Durante los años 2005 y 2006, Jesús Eguiguren por el Partido
Socialista y Josu Ternera por ETA, mantuvieron una serie de conversaciones para
iniciar el desmantelamiento de ETA. Esta película no es, por supuesto, un fiel reflejo de
aquellas conversaciones pero sí que ha servido de inspiración para demostrar
que cualquier negociación política, por muy seria que sea, acaba viéndose influenciada por esa red de relaciones personales, tejida entre personajes bastante
parecidos.
El director ha sido valiente al plantear su película como
una comedia, ahora, cuando la sociedad vasca todavía tiene que curar muchas
heridas y debe abordar un profundo proceso de arrepentimiento y de perdón, a
nivel individual, colectivo y social. Debe ser síntoma de que las cosas, en verdad están cambiando y de que ya no hay vuelta atrás. Ojalá sea así. El humor, en esta película, que es al mismo tiempo, inteligente y respetuoso, absurdo y delirante, supongo que ayudará a suavizar aristas.
No es una comedia de carcajada escandalosa pero sí de un
humor negro, tan negro, tan negro, que resulta brillante. Y además doloroso. A veces
recuerda a las películas de cine mudo, con unos primeros planos estáticos que
mueven a risa, pero una risa contenida, no sea que se vaya a alterar el precario
equilibrio de la negociación.
La comicidad está en los pequeños detalles domésticos de las
conversaciones. En el esfuerzo por intentar crear una atmósfera cómoda y para ello tener que salir a
hacer deporte con un traje de baño en lugar de con un chándal. También es cómodo tener los mismos
gustos en cuanto a putas. Y en beberse unas cañas cuando la negociación se atasca.
Todo esto, para los puristas de la negociación estaría prohibido. Pero los protagonistas, que se conocen, que han sido vecinos toda la vida, hasta que la política y el terror los separó, lo hacen.
Tres son los personajes que intervienen en la negociación.
Manu Aranguren, interpretado por Ramón Barea, es el representante del gobierno.
Mal vestido, desaseado, impotente sexualmente, con poco dinero, más parece un paleto bellotero que un negociador
de alto nivel. Sin tener la confianza ni de su partido ni del gobierno, está
empeñado en contribuir a aligerar un poco la tensión que se vive. Cree que ha llegado el
momento de plantearse seriamente la paz porque sus amigos de la infancia y aquéllos
con los que jugaba al fútbol de adolescente, no le hablan desde hace treinta años.
Cada uno quedó de un lado del conflicto. Vive solo y eso se nota; es torpe en
sus relaciones y con el teléfono móvil.
Josean Bengoetxea interpreta a Jokin. Jokin también tiene
cierto aire de paleto, pero no se puede comparar con Manu. Es más culto. Habla y
lee en francés perfectamente; entiende también al mediador inglés. Casi presume
de ser un vasco cosmopolita hasta que, enseguida, es sustituido en la negociación por
Patxi (Carlos Areces), otro representante de lo vasco con txapela. Patán,
gritón, amenazador y putero. Se pasea por la ciudad con el pistolón al cinto sin ningún pudor.
El resultado lo sabemos. Aquellas conversaciones no
terminaron en nada definitivo. ETA volvió a atentar, y esto se muestra en la
película con mucha delicadeza. Manu tiene que pedirle a su vecina que le ayude
a hacer el nudo de una corbata negra. Humor de luto.
Dirección y Guion: Borja Cobeaga
Música: Aránzazu Calleja
Fotografía: Jon D. Domínguez
Intérpretes: Ramón Barea, Josean Bengoetxea, Carlos Areces, Melina Matthews, Oscar Ladoire.
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