieron personalmente pero sí que ambas tenían referencias
de la otra. En el Museo del Prado hasta el 2 de Febrero.
La princesa Juana de Austria fue también un personaje
excepcional. Hermana de Felipe II había ejercido la regencia en varios momentos
por ausencia de su hermano. Se casó con el heredero de la Corona de Portugal y
tuvo un hijo con él, pero a su muerte volvió a la Corte española. Se dice que
fue la única mujer que profesó como jesuita por una dispensa especial del papa.
Sofonisba la retrató a pesar de que ella no quería posar. Le parecía que en los
cuadros los pintores resaltaban demasiado su gran nariz.
En estos dos autorretratos de Sofonisba se aprecian
claramente sus ojos verdes. El primero es de 1554, así que tenía 19 años. Y el
segundo de un par de años más tarde y en él está mostrando otra de sus
habilidades, la música.
Lavinia Fontana también se autorretrató tocando la espineta
en 1577. Aparece vestida mucho más ricamente. Lleva joyas y sus vestidos son de
suntuosas telas. Parece que se pintó para anunciar el compromiso de Lavinia con
Giovanni Paolo Zappi. Junto a la ventana aparece un caballete. Quizá, Lavinia,
quería dejar muy claro que no abandonaría la pintura por el matrimonio, aunque
después tuviese once hijos.
Bianca Ponzoni era la madre de Sofonisba Anguissola. Una
dama de la alta aristocracia que se creía descendiente de una familia noble
romana. Lo que más me llamó la atención de este cuadro es la piel de marta que
tiene en el regazo. Es un quitapulgas. Parece que se puso de moda llevar estas
pieles como adorno. Después de desollar al animal se adornaba su piel con una
cabeza y garras de algún metal noble y se ataba a la cintura con una larga
cadena que, en los mejores casos, era de oro. Ni idea de porqué se llamaba
quitapulgas. Hoy resulta un poco asquerosillo.
Este Retrato doble de
matrimonio de Lavinia Fontana pertenece al Museo de Zaragoza y se ha
prestado para esta exposición. Es un óleo sobre cobre de pequeño tamaño que
hacía fácil transportarlo. No se sabe quién era la pareja pero debían de ser
muy ricos porque hasta el perro lleva un lujoso collar.
Este Retrato de caballero (Senador Orsini) es el que más me ha gustado
de Lavinia. Me gusta, especialmente, cómo la luz de la ventana nos conduce
hasta la esquina superior izquierda donde está la biblioteca, y los detalles de
la mesa: el reloj de arena, el libro y el tintero. Una maravilla.
Qué interesante que señale con tanta contundencia el camino de la felicidad.
Qué interesante que señale con tanta contundencia el camino de la felicidad.
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