Encadenados creo
que es la única película en la que se puede odiar y amar, a partes iguales, a
Cary Grant y a sus perturbadores ojos negros. Grant se aleja de sus papeles de
galán de comedia y entra dentro de la dimensión de galán oscuro y lo hace de
manera elegante e impecable. Le odias por su actitud abusiva hacia Ingrid
Bergman, su autosuficiencia y su autodominio. No pierde nunca los nervios, es
un espía que debe cumplir una misión y no puede dejarse llevar por sus
sentimientos. Insulta, agrede y tortura psicológicamente hasta que ya no puede
más y entonces empiezas a adorarle porque sufre mucho y no puede decírselo a
nadie. Ni siquiera a Ingrid.
Hay dos escenas que destacan en esta película. La primera es
la de la resaca, donde Hitchcock soluciona magistralmente la sensación de
vértigo, vómito y fin-del-mundo que uno o una tiene después de una cogorza
monumental como la de Ingrid Bergman (que dicho sea de paso ni siquiera en esas
condiciones pierde la elegancia). La otra es la del famoso beso: más de dos
minutos de conversación intrascendente mientras los protagonistas están
enlazados (encadenados) dándose besitos castos, evitándose, frotando sus
narices y sus mejillas, girando sobre sí mismos, haciendo equilibrios para
llamar por teléfono mientras siguen con su danza preliminar de casto apareamiento. Hitchcock hizo todo ello para reírse de los censores que habían prohibido besos de más de 3 segundos.
Es de las mejores películas de Hitchcock aunque el personaje
de Claude Rains quede oscurecido por los otros dos vértices del triángulo y
especialmente por la imagen de una madre castradora y omnipotente. Personaje interpretado
por Leopoldine Konstantin, que ofrece una presencia tan avasalladora que en su primera
secuencia está a punto de salirse de la pantalla.
El argumento es sencillo. En medio de una historia de espías
después de la II Guerra Mundial, Hitchcock incrusta una historia de amor
doloroso y profundo, aunque con final feliz.
Ingrid Bergman es Alicia Huberman, una joven casquivana y
borrachina como consecuencia de un trauma. Vive un tormento, que ahoga en
alcohol y fiestas, entre el amor que sentía
por su padre y el desprecio que le produce que sea un puto nazi. Ella se ha
criado con lealtad hacia otros principios. Es una joven americana que sabe apreciar
los valores de la democracia y la libertad. Una patriota, hija de un nazi
condenado en Estados Unidos y que se ha suicidado en la cárcel.
Cary Grant es Devlin, el agente que tiene que convencerla
para que se infiltre en una célula de nazis y colabore para desenmascararlos. Así
limpiará su nombre, podrá dejar el alcohol y además tendrá como premio el amor
de Devlin. Todos nos preguntamos si la estrategia de enamorarla es eso, una
estrategia, o si de verdad el amor de Devlin es puro. Al final se verá.
El tercero en discordia es Alexander Sebastian (Claude
Reins). Un nazi, enamorado de ella desde hace años, dominado por su madre y que
también nos produce sentimientos contradictorios. No cabe duda de que le
odiamos por ser un nazi, pero al mismo tiempo nos da pena porque tiene que
competir con Cary Grant y está claro que pierde y perderá siempre. Uno de los
secretos del triunfo es saber elegir a tu enemigo y está visto que Claude no
supo hacerlo.
Al final, los dos amantes bajarán juntos la escalinata que
les conduce a la libertad. Y los nazis ajustarán cuentas entre ellos mismos
antes de que los buenos les cojan. Pero, ¿qué habrá pasado con la madre de
todos los nazis?
Dirección: Alfred Hitchcock
Guion: Ben Hecht
Música: Roy Webb
Fotografía: Ted Tetzlaff
Intérpretes: Cary Grant, Ingrid Bergman, Claude Rains, Leopoldine Konstantin.
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