miércoles, 1 de noviembre de 2017

Ópera Garnier y Galerías Lafayette Hausmann. París. Agosto 2017

Dos son los edificios más característicos del París burgués, el de los grandes bulevares para pasear, surgido de la reforma de Hausmann en el siglo XIX: la Ópera Garnier y las Galerías Lafayette. Antes de 1875 otros teatros parisinos habían dado cobijo a la ópera. Pero, a partir de ese momento será el Palacio Garnier en exclusiva el encargado de la programación. Hoy junto con la Ópera Bastilla constituyen la Ópera nacional de París.

Desde la Ópera, al fondo las Galerías Lafatette Hausmann
Charles Garnier fue el encargado de proyectar un nuevo edificio de ópera artísticamente adscrito al movimiento Segundo Imperio. Luis Napoleón Bonaparte quiso cambiar la fisonomía de una ciudad tan rebelde y problemática. Dotarla de grandes avenidas y bulevares le daba prestigio, pero también evitaba rebeliones y levantamientos a los que los parisinos fueron tan aficionados en el siglo XIX. Sin embargo, también suponía destruir 1/3 de la ciudad de entonces.

Garnier
Luis Napoleón Bonaparte fue sobrino y heredero del primer Napoleón. Deseoso por ocupar su puesto intentó un golpe de estado en 1840 pero como salió mal decidió presentarse a las primeras elecciones democráticas a la presidencia de la República en 1848 y las ganó ampliamente, con el apoyo de los sectores más tradicionales. La constitución vigente intentaba limitar los poderes del presidente pero Luis Napoleón, que era bastante autoritario, decidió en 1851 dar otro golpe de estado, esta vez le salió bien, y proclamarse emperador con el nombre de Napoleón III. Así comenzó el Segundo Imperio de 1852 a 1870, que terminaría con otra rebelión. Durante ese tiempo, no obstante, Napoleón III supo evolucionar y de un régimen autoritario pasar a una democracia más liberal, apoyándose en el poder de la burguesía.

Fachada a la Plaza de la Ópera
La burguesía necesitaba nuevos espacios donde exhibir sus éxitos y su poder. Como clase social, estaba orgullosa de sus logros, de su iniciativa y de no haber heredado ni posición ni riquezas; pero al mismo tiempo estaba deseosa de que sus hijos sí que heredasen. El Segundo Imperio fue ese momento de tranquilidad y esplendor en el que la burguesía pudo vivir relativamente tranquila. Apenas 20 años.

El techo del hall
El edificio de la nueva ópera se construyó entre 1861 y 1874, y para evitar altercados, posibles atentados o cualquier otro malestar, incluso se había proyectado un acceso especial para el emperador y sus acompañantes. El pabellón oeste tuvo una doble rampa, que todavía existe, para que los coches de caballos pudieran acceder directamente al hall sin ningún problema.

Entrada para el emperador
Pero Napoleón III nunca pudo disfrutar este edificio, pensado y decorado para su gloria. Había muerto en el exilio en 1873 en Londres y en Francia se había proclamado ya la Tercera República. No fue fácil desarrollar el proyecto tanto por la conflictividad política y social (se pararon las obras para hacer frente a guerras y revoluciones) como por las propias dificultades constructivas. Se eligió un terreno bastante problemático. Al derruirse las construcciones que ocupaban los 12.000 m2 necesarios se descubrieron aguas subterráneas imposibles de drenar. La solución fue crear un lago artificial. Y sí, no es una leyenda que exista un lago bajo el edificio. Existe y es utilizado por el cuerpo de bomberos de París. Sin un permiso especial no puede visitarse, por razones de seguridad.

el lago subterráneo
Como le gustaba decir al arquitecto Garnier, el edificio era de estilo Napoleón III. Y así lo recuerdan las iniciales N y E de la monumental fachada. No son un recuerdo eterno del, se supone, gran amor del emperador por su esposa Eugenia de Montijo, la de la copla. Simplemente significan Napoleón Emperador. En la misma fachada destaca también, La danza de Carpeaux, una escultura muy escandalosa en su época, por mostrar a personajes desnudos bailando sin ningún tipo de pudor. La actual es, en realidad, una copia porque el original se conserva en el Museo d’Orsay.

