De François Ozon ya comenté hace un tiempo la película En la casa. En ambas un personaje se
cuela en la intimidad de la casa del otro y pone de manifiesto que las cosas no
son lo que parecen. En Una nueva amiga
las certezas de Claire sobre su vida, su mejor amiga y el marido de ésta se
tambalean, cuando visita inesperadamente el domicilio del viudo.
Desde la neutralidad moral y con mucha sutileza y humor, nos
presenta la evolución de los dos personajes hasta que se encuentran a sí
mismos. Claire (Anaïs Demoustier) ha jurado delante del ataúd de su mejor amiga, Laura, que cuidará siempre de su hija y de su desconsolado marido, David interpretado
por Romain Duris. Meses después cuando se presenta inesperadamente en casa de
David, le encuentra vestido con la ropa de Laura. David se disculpa diciendo
que el bebé echa de menos el olor de su madre y vestido así es capaz de
tranquilizar a su hija.
Así los dos se asoman y cuestionan con cautelas y prejuicios su identidad sexual y el puesto que ocupa la identidad sexual a la hora de
definir su identidad como personas. David se convierte en Virginia, la nueva
mejor amiga de Claire y a medida que Virginia se va superponiendo a David,
Claire también empieza a cuestionar su identidad y los verdaderos sentimientos
que tuvo por Laura, su amiga muerta.
Parece una situación escabrosa y dramática, pero resulta
todo lo contrario, fluida, divertida (sin caer en el esperpento) y muy tierna. Así
parece que el mensaje sería, da igual quien seas y da igual a quien ames y
también da igual el aspecto que tengas y si coincide o no con lo que la
sociedad espera de ti. Dentro de la libertad personal (Francia ha sido pionera
en defenderla) y el absoluto respeto por los demás, todos tenemos derecho a
cambiar y a vivir según lo que nuestros sentimientos nos pidan en cada momento,
independientemente de que no sea siempre lo mismo.
Un poco confuso, ¿no? Buena, la vida no tiene porqué ser
fácil, pero sí que debe ser nuestra para poder decidir en todo momento lo que
queremos y a quién queremos.
Aparece también en la película Gilles (Raphaël Personnaz),
el marido de Claire, pero su personaje no tiene gran relevancia. Toda la
película se apoya en la interpretación de los dos protagonistas y esto la hace un
poco pesada. Una vez que ya hemos visto la transformación de David-Virginia
resulta reiterativa. Supongo que por eso François Ozon introduce un elemento
dramático que, desde mi punto de vista, desentona y no llega a conmover.
No cuestiono la libertad individual ni el cambio de
identidad sexual ni de ningún otro tipo, pero sí que me resulta extraño que
los/las travestidos elijan un modelo de mujer que, para mí, ya está bastante desfasado. Muy
maquillada y encopetada, con sus taconazos y pestañazas y sus faldas de tubo
y medias de rejilla o con costura. Nada cómodo para la vida cotidiana de una mujer del siglo XXI. Es curioso que para los trans, hombres que se sienten mujeres, su referente de mujer sea la fantasía más común entre los hombres heterosexuales.
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