El autor.-
Slavoj Zizek es un filósofo, sociólogo, psicoanalista y
teórico cultural nacido en Eslovenia. Yo sustituiría todas esas calificaciones
por una única, la de científico social aunque la prensa le llame agitador de
conciencias. No sé si es muy correcto pero tanta diversificación en disciplinas
académicas a veces tampoco es muy operativa. En sus obras trata de aunar el
materialismo dialéctico con el psicoanálisis de Jacques Lacan, además de
utilizar ejemplos de la cultura más popular. Otras obras suyas: ¡Bienvenidos a tiempos interesantes!, Robespierre, virtud y terror, El prójimo, tres indagaciones sobre teología
política.
Mi opinión.-
Me gusta que a Zizek se le considere un agitador de
conciencias y estoy segura de que esa debe ser la principal función de un
intelectual. Además, Zizek es un agitador de conciencias mediático, con gran
capacidad de comunicación y una gran erudición y un considerable dominio de las
redes sociales. Parece el prototipo de intelectual del siglo XXI; aquel que ya
no tiene sitio en los medios de comunicación tradicionales y se busca nuevos
foros desde donde dirigirse al mundo y especialmente a los jóvenes.
En este libro trata sobre la crisis de los refugiados pero
lejos de considerarla un problema humanitario puntual, la considera una
consecuencia lógica de la estructura del capitalismo neoliberal y su férrea
división de clases. Considera que el capitalismo global es una especie de
invernadero, cuyo interior está domesticado, climatizado y férreamente
protegido para que el exterior, en este caso los refugiados, no le perturbe.
Es muy crítico con la izquierda (domesticada) occidental,
pero al mismo tiempo parece caer en lo mismo que les critica: abogar por una
solución imposible. La izquierda occidental sería una especie de “alma bella
cínica”, que defendería abrir las fronteras a los refugiados, sabiendo que esto
sería un desastre y, además, que la derecha lo impediría. Zizek, todavía va más
allá y su solución será intentar reconstruir una sociedad global: “…esta
solución a gran escala es la única realista, y la exhibición de virtudes
altruistas nos impide, en última instancia, lograr ese objetivo” (Pg.15). Es
posible que sea la mejor solución, pero desde luego no puede realizarse
inmediatamente y mientras tanto ¿qué hacemos con los refugiados? No sé si Zizek
peca de un cinismo mayor o si es pura ingenuidad.
La izquierda occidental, desde mi punto de vista, tiene que
corregirse a sí misma. Por un lado, hace gala de un excesivo buenismo y de creer que el enemigo de mi enemigo es mi amigo y esto no siempre se cumple. Además, es
excesivamente masoquista y desprecia todo un conjunto de instituciones y normas
sociales por el solo hecho de ser occidentales. Muestra un antieuropeísmo feroz
y poco útil, al relacionar cualquier iniciativa europea con el colonialismo o con el
postcolonialismo, cuando en realidad debería ocuparse de reinterpretar y
asimilar estas normas e instituciones de manera mucho más crítica y creativa y
salir reforzada en ese empeño.
Para plantearse una reflexión crítica, Zizek cree que hay
que romper cinco tabúes: 1/ el deber de escuchar a todo el mundo; 2/ equiparar
cualquier legado emancipador europeo con el imperialismo cultural y el racismo;
3/ proteger nuestro modo de vida a toda costa sería una categoría protofascista o racista;
4/ prohibir cualquier crítica hacia el Islam por considerarla “islamofobia”; 5/
equiparar religión politizada con fanatismo.
Tarea difícil por no decir imposible, aunque más difícil
sería ver al Otro, al refugiado, tal cual es y aceptarle. Pienso que los refugiados
que están llegando en estas condiciones tan lamentables, después de ser
explotados por las mafias, pertenecen a las clases más populares, las clases
que no han podido huir antes por diversas razones. Si esto es así, podríamos
pensar que, socialmente, son muy conservadores, muy apegados a sus tradiciones
y muy críticos con el modo de vida occidental, especialmente con el modo de
vida occidental de las mujeres; además, son hombres que han sufrido la “dislocación
social debida a una rápida industrialización [que además ahora ha fallado]” (Pg. 39) y que ven su masculinidad amenazada, como piensa
Beatriz Gimeno en Feminicidio (Graciela Atencio ed.)
En definitiva, un libro para leer con sosiego y no intentar
encontrar certezas ni respuestas a todos los interrogantes. Pero sin olvidar que, ahora, los refugiados sirios están muriendo en las montañas del Líbano por congelación.
La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror
Slavoj Zizek
Traducción: Damiá Alou
Ed. Anagrama
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