lunes, 15 de enero de 2018

Cine: Espías desde el cielo de Gavin Hood (2015)

Zygmunt Bauman en su libro Modernidad y Holocausto consideraba al holocausto no como una locura de unos pocos, sino como un producto normal de la sociedad moderna occidental. Ya comenté en otro post de este blog lo horripilante que me parecía esta afirmación, pero al mismo tiempo muy adecuada, Modernidad y Holocausto

Los avances tecnológicos durante los dos últimos siglos han facilitado la guerra a distancia. Presionar un botón para matar a otros, durante la II Guerra Mundial, podía liberar al ejecutor de sus íntimos remordimientos. No es eso lo que se afirma en esta película. A pesar de exhibir todo un alarde de tecnología ultramoderna aplicada en una guerra asimétrica y además peleada a distancia, queda todavía espacio para las dudas morales de quienes deciden bombardear y de quienes, en última instancia, pulsan el botón.



Así podemos observar el proceso de toma de decisiones en el caso de un bombardeo con víctimas colaterales civiles y la realización efectiva de esa decisión tomada. Y en ese proceso tendremos la oportunidad de ver no sólo la jerarquización de la toma de decisiones, sino también el enfrentamiento entre los distintos niveles. Por un lado, la confrontación entre políticos y militares; por otro, los estilos diferentes entre británicos y estadounidenses; y por último, la guerra tradicional que requiere la infiltración de agentes en el campo del enemigo frente a la guerra tecnológica a distancia.


Todo ello se mezcla en este thriller muy eficazmente y con la entrega absoluta de sus actores principales, Helen Mirren y Alan Rickman entre los más conocidos, pero todo el reparto cumple muy bien su cometido. Especialmente porque consiguen transmitir las sensaciones de peligro, inseguridad, impotencia y duda, simplemente sentados frente a una pantalla de ordenador.


Después de hacer un seguimiento durante años, los británicos tienen la oportunidad de detener a una peligrosa terrorista británica, convertida en esposa de un líder de al-Shabab en Kenia. Pero durante la última vigilancia, descubren que, en esa misma casa, varios terroristas suicidas se están preparando para realizar un atentado. Descartando la posibilidad de detener a la terrorista, deben de enfrentarse a tomar la decisión de bombardear la casa y con ello ocasionar daños colaterales, muerte, mutilación y heridas, en civiles indefensos. La personificación de estos civiles indefensos será una niña que se sienta a vender pan en la misma esquina donde se está preparando el atentado. Ver el rostro de esa niña, ponerle cara a las víctimas, paraliza el final de una operación largamente planeada durante un tiempo precioso.



Así, veremos reunidos a todos los intervinientes británicos. Militares, parlamentarios, juristas y miembros del gobierno expresarán sus dudas y temores. Ante los argumentos sobre el claro mal menor de los militares, políticos tratan de eludir su responsabilidad en la decisión. El ministro de defensa quiere pasarle la decisión al ministro de asuntos exteriores. Pero éste, ha comido unas gambas en mal estado y tiene una diarrea terrible. No se siente capaz de decidir porque además hay ciudadanos estadounidenses entre los terroristas. Así que decide consultar obligatoriamente con el secretario de estado de EEUU.


Y el secretario de estado, que no tiene tantos remilgos como los europeos, está encantado de que maten a un traidor a la patria y además no quiere que le molesten mientras está jugando al tenis de mesa con una representación de chinos que, al fin y al cabo, tienen el dinero que EEUU necesita. Llega un momento en que el espectador puede pensar que la guerra es bastante parecida a lo que Gila, gran humorista, decía con su teléfono: “¿Está el enemigo? Que se ponga”.


Tampoco la representante del Parlamento británico queda en muy buen lugar. A pesar de que el jurista mantiene que jurídicamente ese bombardeo no sería reprochable, la parlamentaria no se atreve a refrendar esa decisión aduciendo que la opinión pública no perdonaría la existencia de víctimas inocentes; aunque en un nivel más profundo, todos entendemos que su preocupación no está con las víctimas sino con la posibilidad de perder las próximas elecciones.


A pesar de todos estos impedimentos, una vez tomada la decisión de bombardear, corresponde dar voz a quienes deben ejecutarla porque serán los que carguen en su conciencia con la muerte de los inocentes. Esta vez es más fácil, puesto que los militares están sujetos a la cadena de mando, pero aún con todo, pueden expresar sus objeciones antes de acatar la orden de bombardear y pedir una evaluación de riesgo, simplemente para ganar un poco de tiempo e intentar que la niña desaparezca de la diana. Para esto contarán con la ayuda de los agentes de campo africanos. La intervención de estos últimos nos hace ver que, a pesar de toda la tecnología, el elemento humano básico y su capacidad de improvisación son imprescindibles.


Lo que no me ha gustado de la película es que toma partido, claramente, a favor de los militares y muestra a los políticos como cobardes, que quieren sacudirse la responsabilidad de decidir. En este sentido, la película es demasiado maniquea. Tampoco incluye una reflexión sobre los terroristas a los cuales no se les concede voz y vemos siempre a distancia. Todo esto, sin embargo, no resta ninguna efectividad para que la película funcione como un gran thriller. 


Director: Gavin Hood
Guion: Guy Hibbert
Música: Paul Hepker, Mark Kilian
Fotografía: Haris Zambarloukos
Intérpretes: Helen Mirren, Alan Rickman, Aaron Paul, Barkhad Abdi, Iain Glen, Phoebe Fox. 

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