Es una pena que en el cine español no se pueda abordar periódicamente
la adaptación de las grandes novelas clásicas como sucede en otros cines
europeos. Sería una manera de acercar la gran literatura a públicos diferentes
y de suscitarles la curiosidad. Aunque como pasa en este caso la adaptación no me
parezca muy acertada. De todas maneras después de la excelente adaptación de
Anna Karenina de Joe Wright en el 2012, el listón está muy alto.
Historia de frustración y adulterio con la muerte como la
única salida honrosa, pero también (aunque en la película se pierde un poco) de
descripción de costumbres en la Francia más provinciana. Me ha gustado mucho el
arranque de la película. Durante bastantes minutos no se escucha la voz de
madame Bovary. Vive en su convento feliz porque pronto lo va a abandonar para
casarse. Sonríe y juega con sus compañeras y sólo cuando reza oímos su voz; "Dios, que sea el adecuado", unas pocas palabras. Después en la boda, sólo sonríe. Sonríe cuando su padre
(un desconocido que la ha internado en el convento después de quedar viudo) le da
su regalo de bodas. Sonríe cuando su marido la lleva a su nuevo (primer) hogar
por unos caminos desolados y llenos de barro. Pero pronto deja de sonreír y
empieza a hablar, aunque sólo con su criada, con el prestamista y con su poco ambicioso
marido.
Parece entonces que muestra su verdadero carácter o que en
el transcurso de esos meses de casada en realidad ha cambiado. No deja las
novelas románticas, ni la música romántica, ni los paseos románticos. Pero sí
que empieza a mostrar la frustración de no ser nadie más que la esposa de un
médico rural en la Francia de mediados del siglo XIX. También muestra su ambición, una ambición que tiene como objetivo inalcanzable salir de ese pueblo y aunque no se
pueda plantear nunca vivir en París, por lo menos sí acercarse a la capital de la
provincia.
Otra cosa a destacar de esta madame Bovary es la falta de
relación con cualquier otra mujer, excepto con su criada. No tiene vecinas, en
la iglesia no se cruza con otras feligresas; los amigos de su marido parecen no
estar casados o quizá sí y sus esposas viven consagradas a sus empequeñecidos hogares.
No sé sabe; pero madame Bovary, como la novedad de la temporada, sólo se
relaciona con hombres. Y como ya he dicho en otros post, estos hombres en las
novelas del siglo XIX eran pequeños miserables, petimetres e insustanciales.
Arrogantes, inmaduros y dados a la caza mayor. A la caza mayor de mujeres casadas.
Flaubert quería bucear en el alma, en la psique de una
mujer, cosa imposible, teniendo en cuenta que su protagonista no tenía alma de mujer. Era una cría bobalicona educada entre fantasías. Madame
Bovary apenas pasa de ser una joven semianalfabeta que ha vivido en la oscuridad y que se ve deslumbrada por
cualquier breve chispa. Si el ambiente provinciano ahogaba a las mujeres, los
hombres provincianos tampoco eran unos grandes triunfadores sociales. Es
posible que tuvieran más dinero que las mujeres, pero desde luego brillantez intelectual
tenían poca. Monsieur Bovary tenía poco encanto, pero los amantes de su mujer
tenían mucho menos. Al menos Bovary era honesto en el trato que mantenía con
ella y conocía muy bien sus propias limitaciones.
Los amantes por el contrario sabían muy bien nadar y guardar
la ropa. Ese fue el problema de madame Bovary no se dio cuenta de que en ese
juego ella era el premio, pero no era una jugadora. No podía pretender dominar
el juego que los hombres habían inventado para entretenerse. Una vez que madame
Bovary se saltó las reglas del juego que no conocía, su única salida honrosa era
la muerte. Por haber sido tan estúpida. No la culpo por ser estúpida, no la
culparía por nada. Era una niña indefensa, inculta, emocionalmente analfabeta, en un mundo
aburrido y que no se parecía al mundo de sus novelas. Parece una copia mala de
don Quijote y su enloquecimiento por las novelas de caballería. Y lo peor de
todo es que, posiblemente, hubiese tenido condiciones y ambición para
convertirse en una gran médica o abogada o modista o cualquier otra profesión
que hubiese podido elegir, pero la vida no le concedió ni una oportunidad para
desarrollarse. Siglo XIX, que para las mujeres, sigue existiendo en la mayor
parte del mundo.
De esta adaptación cinematográfica pocas cosas más que destacar. Bastante plana y un poco tediosa y especialmente la música no acompañaba a la imagen. Una adaptación demasiado fiel y que no aporta nada nuevo.
Dirección: Sophie Barthes
Guión: Rose Barreneche, Sophie Barthes (Novela: Gustave Flaubert)
Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Fotografía: Andrij Parekh
Intérpretes: Mia Wasikowska, Henry Lloyd-Hughes, Rhys Ifans, Paul Giamatti.
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