La autora.-
Virginia Aguilera nació en Zaragoza en 1980. Ha participado
en varios libros colectivos de relatos y ha recibido varios premios literarios.
Por esta novela consiguió el XIX Premio Francisco García Pavón de Narrativa
Policíaca. Otras obras suyas: Helena Kin,
Mundo Salvaje, Hijas de Mary Shelley.
Mi opinión.-
Me gustaría que esta novela iniciara una serie protagonizada
por este inusual tándem. La joven Candela, impulsiva e inexperta, y el juez Rodríguez, reflexivo y maduro, podrían
recorrer la interesante historia de España de mediados del siglo XIX y
entenderíamos que la corrupción y la
miseria moral actuales quizá tuvieron sus antecedentes allí. Basta mencionar un
párrafo de la novela: “Hacia 1867, la obsesiva construcción de los “caminos de
hierro”… se había convertido ya en un auténtico quebradero de cabeza. Los
capitales extranjeros había huido…”. Si sustituimos caminos de hierro por aeropuertos,
ya empieza a sonarnos la canción.
Candela, ya lo dice su nombre, será luz para los ojos casi ciegos
del juez y también para los nuestros, que tenemos un poco olvidada nuestra
historia sobre todo si no ha pasado en las grandes ciudades.
La novela se ambienta en un pueblo de Teruel, en 1868, antes del estallido de la Septembrina, la Gloriosa, que como todas las revoluciones terminó en fracaso. Si en los últimos años Teruel ha tenido que esforzarse para no ser
invisible, en el siglo XIX podemos imaginarnos lo que sucedía por allí. Los
caciques, herederos del feudalismo más rancio, apoyados por la iglesia católica
y la ley, no sólo disfrutaban de sus privilegios sino que disfrazaban su
codicia y su abyección más absolutas, corrompiendo incluso las nuevas ideas
pensadas para liberar a la humanidad.
Un escritorio así utilizaría Candela |
En un falansterio llamado Alegría, antes llamado
Villacadima, cerca de Monreal, ha desaparecido una mujer. Precisamente la
encargada del almacén. El juez y su ayudante tendrán que averiguar qué ha
pasado y para ello deberán trasladarse a vivir allí. Se encontrarán con una
combinación de brutalidad y silencio que encubre los abusos tradicionales
contra los trabajadores y especialmente contra las mujeres trabajadoras. Además
de ser testigos de cómo una ideología brutal se implanta en los más pequeños.
Monreal del Campo |
Los falansterios eran comunidades rurales autogestionadas y
autosuficientes, creadas por uno de los socialistas utópicos del siglo XIX,
Carlos Fourier. Se suponía que diseñando una nueva organización social,
jerarquizada por funciones no por herencias ni por privilegios, los problemas se
solucionarían. Sin embargo, estas comunidades fracasaron enseguida porque en la
nueva organización social siempre se filtraban los vicios humanos tradicionales:
envidia, codicia y mentira.
Así se proyectaba un falansterio |
La novela está muy bien escrita, incluso recuperando
palabras y expresiones un poco en desuso, campanudo.
Además incluye una introducción a la turbulenta época, repúblicas, restauraciones
y pronunciamientos militares. A la narración se añaden fragmentos de
interrogatorios judiciales, notas y cartas personales de los protagonistas. Son
precisamente estas cartas y notas las que nos permiten entender, antes que los
propios personajes, que comienza su historia de amor. Además de la intriga y el costumbrismo, proporciona una reflexión sobre la condición humana. Muy recomendable.
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