En el siglo XIII fue una primitiva fortaleza construida bajo
Felipe Augusto y a mediados del siglo XVI ya era residencia real. Sin embargo, la
Convención revolucionaria lo destinó a museo desde 1793, alcanzando desde
entonces fama mundial. En 1989, Mitterrand, que quería devolver a Francia su grandeur, inauguró el proyecto del Grand
Louvre, doblando su capacidad. Esta última remodelación fue bastante
problemática, puesto que, para evitar las aglomeraciones a la entrada, el
arquitecto Ieoh Ming Pei proyectó una pirámide transparente con las
proporciones de la de Keops, frente a la entrada principal. No todo el mundo
entendió la audacia del arquitecto, ni la simplicidad y limpieza del diseño
frente a la profusa decoración de las fachadas anteriores. Actualmente, también se puede
entrar al Louvre a través de la galería comercial del Carrousel, donde está la pirámide invertida.
Además del conjunto de edificios espectacular, lógicamente
su contenido es mucho más atrayente e imposible de abarcar en una, dos, … o, incluso,
cien visitas. Colecciones de arte prehistórico, egipcio, griego, etc, etc, los
primitivos flamencos, el renacimiento, la pintura española barroca y yo me
fijé, especialmente esta vez, en la pintura romántica francesa. Por supuesto la colección de esculturas también es de visita obligada y en la espectacular Galería de Apolo hay una muestra de joyas y vajillas pertenecientes a la monarquía francesa.
Como decía yo me quedo con la pintura francesa.
Jacques-Louis David perteneció al movimiento neoclásico que trataba de
revitalizar una pintura inspirada en la antigüedad, aprovechando que se habían
descubierto las ruinas de Pompeya y Herculano; era una pintura sobria y que, también, apelaba a la razón y a la moral enfrentadas al libertinaje y las escenas galantes
del rococó. A esta tendencia pertenece el retrato de Madame de Recamier que pintó en el año 1800.
Es una joven vestida con sencillez y elegancia, descalza, sin
joyas ni adornos superfluos, gira su cabeza hacia el espectador con seguridad al
mismo tiempo que, castamente, le da la espalda. Juliette Recamier era esposa de
un poderoso banquero y mantenía un salón en París, en el que se reunían
políticos e intelectuales. También fue amiga de Madame de Stäel y de Teresa
Cabarrús. Sufrió las convulsiones de su época. Fue desterrada por Napoleón y al
final terminó muriendo de cólera en París, pero su belleza ya había quedado inmortalizada
de esta manera tan sencilla. Unos años después en 1814, Jean Auguste Dominique
Ingres repetiría composición para su Gran
Odalisca, de mirada mucho más inquietante y descarada.
Las crispaciones sociales y políticas del siglo XIX se vivieron especialmente en Francia.
Habían aparecido nuevos sistemas de valores que trataban de indagar en cuál era el
sitio del hombre en el mundo; tangencialmente también se cuestionaba el sitio
de las mujeres en el mundo, aunque no tenía tanta propaganda. Como bien supo ver Goya, el sueño de la
razón había dejado escapar a los monstruos y la naturaleza y las sociedades
eran espacios donde también existía lo violento, lo salvaje, lo
grotesco y lo irracional. El arte y, concretamente la pintura, exponían
vehementemente estas convulsiones. Las pasiones y las emociones, el descontrol
y el dolor, se unían en cuadros de gran formato en una especie de “horror
delicioso”.
Para contrarrestar este ambiente desasosegante se revivió la pintura historicista. Antoine-Jean Gros fue discípulo de David y sus
primeras obras tienen características neoclásicas pero también prerrománticas.
Sin embargo, terminó siendo pintor casi propagandista de Napoleón. Le
acompañaba en sus campañas militares y también fue elegido por él para
seleccionar las obras que se integrarían en el Museo del Louvre. En Napoleón visitando a los apestados de Jaffa de
1804, sitúa al emperador en el centro del cuadro, sereno y magnánimo se atreve
a tocar a uno de los enfermos de peste, mientras que su acompañante, otro
militar, se tapa la boca con asco. En cierta manera, está deificando a Napoleón
y parece situarle en el lugar de Cristo como un ser excepcional capaz de obrar
milagros y curar a los enfermos. Gros se suicidó en 1835 pero entonces ya había ejercido una
considerable influencia en otros artistas como Géricault o Delacroix.
Casi enfrente de Madame de Recamier, en el Louvre se encuentra La balsa de la Medusa de 1819, pintada por Géricault. Se puede notar todavía la influencia de David en el tratamiento de “esculturas” otorgado a los personajes, sin embargo, la temática es plenamente romántica. Después de su naufragio en 1816, los supervivientes de la Medusa se enfrentan a una naturaleza hostil y violenta. La composición en pirámide con su vértice dirigido hacia el cielo alude a la esperanza de la salvación, sin embargo el tono gris oscuro de las nubes parece indicar que, irremediablemente, los náufragos terminarán muriendo. Lo sublime es que, a pesar de las adversidades, los náufragos no se rinden a la muerte. El pintor quedó fascinado por esta historia y se preparó concienzudamente para retratar la piel, el color y la textura de la carne visitando enfermos agonizantes en hospitales y cadáveres en los depósitos.
En La libertad guiando
al pueblo pintado por Delacroix en 1830 se repite la misma composición
piramidal con la base apoyada en cadáveres. Sin embargo, los colores elegidos
por el pintor y sobre todo la pincelada más suave y suelta son una clara manifestación
de esperanza, gloria y libertad. La escena simboliza la revolución de 1830, Les trois glorieuses, que sustituyó la
monarquía absoluta de Carlos X por la monarquía liberal de Luis Felipe I y
terminó con la revolución de 1848. La muerte de Sardanápalo de 1827, es otro ejemplo de pintura romántica.
Estos son los cuadros que más me han gustado en esta visita
aunque también he hecho las visitas obligadas. En escultura: La Victoria de Samotracia, la Venus de Milo,
Diana Cazadora, Eros y Psique de Antonio Cánova, El hermafrodito durmiente sobre un colchón esculpido por Bernini. También La
Gioconda y su corte de acosadores, quiero decir admiradores. Está escondida tras un cristal blindado, tras un cordón de seguridad y tras una horda de bárbaros que no ven nada y sólo quieren hacer una foto, bueno un selfie. No puedo
entender por qué pasa esto, yo prefiero comprar la postal.
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