jueves, 1 de octubre de 2015

Cine: Philomena de Stephen Frears (2013)

Judi Dench derrocha sencillez y naturalidad en esta película. Y a pesar de que denuncia una circunstancia terrible, la envuelve con la desbordante bondad del personaje. Es una historia real. Basada en el libro The lost child of Philomena Lee de Martin Sixsmith, relata la búsqueda de un hijo robado a su madre. En la Irlanda de los años 1960, Philomena Lee era una adolescente llena de vida. Y ya se sabe, verano, una verbena, un encuentro con otro joven adolescente y un embarazo imprevisto. A partir de entonces, su vida se rompe. 

Después de esto, encontramos a Philomena anciana. Sabemos que se casó y que tuvo otra hija porque, el día que su primer hijo hubiese cumplido los 50 años, tiene el valor (en una escena profundamente conmovedora) de confesarle a su hija que tiene un hermano. A partir de ese momento se atreverá a defender esa primera maternidad y se involucrará en la búsqueda de Anthony.

Después del embarazo su familia ya no quiso saber de ella, nunca más. Y el chico, tampoco, podemos suponer que habrá seguido preñando adolescentes y dejándolas sin más, pero la película ya no se ocupa de él. Seguimos la historia de Philomena, y la de tantas otras adolescentes. La solución, para evitar la vergüenza de las familias en aquellos años, era abandonar a la adolescente y dejarla a cargo de unas monjas. Doblemente abandonada por su familia y por el chico. No recuerdo ninguna película, libro o información periodística que aborde el abandono que sufrían estas niñas por parte de sus familias. Ninguna película que refleje cómo fue, a partir de entonces, la vida de sus padres y de sus madres, perfectamente integrados en una sociedad hipócrita, sin sentirse nunca culpables por haber abandonado a sus hijas. Sí que empieza a haber abundantes documentos de lo que las monjas hacían. Cosas terribles, desde luego. No voy a disculparlas, pero había otros muchos culpables que siguen estando en la sombra.

Los verdaderos protagonistas de la historia
Siguiendo con la película, Philomena vive en el convento con su hijo, con otras jóvenes en su misma circunstancia y de alguna manera es feliz. Las monjas sabían cómo sacar partido a su capacidad para aterrorizar a las adolescentes; aparte de recibir constantemente sus recriminaciones para que se sintieran eternamente culpables, las chicas eran una fuente de ingresos para las monjas. Trabajaban en condiciones de cuasiesclavitud, hacían de lavanderas a cambio de cobijo y comida. Mano de obra gratis. Además los niños eran vendidos en adopción a familias que pudieran pagar, sin tener en cuenta el consentimiento de las madres que muchas veces seguían siendo todavía menores de edad.

He pensado en él todos los días

A pesar de este planteamiento la película no resulta un melodrama. Al contrario es fresca y a veces incluso cómica. Sobre todo por la relación que Philomena establece con Martin Sixsmith. Él es un pedante periodista en horas bajas, descreído, de clase alta y excelente educación. Para redimirse de una mala racha profesional acepta escribir un reportaje de “casquería emocional”; este tipo de reportajes de "contenido muy humano".  Ella es una mujer sin estudios, sencilla y lectora voraz de novelas románticas que a Martin le parecen infumables y que ella se esfuerza en contarle con todo lujo de detalles. Sin embargo, el hecho de que cada uno de ellos haya sido expulsado de su mundo, por distintas circunstancias les une y crea entre ambos, casi inmediatamente, una especie de relación materno-filial. En alguna crítica he leído sobre la similitud de la pareja protagonista con don Quijote y Sancho, de orígenes muy diferentes pero unidos para enfrentarse a la injusticia; el entuerto a desfacer en este caso, es la injusticia vivida por Philomena, para tratar de restaurar el equilibrio en su vida. Me parece una comparación muy acertada, físicamente dan el tipo y psicológicamente la rabia de él ante la injusticia queda plenamente contrarrestada por la bondad de ella.


Es una película que, a pesar de relatar hechos terribles y de que ni siquiera en el último momento nos ahorra la crueldad de algunas monjas, es suave, elegante y muy sentimental y para conseguir su propósito en lugar de cargar las tintas sobre la sordidez del hecho, está muy equilibrada y esto es mérito, por supuesto del director Stephen Frears, pero sobre todo de la actuación de Judi Dench, acusando con fortaleza y perdonando con generosidad, y de Steven Coogan que, a pesar de las diferencias y de la distancia vital con Philomena, no la abandona en su búsqueda, por terrible que sea. 


Director: Stephen Frears
Guion: Steven Coogan y Jeff Pope, sobre el libro de Martin Sixsmith
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robbie Ryan 
Intérpretes: Judi Dench, Steven Coogan, Sophie Kennedy Clark

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