París tiene catorce cementerios y el hecho de que reciban
millones de visitantes al año no es, en absoluto, un indicativo morboso. El arte funerario ha
sido muy importante en todas las culturas y el dolor producido por la pérdida
de los seres queridos fue una de las primeras expresiones artísticas.
Monumento central de Père Lachaise |
De los catorce cementerios hay tres muy famosos: Père
Lachaise, Montparnasse y Montmartre. Sólo visité los dos primeros. Para el
próximo viaje me comprometo a visitar Montmartre.
El genio del sueño eterno de Daillion. Cementerio de Montparnasse |
El cementerio de Père Lachaise ocupa una superficie de 44 hectáreas y está situado en el distrito 20 de París, en la calle del Reposo. A principios del siglo XIX sanear la ciudad de París era una necesidad. Por ello se proyectaron varios cementerios, dispersados por toda la ciudad. En 1804, el cementerio se inauguró con la inhumación de una niña de cinco años.
Se proyectó como un jardín inglés extendido sobre una colina y ha sufrido varias ampliaciones. Al principio la gente no quería venir a enterrarse aquí porque, en el siglo XIX, esta zona estaba a las afueras de París. La solución que encontraron las autoridades fue trasladar restos de famosos y enterrarlos allí. Por ese deseo que tenemos de emular a los famosos, que no es un capricho del siglo XX, la gente empezó a utilizarlo.
Las calles del cementerio están flanqueadas por árboles
centenarios y, a menudo, los parisinos pasean y se sientan a leer un rato o
simplemente descansan allí antes del descanso eterno. El día que lo visité el
tiempo acompañaba. No pudo ser más adecuado. Llovía sin parar, a veces fuerte y
otras veces una lluvia fina que calaba igual. Calabobos que en francés se dice crachin.
Visitamos las tumbas más famosas pero lo que me más me sorprendió, gratamente, fue ver tumbas de diferentes religiones y nacionalidades compartiendo la eternidad. Los ocupantes de tumbas masónicas, católicas, judías, ateas…, parecen no tener ningún conflicto en “convivir”. Una gran diferencia con los vivos.
María Callas |
La de María Callas es una de las tumbas más visitadas. En realidad, sus cenizas están en un pequeño columbario y si no estás muy atenta no te das cuenta de que está ahí.
El monumento a los españoles muertos por la libertad me
emocionó mucho. Republicanos españoles deportados, caídos al lado de las tropas
aliadas, en el maquis o fusilados tienen allí el recuerdo que no tienen en
España.
La tumba de Jim Morrison, también de las más visitadas,
tenía unas figuritas de cerámica blancas encima: un pájaro, un angelito, un
corazón. Y antes de llegar a ella se pasa por un panel lleno de chicles
pegados, que no sé qué significa.
Encontré algunas tumbas con pequeñas piedras encima. Me contaron una vez que los judíos, al visitar las tumbas de sus seres queridos, suelen depositar una pequeña piedra encima. Queda así constancia de que no le olvidan y eligen poner piedras en lugar de flores porque las piedras no desaparecen tan rápidamente y el duelo por la muerte tampoco. Parece que esta costumbre se ha extendido a todo tipo de enterramientos.
En esta tumba también había piedrecitas. No es una persona
famosa. Era una joven de 21 años que murió en el atentado de Bataclán, en
noviembre de 2015. Había flores también, figuritas de cerámica y una virgen que
habían depositado allí sus inconsolables. Y también una inscripción esculpida
en la lápida, como una eterna pregunta circular sobre la estupidez de la muerte
prematura imposible de responder: Whereisnow.
Simone Signoret e Ives Montand estuvieron casados más de
treinta años y su relación fue muy apasionada. Para lo bueno y para lo malo.
Infidelidades, peleas y reconciliaciones marcaron el ritmo de su vida. Sin
embargo, decidieron enterrarse juntos. Quizá como símbolo de su amor eterno o
quizá para seguir peleando por toda la eternidad. Ya he dicho que el día que lo
visité llovía y no podía haber mejor escenario ni mejor luz para escuchar Les feuilles mortes que el de aquel día gris
y desapacible frente a la tumba de estos dos grandes artistas y amantes.
