Impresionada me dejó la primera temporada de True Detective,
así que en cuanto me enteré que había salido este libro, sin dudarlo lo compré.
Esta antología está coordinada por Iván de los Ríos y Rubén Hernández.
Iván de los Ríos es doctor en Filosofía y Rubén Hernández es
investigador en Teoría del Cine y Estética Fílmica. Una buena combinación,
desde luego. En el libro hay relatos, un ensayo sobre la serie, una entrevista
a Pizzolato; todo ello perfectamente encajado para enriquecer la ficción y
también para indicar el origen literario de las obsesiones ampliamente tratadas
en la serie.
Muchas cosas se cuestionan en esta serie. Una de ellas tal y
como reconoce Pizzolato es la masculinidad tipo John Wayne que exhiben los
protagonistas; esa masculinidad tipo machos-en-berrea-constante que resulta una
armadura ya muy difícil de vestir. Y otra cosa cuestionada sutilmente es el
propio trabajo policial. Casi todas las series policíacas de televisión (y
también las novelas negras) parten de un supuesto firme: que buenos policías se
enfrentan a delincuentes excepcionalmente inteligentes o a fuerzas del mal
demoníacas y muy poderosas. Pero lo que se percibe de la investigación policial, antes de
que Cohle y Hart se ocupen del caso, es que los policías son bastante malos,
están mal pagados y no están dispuestos a arriesgar su culo por la desaparición
y muerte de prostitutas (únicamente por su misoginia) y de niños (porque son pobres), que son incapaces de relacionar crímenes claramente similares teniéndolos
delante de las narices por pura desidia.
La inspiración real de la serie está tratada en los tres
primeros capítulos del libro pero a partir del cuarto, cada uno de ellos está
dedicado a la inspiración literaria. Iván de los Ríos presenta a los varios
escritores y filósofos, a veces con cierto sarcasmo, que han contribuido a la
creación de este mundo de pesadilla plasmado después por Pizzolato. Y después
de esta presentación un texto, relato o fragmento del pensamiento de Bierce,
Chambers, Schopenhauer o Nietzsche, entre otros.
A Ambrose Bierce le debemos la invención de Carcosa y a Chambers
la de El signo amarillo. De Lovecraft,
Pizzolato toma el mundo húmedo y viscoso de Cthulhu y sus sacerdotes
demoníacos; una visión de la naturaleza arcana y salvaje, incontrolable y
oculta bajo una apariencia de civilización, pero lista siempre para saltar y
ocupar su puesto de nuevo. Un terror instintivo a volver al mundo de las
sombras, perpetuado en sociedades secretas, ya sean antiguos cultos sacrificiales
o modernos clubes como el Bilderberg.
Después el pesimismo filosófico de Schopenhauer, el alter
ego de Cohle. Con sus conceptos de inercia, absurdo y espiral de repetición que
más vale que no se detenga porque en cuanto
el movimiento se detiene, se hace evidente toda la esterilidad y el vacío de la
existencia.
Cthulu |
Seguimos con Dashiell Hammett que escribe sobre una ciudad
fantasma en la que todos los habitantes comparten un mismo objetivo, estafar.
Cualquiera que ponga en peligro sus actividades delictivas pondrá en peligro su
propia vida. No se me ocurre ninguna pesadilla que tenga más probabilidades de
convertirse en real, dada la facilidad con que la gente puede corromperse por
dinero o para sobrevivir. Y el siguiente relato es de Roberto Bolaño: los
humanos que pueden comportarse como ratas o las ratas que pueden vivir
humanizadas en las alcantarillas. Un individuo descubre que su mayor enemigo es
otro de su propia especie. Es terrible comprender que a partir de ese descubrimiento ya no hay salvación
posible. Para reflexionar.
La primera temporada de True Detective tenía esa vertiente
literaria y/o filosófica que la segunda temporada no ha tenido. No hay que
criticar a la segunda temporada por ello, simplemente la primera se sale de los
estándares policíacos. Eso no la hace ni mejor ni peor, sólo diferente o, hasta
ahora, única. Este libro sigue manteniéndonos en ascuas al profundizar en todos
los referentes literarios de la serie. Muy recomendable.
True Detective
Antología de lecturas no obligatorias
Varios Autores
Ed. Errata Naturae
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