Debe de ser difícil innovar a la hora de meterse en la
producción de una nueva versión de un clásico del cine y de la literatura. No
he seguido exhaustivamente la carrera de Kenneth Branagh como director pero me
sorprende en sus últimas películas el tratamiento tan clásico que ha elegido.
Después de ver Mucho ruido y pocas nueces
o La huella (magnífica) o En lo más crudo del crudo invierno y ser
consciente de su pasión por Shakespeare, nunca conseguiré entender su versión
de La cenicienta.
A veces pienso que estos directores deciden hacer un cine
más comercial, puntualmente, para poder luego dedicarse a proyectos más
arriesgados sin comprometer su dinero. No sé. En cualquier caso, esta vez
Branagh también ha elegido otro clásico de la literatura inglesa y del cine.
Agatha Christie.
Asesinato en el Orient
Express es la décima novela protagonizada por el detective belga Hercule
Poirot. La escribió en 1934 y se basó para ello en un caso real. El secuestro y
muerte del hijo de Charles Lindbergh, cuando el crío tenía año y medio. Conmocionó
a la opinión pública.
El referente mítico para esta película es la que rodó Sidney
Lumet en 1974 con un porrón de estrellas de Hollywood, como esta vez. En la
comparación entre ambas, yo creo que la versión de Branagh sale bastante bien
parada. No puedo evitar decir que le sobra algo de metraje y que en 90 minutos
podía haberse lucido igual, pero ya me parece que llego a la obsesión con la duración
de las pelis.
La ambientación, la fotografía, las interpretaciones, todo
es de primera calidad. El reparto es espectacular pero, al tratarse de una
película coral, apenas pueden lucirse. Sin dudarlo, destaca Michelle Pfeiffer que,
incluso, se parece físicamente a Lauren Bacall (que lo interpretó en la versión
de 1974). Y echo de menos que Judi Dench no haya podido dar un recital interpretativo,
otra vez será.
Ha habido algunos cambios y adaptaciones para actualizar la
peli. Por ejemplo, un personaje es interpretado por un actor afroamericano y no
recuerdo que en la versión anterior uno de los personajes compartiese simpatías
con los nazis, pero en lo sustancial esta versión es muy fiel al libro. Quien
más cambiado está, sin embargo, es el propio Poirot. Y no hablaré de su bigote.
Durante la peli asistimos a su transformación, a su
humanización. Empieza con una exhibición de lógica y arrogancia aplastantes
pero, poco a poco, claudica ante la brutalidad del asesinato. Añora a Catherine
a la que no conocemos. Probablemente un amor de juventud. Pero es al final,
cuando resuelve el caso, cuando sus principios morales se apoderan de su lógica
punitiva. Y sufre y deja la sentencia final para otros. No puede condenar a quienes
han sufrido tanto, aunque hayan cometido un hecho tan terrible.
Recuerdo de la versión anterior un ambiente mucho más
claustrofóbico; pero, en ésta, aunque se sigue rodando en los vagones del tren, inmovilizado por una avalancha de nieve, los
planos cenitales evitan esa sensación. Película muy recomendable, además los exteriores en las primeras escenas se rodaron en Malta y yo adoro Malta.
Hablando de otra cosa, no creo que la película sirva para
restablecer el verdadero Orient Express.
Se inauguró en 1883 y era el tren más lujoso de la época, para burgueses y
aristócratas europeos. Hablar del Orient
Express nos remite a viajes exóticos, a otra manera de viajar sin prisa que
los aviones y los trenes de alta velocidad han finiquitado. Su ruta principal,
la más literaria, conectaba París con Estambul, aunque hubo también otras, por
toda Europa que, lamentablemente, dejaban fuera a España. A finales de 2009,
¡sí, siglo XXI!, el Orient Express realizó
su último viaje. París-Viena.
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