En El cartógrafo, Juan
Mayorga trata de dibujar el mapa que preserve la memoria de un hecho trágico. Para
ello dispone del talento de José Luis García-Pérez y de Blanca Portillo,
encargados de dar vida a todos los personajes de la obra, en diferentes
contextos y en diferentes tiempos también.
No he estado nunca en Varsovia y suponía que hoy quedarían vestigios
de lo que fue el gueto y alguna placa conmemorativa, pero parece que no es así.
Juan Mayorga estuvo buscándolos y no pudo encontrarlos. De ahí surge esta historia. Un impulso cada vez más necesario, frente a esos líderes políticos irresponsables que se empeñan en seguir manteniendo muros y, lo que
es peor, construyendo otros nuevos. Estos líderes son auténticos y peligroso engañabobos. Prometen a su propia gente que con muros estarán a salvo, pero saben que es mentira porque el peligro son ellos mismos. Su amoralidad y su comportamiento infame.
En el gueto de Varsovia se confinó a los judíos antes de
llevarlos al exterminio. Se creó una ciudad dentro de otra ciudad. Así, para
que no nos quede ninguna duda de que los polacos no judíos sabían lo que pasaba.
Se crearon también instituciones de gobierno regidas por los propios judíos,
escuelas, hospitales y orfanatos, incapaces de dar el servicio para el que
fueron pensados y que sólo paliaban la desesperanza y el desasosiego de
personas que iban a ser exterminadas y que cuánto más debilitadas estuvieran
menor resistencia pondrían.
Un hombre y una mujer españoles acaban de ser destinados a la
embajada española en Varsovia. Llegan con sus conflictos y sus dolores, más
evidentes en el caso de la mujer que en el de su marido. Blanca pasea por
Varsovia para apaciguar su dolor y encuentra una exposición de fotografía que
le llevará a trazar el mapa de la memoria sobre el gueto, enfrentarse con su propio dolor y hacer que su marido se enfrente al suyo. El diplomático ni entiende el dolor de su mujer ni quiere recordar el propio.
Años atras, durante la II Guerra Mundial, la niña quiere aprender a trazar un mapa para escapar del gueto y
conservar la memoria de su abuelo, el cartógrafo. Estas dos parejas nunca se encontrarán
en la vida, pero en el teatro una dependerá de la otra. Recordar la injusticia, el dolor y el exterminio,
de alguna manera, devuelve la vida a quienes fueron exterminados.
En el escenario una mesa y dos sillas y los dos actores
vestidos de rojo, como símbolo de vida. Lo demás queda para el espectador, para que
cada uno recree su propio gueto. Quienes critican la existencia de la Unión
Europea olvidan porqué se creó. Superar odios y rencores de siglos no es tarea
fácil y a cada momento podemos retroceder lo que nos parecía haber avanzado.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué es tan fácil repetir y repetir los mismos
errores, por muy trágicos que hayan sido? Porque el olvido es una fuerza
poderosa.
Ayer fue el gueto de Varsovia y hoy es Alepo, en Siria. A pesar
de la avalancha de imágenes al alcance constante de nuestros ojos, en cuanto
vemos queremos olvidar. La reflexión que facilita esta obra es seca, sin
lágrimas y sin falsos arrepentimientos, pero muy dolorosa y por ello necesaria.
Autor y Dirección: Juan Mayorga
Ayudante de Dirección: Carlos Martínez Abarca
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Música: Mariano García
Intérpretes: Blanca
Portillo y José Luis García-Pérez
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