miércoles, 6 de diciembre de 2017

Ensayo: Comme un chant d'espérance de Jean d'Ormesson

El autor.-
Jean d’Ormesson es un escritor francés, miembro de la Academia. Fue también catedrático de filosofía y director del periódico Le Figaro. Propuso para su entrada en la Academia a Marguerite Yourcenar que fue la primera mujer en hacerlo. En una entrevista dada a El cultural, en 2012, se definía como un hombre de derechas con creencias de izquierda y consideraba que la vida era como el matrimonio, los primeros cuarenta años son muy difíciles pero luego todo se arregla y funciona muy bien. Tiene 92 lúcidos años. No ha sido muy traducido en España. Su obra más conocida aquí es La historia del judío errante. 

Mi opinión.-
Es curioso que en el inicio de este libro, el autor confiesa que quería escribir una novela sobre la nada. Paradójicamente (o no), le ha salido un ensayo sobre cuál es el origen del universo, cuál es el sitio de los humanos en él y qué debemos pensar de la existencia de Dios. Creo que, por su trayectoria como catedrático de filosofía, este desvío no ha sido involuntario.

Descendimiento (fragmento). Van der Weyden 
En un tono distendido y no por ello menos profundo y erudito, el autor se sumerge en la ciencia más especializada para explicar el origen del universo y encuentra un cierto paralelismo con la explicación religiosa de ese origen. Así, si para los filósofos antiguos como Parménides el universo era eterno, existió siempre y siempre existirá, para la iglesia (católica) Dios es creador del mundo, estableciendo un principio y un fin para el mismo, y entre ese principio y ese fin, encontramos la historia, el relato del universo, donde el ser humano se ubicará.

Cristo de Cellini. El Escorial
A pesar de su lejanía con la Biblia, matemáticos y cosmólogos de última generación coinciden en que el universo tiene, o tendrá, principio y fin. También afirman que, más allá del muro de Planck, las leyes humanas “supuestamente universales” no se cumplen. Así, que el primer problema que Ormesson se plantea es la existencia de dos “nadas”: la de antes del principio y la de después del fin, la de antes de nacer y la de después de morir. ¿Serán la misma nada?

El sueño de Santa Úrsula. Carpaccio, 1495
Si hay algo entre el principio y el final del universo son un espacio y un tiempo. En ese espacio y en ese tiempo surge (por una explosión fortuita o por el designio de Dios) el todo: animales, estrellas, hombres, mujeres, el pensamiento, la duda, el arte, las ideologías, los dioses y las diosas. Pero cómo y porqué han surgido, es otra cuestión. Ormesson introduce entonces los conceptos del azar y la necesidad. Reflexionando sobre la dualidad del todo/nada se asoma a la inmensa pequeñez del universo; y dentro de éste, a la inmensa pequeñez del mundo conocido; y dentro de éste, a la inmensa pequeñez del hombre y de la mujer que, sin embargo, se piensan (el hombre mucho más) como centro del universo.

Mosaico de la Mezquita Omeya de Damasco

O quizá sea el pensamiento, y no Dios, el gran creador del mundo. Para Ormesson esto no sería posible. Aunque considera que Dios se oculta, se disimula en el mundo, se aparta de su creación y no interviene en ella una vez que ha sido creada, Ormesson encuentra el rastro de Dios en cosas simples y en otras cosas mucho más elaboradas: estrellas, un atardecer, las cantatas de Bach, las Confesiones de San Agustín, la mezquita de los Omeyas en Damasco, el sueño de Santa Úrsula de Carpaccio o la muerte de los que se ama. Yo añadiría el Cristo de Cellini de El Escorial y el Descendimiento de Van der Weyden. Maravillas que son reflejo del amor de Dios o quizá no. 


La Mezquita Omeya de Damasco es de planta basilical y tiene un patio anterior de mármol. Las palomas y los niños jugando me recordaban a la Plaza del Pilar de Zaragoza, patio de otro templo también basilical. Esta fotografía la tomé en el año 2003. Después de tantos años de guerra, ¿dónde estarán estos niños sirios que aquel día eran tan felices? Hace dos días, murió Jean d'Ormesson. Es difícil, a veces, escuchar un canto de esperanza, pero hay que seguir intentándolo.




Comme un chant d'espérance
Jean d'Ormesson

Ed. Folio

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