Terminamos la visita con la tumba de Abelardo y Eloísa, los primeros famosos en ser enterrados allí. Puede que no sean muy conocidos aquí, pero su historia de amor sí que nos suena. Abelardo fue un filósofo, teólogo y poeta nacido en 1079. En 1115 conoció a Eloísa, sobrina de un canónigo. Se convirtieron en amantes en secreto y tuvieron un hijo al que llamaron Astrolabio. Aunque Abelardo tenía intención de casarse con Eloísa, el canónigo se vengó de la afrenta castrándole. Así que Abelardo decidió hacerse monje en Saint-Denis y que también Eloísa entrase como monja en Argenteuil. Siguió dedicado a la filosofía, las ciencias y a sus enseñanzas igual que hizo Eloísa, considerada como la primera mujer intelectual de Occidente. Consta que Eloísa escribió música y poesía, aunque nos ha llegado muy poco.
Se conservan también algunas cartas de la extensa correspondencia que los amantes mantuvieron durante toda su vida. Fueron trasladados a Père Lachaise en 1817 y su tumba fue diseñada por Alexandre Lenoir.
Montparnasse fue el segundo cementerio que visité. Se abrió en 1824 y tiene una extensión de 19 hectáreas. Está situado sobre el terreno de tres antiguas granjas de las que subsiste un pequeño molino catalogado como Monumento Histórico.
Quizá porque el día era más soleado no me dio la sensación
de melancolía que impregna a Pére Lachaise. Es un cementerio más austero, menos
monumental aunque también tiene sus tumbas peculiares y una poderosa reputación
entre la bohemia parisina.
La primera tumba que encontré casi sin buscarla fue la de Simone
de Beauvoir junto a su inseparable Sartre. Y como es preceptivo, dejé como memento mori un ticket de metro. La
lápida está cubierta de besos de carmín pero yo no me atreví a tanto.
Más sorprendentes me resultaron dos tumbas. Una de ellas fue la de la familia de Charles Pigeon. Pigeon era un comerciante y hombre de negocios que inventó una serie de lámparas, de quinqués que funcionaban con gasolina pero eran mucho más seguros que los anteriores. En 1905, encargó esta tumba para que albergase a dieciocho miembros de su familia, incluida su esposa. Es una cama de tamaño natural en la que están los dos esposos custodiados por un ángel. Él parece anotar algo en un libro de contabilidad y ella tiene una cara de “mortal” aburrimiento. Claro que si los dieciocho miembros de la familia fueron sus hijos, no me extraña que la pobre señora prefiriese estar descansando. Felices para siempre.
De la otra tumba que me sorprendió no he podido encontrar
ninguna información. Es muy moderna, de acero inoxidable y está adornada con unas
flautas de las que cuelga un móvil y siluetas paseando y jugando. No sé de
quién será; no sé qué significado tendrá.
Para Jean-Jacques de Niki de Saint-Phalle |
En el cementerio de Montparnasse hay dos tumbas creadas por Niki de Saint-Phalle, una escultora contemporánea de la que hablaré en el post sobre el Centro Pompidou. Para la muerte de su amigo Ricardo Menon creó una escultura de un gato sonriente con mosaicos de cerámica y para otro de sus amigos, Jean-Jacques que salió volando demasiado pronto, un pájaro como una vidriera tridimensional con fragmentos de espejo, engarzados en una estructura de hierro.
Tumba de Robert Thibier |
Esta es la tumba de Robert Thibier, diseñador de muebles y
decorador francés, esculpida por Alain Plouvier. El beso de Brancusi marca la tumba de Tania Rachevskaia, anarquista rusa que se suicidó por amor.
El beso de Brancusi |
Yo tenía muchas ganas de visitar este cementerio, de hecho me descolgué de mi grupo para ir y rendir homenaje a Julio Cortázar, y a La Maga donde quiera que esté, pero no llegué a encontrar su tumba. Quizá su espíritu vagaba por allí y quisiera gastarme una broma. Este cuervo me seguía y ya se sabe que Cortázar tradujo cuentos y poesías de Edgar Allan Poe, incluido El cuervo.
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