Al volver a ver esta película he vuelto a sentir el mismo
terror a las arañas que cuando era cría. No creo que tuviera más de 10 años
cuando la vi por primera vez. Entonces me perdí todo su trasfondo filosófico y
me quedé únicamente con la anécdota, la curiosidad, el miedo que me produjo la
araña y, en general, me quedé con el pensamiento de que el peligro puede estar en cualquier lugar si
tienes un tamaño inadecuado.
El
increíble hombre menguante fue
rodada en 1957 por Jack Arnold. El escritor Richard Matheson adaptó magistralmente como guion
su propia novela. Se nota el cuidado con que lo hizo. El tiempo que ha pasado
desde su rodaje no ha hecho más que embellecerla todavía más. No sé si tendría
mucho éxito en su momento, pero desde luego se ha consagrado como un clásico de
los grandes.
Lo que más me ha gustado ahora ha sido cómo la película pasa
por diversos géneros de una forma muy fluida y que va acompañando la propia
evolución del personaje principal. La película empieza como una comedia
romántica, en la que una joven pareja de enamorados disfruta de unas apacibles
vacaciones. Entonces una espesa niebla envuelve al joven Scott Carey.
Aparentemente no hay ninguna consecuencia, pero meses después empezará la
tragedia y con ella el giro hacia el cine de ciencia ficción o fantástico.
Enfrentarse a su situación hace que la película se convierta en una cinta de
aventuras y al final en cine metafísico.
Cuando Scott tiene que enfrentarse a su drama, su carácter cambia.
Irritable primero, después huraño e incluso insultante y violento. Su tamaño va
disminuyendo paulatinamente y su amargura se vuelve resolución y firmeza,
dirigidas a sobrevivir en un mundo desconocido y amenazante. Al final, el
protagonista asume que nunca más volverá a ser como antes. Se ha convertido sin
quererlo en un infinito de pequeñez enfrentado a un infinito de grandeza. Su identidad
humana ha quedado disuelta en algo incomparablemente más grande que nuestra consciencia
no podrá nunca abarcar.
Sin embargo, el final no es desesperanzador. Queda en el último
discurso del protagonista un trasfondo filosófico que le impulsa a iniciar la búsqueda
de nuevos mundos y de otros seres que hayan sufrido su misma tragedia.
Teniendo en cuenta que se trata de una película de 1957, los
efectos especiales son alucinantes. Y las amenazas que van creciendo a medida
que Scott empequeñece son realmente aterradoras. Una araña que, en condiciones
normales, ni siquiera percibiríamos se convierte en un ser repulsivo y
aterrador que se hace sentir con sus pisadas incluso antes de ser visible. Su
telaraña recuerda la proximidad de una trampa letal. Sin embargo, Scott también
encuentra la manera de defenderse.
Un carrete de hilo y una aguja son sus únicas defensas. Y un
pedacito de pan mohoso o un trozo de queso puesto en una ratonera su único
alimento. La filtración de una pequeña gota de agua le puede salvar de la sed
pero también puede ahogarle.
El director de esta película, Jack Arnold, fue considerado
durante mucho tiempo como un director de serie B, un mero artesano. Ahora se le
considera un director de culto. Y entre sus obras imprescindibles están Llegó
del más allá o La mujer y el monstruo. Por lo que respecta a El increible hombre menguante, la película y la novela son imprescindibles.
Director: Jack Arnold
Guion: Richard Matheson
Fotografía: Ellis W. Carter
Intérpretes: Grant Williambs, Randy Stuart, April Kent.
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