La danza de Carpeaux
Si la fachada es espectacular, el interior no lo es menos. Pasados los años, periódicamente, los franceses tienen la necesidad de repetir la fastuosidad de Versalles. Da igual que sea en el siglo XVII, que en el XVIII o el XIX. Dorados, terciopelos y espejos son temas recurrentes. En este edificio se utilizaron mármoles de todas las canteras francesas y de los colores más variados. La gran escalinata y el gran salón de recepción son el marco inigualable donde la burguesía podía exhibirse sin ningún pudor. Esta gran escalinata y sus “palcos” están diseñados para asistir al gran teatro social, a la representación del lujo y del esplendor.


La gran escalinata. Detalles



Hay, repartidas por todo el teatro, otras muchas dependencias donde los asistentes podían merodear e intrigar durante los entreactos. Grandes salones o pequeñas salitas donde hombres y mujeres flirteaban, donde se cerraban negocios y se asistía a conspiraciones políticas. El luminoso salón du glacier servía para que las damas descansasen y tomasen un refresco, decorado con tapices y pinturas de Clairin que representan a las bacantes, y los salones del sol y de la luna, a cada extremo del Gran Salón, se pensaron para que los caballeros pudieran fumar.

Salones del Sol y la Luna

Tapiz del salón du Glacier
Pero es, sin duda, el Gran Salón el que hace pensar, inmediatamente, en Versalles. En ese salón rectangular, recargado de oros, espejos y luces, reflejo y recordatorio presente de la opulencia de tiempos pasados, habrían podido encontrarse María Callas y la Dama de las camelias. Se pensó como espacio en el que todos los asistentes, independientemente de su clase social, podrían encontrarse, aunque en un primer momento estaba prohibido a las damas. No obstante, la reina Isabel II de España que vivía exiliada en París quiso verlo y el resto de damas ya no se contentó con ocupar los pequeños salones. Todo fue posible allí. Yo ya estoy ahorrando para, en la primavera de 2019, ir a una representación de ópera.



Es en la sala de representaciones donde hoy se puede contemplar la joya más reciente del teatro y que a mí me entusiasma. André Malraux, ministro de educación, encargó a Chagall un nuevo techo. Fue colocado en 1964 y, rodeado de un collar de perlas de luz, ocupa una superficie de 220 m2. Bailarinas, ángeles y enamorados, embelesados por la música que recorre todo París, ejecutan una danza alrededor de la gran lámpara del salón.





Los dorados, los mármoles y las tapicerías de terciopelo rojo siguen recordando a otro tiempo pero contrastan perfectamente con los colores más primarios y las pinceladas más esquemáticas de Chagall. Esta sala fue diseñada al estilo francés; así los asistentes veían el escenario según su capacidad adquisitiva, pero sobre todo fue diseñada para que cada uno fuera visto por los demás. Otra vez, el teatro de la vida queda fuera del simple escenario.


Las Galeries Lafayette Hausmann son el segundo edificio más representativo de la burguesía. El primer edificio de estas galerías data de 1893, pero fue en 1912 cuando el establecimiento tomó su espectacular forma actual.



Los dueños querían un bazar de lujo para enloquecer a las clientas y terminó teniendo forma de teatro para exhibir y ser exhibido; incluso su escalera se inspiró en la de la Ópera Garnier. Se decoró en estilo Art Nouveau, especialmente las vidrieras de su espectacular cúpula.


Hasta la parte de atrás es bonita


Fue el primero de los grandes almacenes en incorporar espacios de ocio: salones de té para las damas y salones para los caballeros fumadores. Ocio y negocio, ese tándem que se consolidó en el siglo XX. Fue también pionero en la democratización de la moda, la tienda con los mejores precios de todo París. Hoy la azotea es de acceso libre y complementa las vistas de la ciudad desde la Torre Eiffel o desde el Sacré Coeur. Algún día volveré.


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