Sin duda, esta es la más extraña, hipnótica y
psicoanalítica película que he visto en mi vida. Es una película de 1976, filmada en 16 milímetros y durante 7
días, con un presupuesto escasísimo de 2.700 libras. El director fue Celestino
Coronado, también escritor, actor, mimo y director artístico de la Compañía de
Linsay Kemp, con quien también preparó otra versión de El sueño de una noche de verano. Para graduarse en el Royal College of Art dirigió esta
película de apenas 60 minutos.
Lo primero que me llamó la atención de esta película es que
Helen Mirren desempeña dos papeles. Es Gertrudis, la madre de Hamlet que ha
vuelto a contraer matrimonio con el hermano y asesino de su marido, y Ofelia,
la prometida de Hamlet, que termina suicidándose. Me resultaba extraño que una
actriz desempeñara al mismo tiempo dos papeles tan diferentes. Pero para Helen
Mirren no hay nada imposible, aunque ella esté deseando y esperando interpretar
algún día al mismo Hamlet. No sería la primera mujer que lo hace. Incluso en
España, hace unos años, Blanca Portillo se atrevió con el papel.
Helen Mirren interpreta a Gertrude como una mujer madura,
consciente de su sensualidad, aunque sabe ocultar perfectamente bajo una apariencia de
ingenuidad, su capacidad de manipulación y el poder que tiene sobre los hombres. No es una pobre viuda que ha
tenido que acceder a un matrimonio de conveniencia, sino, probablemente, una
mujer que ha sabido utilizar su sexualidad para no quedarse fuera del juego del
poder. En una de las escenas, Gertrude duerme y se convierte en el cadáver de
Ofelia que acaba de suicidarse. Quedan así perfectamente unidas, intercambiables, como
si estuviera asumido, desde el principio, que el destino de cualquier joven rubia
tonta, inocente y enamoriscada del primero que llega, fuese indefectiblemente convertirse
en una mujer manipuladora, consciente de que su atractivo sexual es su único poder.
Otra extrañeza más de esta película es que unos hermanos gemelos, Anthony y David Meyer,
interpretan el papel principal: Hamlet. Así, exhibiendo la bipolaridad del alma
de los personajes mediante el juego de los dos actores gemelos, se obtiene una interpretación
más psicoanalítica de la propia película. Hamlet vestido de negro (Anthony) y Hamlet vestido de blanco (David) representan el alma desgarrada por el dolor. Ambos se colocan frente a la lasciva Gertrude y la casta Ofelia, que son caras de la misma moneda o la misma mujer en diferentes momentos de su vida. Desde el primer momento los gritos
desgarradores y la desnudez total de Hamlet nos ponen delante de su
desesperación y de la necesidad de vengar la muerte de su padre y castigar la deslealtad
de su madre.
No cabe duda de que, en su momento y ahora también, es una
película de vanguardia. Con una fotografía muy arriesgada y realizada con una
considerable pobreza de medios y una gran creatividad. Dirigida también a
provocar al público por la crudeza de sus desnudos y una puesta en escena
minimalista pero con unos efectos visuales psicodélicos y perturbadores. Todo
en esta adaptación de Hamlet produce vértigo y desasosiego: dos actores
interpretan un papel y una actriz interpreta dos papeles. No es fácil seguirla
aunque se conozca la historia.
Dirección y Guión: Celestino Coronado (Teatro: William Shakespeare)
Música: Carlos Miranda
Fotografía: R. Anthony, Andy Humphreys, Richard Perrin, Robina Rose
Intérpretes: Anthony Meyer, David Meyer, Helen Mirren, Quentin Crisp y Barry Stanton.
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