El autor.-
Javier Sierra nació en Teruel en 1971, es escritor y también
periodista; ganó el Premio Planeta en el año 2017, con esta novela. Es un autor
muy exitoso, incluso en 2006 figuró en la lista Top Ten de The New York Times.
Ha estado siempre muy interesado por sucesos que todavía no están explicados o
cuya explicación no le convence. En prensa escrita y en radio y televisión ha
conducido revistas y programas como Año Cero,
Otra dimensión o Cuarto Milenio. Otras
obras suyas: La pirámide inmortal, El maestro del Prado, Las puertas templarias.
Mi opinión.-
Aunque la lectura de algún libro me haya decepcionado no me
importa dar una segunda o tercera oportunidad al autor, si me queda tiempo. Eso
me pasó con El maestro del Prado que,
al final, me resultó demasiado abrumadora y, como novela de misterio,
excesivamente previsible, pero como guía del Museo del Prado, es excepcional.
De Dublin hasta el Pirineo oscense, en búsqueda |
Pero bueno, en cuanto supe que Javier Sierra publicaba nueva
novela en la que San Pedro el Viejo y
Santa Cruz de la Serós en Huesca eran personajes principales, no lo dudé y
me lancé a por ella. Soy capaz de cualquier cosa para promocionar el románico
oscense. Puro, recio y profundo.
San Pedro el Viejo, Huesca |
Esta novela me ha resultado más interesante que El maestro del Prado. Tiene más ritmo y
sabe sostener la intriga a lo largo de las poco más de 500 páginas. El
protagonista, un joven investigador decidido y apasionado por las palabras y
los libros raros, es reclutado por una dama culta para participar en un club
selecto, la Montaña Artificial, dedicado a la búsqueda de la verdadera
sabiduría. Allí se encontrará con una joven enigmática y otros compañeros aunque,
en realidad, antes de llegar a la verdadera sofía
deberá recomponer su pasado, sus carencias familiares y encontrarse con su
verdadero yo.
Catedral de Jaca |
Se propone pues un viaje iniciático cuya materialización
tendrá lugar en las diferentes iglesias del grial por Barcelona, Jaca, Huesca, Valencia
y otras iglesias de Gerona. Esta búsqueda del grial conlleva sus peligros pero
también su recompensa. En este caso, la literatura y el arte, especialmente la
pintura románica, serían las fuentes ocultas de poder, los vehículos para
hallar el camino hacia lo trascendente, hacia la raíz primigenia de lo
absoluto.
La montaña artificial |
Aunque, para los descreídos o por lo menos para los
descreídos protagonistas de esta novela, el grial sólo fue una invención para
dar prestigio a una nueva casa real, la de Aragón, en el momento en que se escindía
de los reyes de Pamplona y se estaba reconquistando la península a los
musulmanes Pg. 169). Como consecuencia de esta gran campaña publicitaria, las
iglesias del Pirineo ofrecen a la vista representaciones del grial como un
cuenco luminoso.
Independientemente de la versión que creamos, las pinturas
están ahí para ser admiradas, más que observadas, en busca de claves místicas. Están
ahí sus colores profundos, sus rasgos esquemáticos y aparentemente duros, el
despliegue de su simplicidad, nos vincula con aquéllos hombres y mujeres que
vivieron hace mil años y que, ante la futilidad de la vida, creyeron en una
vida eterna perfecta.
Santa María de Ginestarre |
Esta Montaña Artificial, que busca el verdadero conocimiento, tendrá
que separarse y seguir las distintas rutas del Grial. Y, en esto, yo hubiera
preferido que la ruta oscense tuviera una mayor relevancia. Aun así, vale la
pena embarcarse en la lectura de esta novela. Creo que, esta vez, el autor ha mostrado
un cuidado especial a la hora de acercarse a la literatura, a la pintura y a sus
misterios.
El fuego invisible
Javier Sierra
Ed. Planeta
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