lunes, 2 de noviembre de 2015

Cine: Lasa y Zabala (2014) de Pablo Malo

Creo que desde los años 1960 la mayor tragedia que hemos vivido los españoles ha sido el terrorismo de ETA; pero nos hemos negado, no sé por qué, a analizar (desde todos los puntos de vista posibles y desde todas las disciplinas académicas) que pasó, cómo surgió o qué pretendía. Todos, es cierto, que hemos seguido las informaciones de la prensa, los comunicados de la banda terrorista y las declaraciones de políticos, pero no ha existido un verdadero análisis social, económico o antropológico de lo que ha sido el terrorismo de ETA. Siempre he pensado que el cine, en general, debería contribuir a facilitar ese análisis y que el cine español debería tratar el tema, desde diversos puntos de vista, al menos con una película al año, porque cualquier actividad humana es susceptible de ser analizada, pero no todas pueden tener explicación.

Por mi parte, no logro entender como unos jóvenes, apenas adolescentes, en los años 1980, consideraron su derecho y su obligación, bajo el pretexto de una causa política (la independencia del País Vasco), matar a otros jóvenes que llevaban distinto uniforme (policía, guardia civil y militares) y que, a veces provenían de zonas de España en las que no había muchas expectativas laborales. Además teniendo en cuenta que entonces gobernaba un partido socialista, que disfrutábamos de unas cotas de derechos civiles impensables unos años antes y que, bajo el amparo de la Constitución de 1978, se estaba estructurando un estado de las autonomías, imperfecto y ahora muy cuestionado, pero con un nivel de distribución de competencias incluso superior al de algunas repúblicas federales europeas. 


En los años 1980, la mayoría de los jóvenes sólo queríamos fumar porros y follar todo lo posible, disfrutar de la noche, de la música y los primeros conciertos internacionales, estudiar y encontrar un buen trabajo. Era el tiempo de la movida, de Almodóvar y de tomar la calle para divertirse. Pero en el País Vasco, una parte considerable de sus jóvenes no lo veía así. Yo no he tenido nunca un sentimiento nacionalista marcado, ni por mi comunidad autónoma ni por mi país. He sido siempre bastante crítica con eso, porque me parece que tiene un componente muy fuerte de masculinidad mal entendida. Desde el punto de vista de la crítica feminista, no creo que ninguna mujer deba tener sentimientos hacia las fronteras que los varones han creado y además estoy absolutamente segura de que dentro de esas fronteras (de cualquiera de esas fronteras vascas o españolas o catalanas) las mujeres siempre hemos sido ciudadanas de segunda o de tercera. Y seguirá siendo así por mucho tiempo. No tengo datos recientes, pero en el País Vasco no ha habido ninguna candidata a lendakari, ni alcaldesas para las ciudades principales ni para ningún otro cargo político relevante. 


Pero, a pesar de que yo no lo tenga, respeto el sentimiento nacionalista de otros, aunque no lo entienda y aunque ese sentimiento tampoco tenga una fundamentación histórica sólida. Mirando siempre al futuro debemos de encontrar maneras de convivir y coexistir y si la independencia de una parte de España, sea Cataluña, el País Vasco o Extremadura, es decidida por una amplia mayoría de la población la admitiré sin ningún problema; siempre que sea por cauces legales y siempre que el nacionalismo español no quiera impedir sus derechos al resto de nacionalismos. En este asunto, y en muchos otros, a veces parece que asistamos a una berrea de machos, meando todos a la vez para marcar territorio y excluir al otro.



Todo esto para decir que la película Lasa y Zabala me ha parecido fallida. Creo que el director tenía buenas intenciones, pero ha querido abarcar demasiado y al final no ha encontrado el tono adecuado para narrar la historia. Lasa y Zabala eran dos jóvenes de ETA (casi adolescentes) que fueron secuestrados en 1983 en Francia y torturados y asesinados en España por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación, dicho de otra manera terrorismo de estado), durante los años de plomo o de la guerra sucia. Pero si no se ha vivido o estudiado esa época, poco se puede entender de la película. No recrea el ambiente de terror, propiciado por el terrorismo de ETA y por el terrorismo de estado; en este sentido la película no es explicativa. El director ha elegido un tono narrativo bastante neutro, pero que al final resulta poco emocionante. No tiene tampoco ritmo de thriller, ni se centra en la investigación policial. Aparentemente es una crónica no lineal de los hechos, que salta en el tiempo entre el momento del asesinato y el momento posterior cuando se identifican los restos que por casualidad se encuentran en Alicante diez años después. Los personajes tampoco son muy elaborados. Son figuras de cartón piedra: en el bando de los GAL, los personajes acaban definiéndose por sus patologías mentales y en el bando abertzale, el abogado (inspirado en el personaje real de Íñigo Iruín) abrumado por las circunstancias, apenas tiene unos segundos de dilema moral, cuando su ayudante es asesinado con una carta-bomba. El director tampoco incide en las consecuencias políticas y sociales que tuvo el caso Lasa y Zabala, pasa de puntillas por el juicio, enumera las principales condenas y menciona que los principales acusados pasaron muy pocos años en la cárcel por diversos motivos.

Los verdaderos Lasa y Zabala

Sí que destaco la interpretación de Unax Ugalde como el abogado, Francesc Orella como Galindo y Ricard Sales que interpreta al guardia civil Dorado, uno de los implicados directamente en la muerte de Lasa y Zabala. Una lástima que la película haya quedado tan corta, en unos aspectos, por haber querido abarcar demasiado. 



Director: Pablo Malo 
Guion: Joanes Urkixo 
Fotografía: Aitor Mantxola 
Intérpretes: Unax Ugalde, Francesc Orella, Ricard Sales, Oriol Vila, Joan Anza, Cristian Merchan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, deja tu comentario