Ya he comentado otras veces que creo que no se escriben
suficientes libros ni se hacen suficientes películas que nos puedan ayudar a
entender el fenómeno del terrorismo. Intxaurrondo.
La sombra del nogal es una aportación esencial por lo que dice y sobre todo
por como lo dice. Profundidad, sensibilidad, cordura y dolor. Ion Arretxe es
guionista, dibujante y escritor. También ha trabajado de Director de Arte en
cine y ha dirigido algunos cortos.
En 1985, con apenas 20 años y siendo un estudiante, Arretxe
fue detenido por la Guardia Civil y trasladado al cuartel de Intxaurrondo donde estaba destinado el exCoronel Rodríguez Galindo, más tarde condenado por su pertenencia al GAL. A Arretxe se le acusaba de pertenecer a un comando etarra, así que se le aplicó la Ley Antiterrorista, quedando incomunicado, sin asistencia letrada ni judicial y sometido a torturas. En esa misma redada se
detuvo también a Mikel Zabalza, joven navarro que posteriormente aparecería
ahogado en un río sin que, después de 29 años, se hayan esclarecido totalmente
las circunstancias de su muerte. Arretxe tuvo más suerte y salió vivo de esa
experiencia pero, aunque nunca la había ocultado (a su entorno más próximo
especialmente), hasta ahora no había encontrado el tono justo para poder
escribirla y exponerla al público.
Eran los años de plomo y del plan ZEN en Euskadi. ETA se
había propuesto hostigar a una joven democracia que todavía no estaba consolidada y
el gobierno socialista, cedía a la presión de la derecha más rancia. El plan
Zona Especial Norte (ZEN) fue diseñado por Barrionuevo, entonces ministro de
Interior, como plan de lucha contraterrorista que abarcaba todas las
dimensiones del conflicto: social, política, legal y policial. En la práctica, terminó
siendo un instrumento fundamentalmente represivo contra los militantes de ETA y
también contra todo aquel que llevase el pelo largo y pantalones vaqueros y
fumase porros y alborotase, es decir, en los años 1980 todos los jóvenes de Euskadi (o de Murcia o de Huesca también). Pero además fue el caldo de cultivo ideal para el nacimiento de los Grupos Antiterroristas
de Liberación (GAL) y el terrorismo de estado; sin dejar de mencionar toda aquella cutrez de
Roldán y sus calzoncillos y sus putas robando el dinero destinado a la
seguridad de los guardias civiles.
Por el otro lado, estaba ETA, el enemigo fantasma, una sombra
que golpeaba y se desvanecía en Francia sin dejar apenas rastro. En aquel momento, Francia
era un santuario y el lema de ETA era Bietan Jarrai. Arretxe aclara también el significado del lema: “BIETAN JARRAI, continuar en
los dos. Contundentes como el hacha y astutos como la serpiente… golpear y huir”.
Golpear y huir, pelear con una sombra es sufrir estallidos de bombas y tiros en la nuca.
Cada uno con su lucha y su estrategia y en el fuego cruzado los que estaban en
medio, queriéndolo y sin quererlo. Arretxe escribe bien claro en su libro que
sabían dónde estaba la línea roja que no querían traspasar. Se podía ser
abertzale, sin ser nada más; quizá peque de ingenuo, quizá sea posible mantenerse al margen. La Guardia Civil no lo veía así, si se llevaba pelo largo y se hablaba en vasco, se era etarra. De todas
maneras, yo pienso que la neutralidad, cuando la situación es tan turbia y se vive en arenas movedizas, no es posible. Aunque uno mismo no quiera cruzar la línea roja, siempre puede haber algo o alguien que la mueva y te sitúe donde no
quieres estar.
Me alegro de que por fin Arretxe haya encontrado el tono
justo para este libro porque ha resultado ser una maravilla. No le conocía como
escritor. Ha sabido enfrentarse a esa dolorosa experiencia con la serenidad
suficiente, eligiendo muy bien las palabras que utiliza y alternando los
párrafos referidos a su situación de detenido con los de su vida normal de
estudiante y trabajador. El contraste entre las dos realidades llega a ser a
veces poético, “…medio abertzales y medio
punkis, bailando sevillanas por las calles de Benidorm con la gracia y el
duende del pato Lucas”, “Yo era un Gulliver herido por un ejército de
liliputienses”. Además el sarcasmo y la ironía rescatan al protagonista de
la desolación más absoluta en los días de aislamiento; también el absurdo. Según la ley
antiterrorista los detenidos tenían derecho a la asistencia de un médico, más
que nada debía ser para certificar que se les podía seguir torturando sin riesgo de
muerte: “El matasanos aquel me tomó el
pulso y me auscultó con el fonendoscopio. -¡A ver si fumamos menos!- me dijo en
tono de reproche”.
Este libro es otra aportación más para entender lo que pasó
en el País Vasco en los años 1980; esta vez desde el punto de vista de quien
estuvo muy cerca de cruzar la línea roja aunque fuese por un empujón. Muy
recomendable por la reflexión profunda, por lo que dice y sobre todo por cómo lo dice. La mejor manera que existe para luchar contra el terrorismo
es no contribuir a crear las condiciones para que surja.
Intxaurrondo. La sombra del nogal
Ion Arretxe
Ed Garaje Negro No Ficción
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