Este es uno de los mejores libros de la saga. Espero que eso no sea síntoma de que es el último porque el autor ha confesado en una entrevista que tiene varios proyectos pendientes para Vila. Todavía no sabe cómo los llevará a cabo porque Vila está entrando ya en edad de jubilación. Habría que decir, quizá, que se trata de tres novelas en una. Todas ellas magníficamente entretejidas en más de 500 páginas que, literalmente, se devoran.
Si algo se le puede reprochar es el escaso protagonismo de Chamorro. ¿A nadie le extraña que Chamorro tenga tan poca relevancia? ¿De verdad? En esta novela, para justificar su escasa presencia es herida en una operación que, en principio, era sencilla. Sí es cierto que Chamorro está siempre que Vila la necesita (lógicamente, puesto que es una subordinada) pero, con el paso de los años se va cimentando entre ellos además una profunda amistad y no sé si Vila estaría siempre disponible para ella. En cualquier caso, a mí me parece un personaje desaprovechado, aunque tendría que volver a leerme todas las novelas para ver si esto es así.
Esa operación es una de las tramas y le sirve a Vila para rememorar otra ocasión parecida, pero esta vez en el País Vasco, donde conoció a Pereira, su superior y quien le introdujo en la lucha contraterrorista y con quien ha mantenido desde entonces caminos paralelos que, en algunos momentos, se han cruzado. Pereira ha sido siempre una especie de mentor de Vila que le ha ofrecido casos que ningún otro guardia civil podría haber resuelto. Pereira es uno de los que diseña una lucha contraterrorista basada en la inteligencia, en la profundización del conocimiento sobre el enemigo, sobre sus motivaciones y e inspiración ideológica, más que en la represión, la tortura o la violencia.
Todo ello es lo que se puede observar en la segunda trama de esta novela. Cómo era la vida en la País Vasco, para una sociedad vasca secuestrada por el miedo a la banda terrorista y también para la Guardia Civil y, no lo olvidemos, para sus familias señaladas como objetivo prioritario de atentado. Esa es la tarea de Vila “…entender lo que la gente y los pueblos temen, les interesa o les hiere el orgullo de una manera insoportable es entender también las guerras y los crímenes… tanto el interés como el miedo y el orgullo pueden hacer un asesino y un guerrero de cualquiera, si concurren en la medida suficiente”.
Profundizar en el conocimiento para analizar de dónde surge tanto odio es la clave. Odio que, lamentablemente, sigue existiendo en el año 2021 y sigue extendiéndose gracias a formaciones políticas oportunistas que no tienen nada nuevo que ofrecer y que se retroalimentan de las emociones bajas del populacho. Porque, en realidad, se empieza a matar por convicciones políticas y se termina matando por inercia. Vila reflexiona sobre la dualidad del alma humana, capaz de abarcar en la misma piel a victimarios y a víctimas. Pero empatizar con ese ser humano victimario no le impide realizar su trabajo porque a él no le corresponde juzgar.
En la tercera trama, el recuerdo de ese ambiente y esas vivencias se presenta en forma de asesinato de un antiguo etarra. Y aquí aparece un personaje que alimenta un arquetipo que lleva camino de convertirse en habitual dentro de la narrativa cuyo protagonista sea la sociedad vasca. Aparece la rancia madre vasca como aquélla que inocula y escupe el veneno como si fuera un aspersor. La misma rancia madre vasca que aparecía también en Patria, de Fernando Aramburu. Personajes que, sin duda, merecerían un estudio psicológico y psicoanalítico profundo.
El crimen que, aparentemente, resultaba ser resultado de una pasión exacerbada en un ambiente gay es efecto directo del odio y del asco más oscuros, más sucios y más destructivos que pueda albergar un alma humana. El odio al diferente, un ser que se ha hecho diferente abandonando a los suyos, que ha traicionado a los suyos. Un ser que ha elegido ser individuo crítico y no una parte insustancial de la masa borrega, un “…instrumento humano de una energía oscura y profunda que iba mucho más allá de él…”.
El final, como en otras novelas de Bevilacqua entre ellas en Donde los escorpiones, es agridulce. Se intuye que el criminal asesino quedará libre aunque Vila y sus compañeros hayan cumplido escrupulosamente con su deber y también se intuye que, a pesar de que, ETA haya sido derrotada sigue infiltrada en los más profundo de algunas almas, esperando a resurgir. Quizá no en su forma más violenta pero sí de una manera más sibilina, manipulando el pasado y captando a nuevas generaciones de jóvenes que no sepan mucho de historia. Contra esa ingeniería mental debemos de abastecernos con herramientas de lo que en la novela se llama “reingeniería mental inversa”. También se menciona en esta novela el libro Revolucionarismo patriótico de Iñigo Bullain (pendiente de lectura por mi parte). Un resumen de Vila sobre la tesis de este libro es que el Movimiento de Liberación Nacional Vasco sobrevivirá a ETA por ser “…un vehículo político-militar todoterreno que junto a una carrocería patriótica empela un motor revolucionario”. Avisados estamos. Una novela para no perdérsela aunque yo no entiendo la ilustración de la portada y, además, tengo que seguir investigando por qué incluye el autor, al principio, una cita del Lapidario de Alfonso X. Y no es la primera vez que lo hace.
El lejano país de los estanques, 1998. Premio Ojo crítico
El alquimista impaciente, 2000. Premio Nadal
La niebla y la doncella, 2002
Nadie vale más que otro, 2004. Relatos
La reina sin espejo, 2005
La estrategia del agua, 2010
La marca del meridiano, 2012. Premio Planeta
Los cuerpos extraños, 2014
Donde los escorpiones, 2016
Tantos lobos, 2017. Relatos
Lejos del corazón, 2018
El mal de Corcira, 2020
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