Viridiana supuso,
para Buñuel, volver a rodar en España después de años de exilio en México. Y
para España, fue un absoluto escándalo que no pudo verse en cines comerciales
hasta más de diez años después de filmada, a pesar de haber recibido la Palma
de Oro de Cannes en 1961. La Iglesia Católica la condenó por sacrílega y
blasfema y la mayoría del público sigue viendo en esta película, la combinación perfecta
de erotismo reprimido y mística decadente.
A pesar de la belleza y luminosidad de Silvia Pinal, todo en
la película es oscuro. Es una exhibición impúdica pero sin ningún tipo de condena de todo lo feo, lo andrajoso,
la pobreza, la enfermedad y la abyección de los seres humanos. Esta vez la
crítica de Buñuel no se ceba en la burguesía ni en la clase media; esta vez es,
especialmente, cruel con los pobres más perdidos que la novicia Viridiana haya
podido encontrar.
Para Buñuel, el surrealismo era esto. Debía ser una crítica
feroz, no un mero ejercicio estético, sino verdadera crítica social del bello mundo
burgués y, en este caso, también de su brote espurio, la pobreza. El surrealismo
debía ser para Buñuel una ética crítica porque, tal y como dice en sus Escritos publicados por Páginas de Espuma, “El verdadero opio del
pueblo es su conformidad”.
Buñuel nació en Calanda. Su padre había emigrado a Cuba y
hecho fortuna allí. Volvió a su pueblo con más de 40 años y se casó con una
joven apenas adolescente. La fortuna de su padre le permitió a Buñuel interesarse
por la música y la literatura al principio y, después de trasladarse a París,
empezó a trabajar en el cine. Siempre arrastró una educación católica represiva,
propia del siglo XIX y de nuevos ricos burgueses que quieren emular a los ricos de casta.
Buñuel exorcizó en esta película una perversión adolescente
que él mismo reconocía. Estuvo enamorado de la reina Victoria Eugenia y en sus
desvaríos oníricos soñaba que la drogaba y podía acceder a ella. Tal y como don
Jaime, fetichista y representante de esa España decadente y atrasada que puede vivir de rentas
y de empobrecer a los demás con su desidia, hace con la novicia Viridiana, que
le recuerda tanto a su esposa muerta en la noche de bodas. Un deseo que parece no ser tan inhabitual en los hombres. En la prensa cada vez salen más noticias del aumento de denuncias de violación por sumisión química.
Después de este magnífico arranque, el resto de la película mantiene
una cierta fragmentación y así lo reconoce Buñuel, afirmado que fue en la
película en la que más libre se sintió. Supongo que su subconsciente le enviaba
imágenes que le parecían adecuadas y supo encontrar el hilo conductor que les
diera un cierto sentido narrativo. Los objetos y los símbolos cristianos
también contribuyeron a hilar esta narración. De esta manera, el saltador que
don Jaime regala a la niña, termina siendo la cuerda con la que después se
ahorcará y, al final de la película el mendigo que intenta
violar a Viridiana, utilizará este mismo saltador para atarse los pantalones.
Todos acaban así unidos por el mismo hilo vital o mortal.
Viridiana, Silvia Pinal, es una novicia a punto de tomar sus
votos definitivos. Tiene que ir a despedirse de su familia y su familia sólo es
su tío. Un vejestorio interpretado magníficamente por Fernando Rey. Esta visita
cambia su vida. Dejará el convento, pero no su fe y su dedicación a los más
pobres. Creará en el caserón de su viejo tío, un asilo para pobres que, a la mínima
ocasión, se revelarán contra ella y le lanzará a la cara su resentimiento de siglos. Se puede
interpretar también a Viridiana como un ser idealista y puro, como don Quijote,
tratando de desfacer entuertos seculares y atacado por aquéllos a quienes sólo
desea socorrer. Al final, Viridiana tiene que reconocer que intentar ayudar
a aquéllos a quienes siempre se ha tratado como animales ha resultado ser un absoluto fracaso y tiene que pensar en qué hacer con su vida.
Pero ahora no está sola. Don Jaime, antes de suicidarse, ha
reconocido a su hijo bastardo y le ha dejado su herencia. Jorge (Francisco
Rabal) es un guapo mozo que aporta sangre nueva a la decadencia. Buñuel había
previsto una escena final, en la que Viridiana entrase en el dormitorio de Jorge
pero la censura la consideró demasiado explícita y le propuso otra que resultó
ser una vuelta de tuerca mucho más perversa que la escena original.
Viridiana se suelta su preciosa melena rubia
platino, que siempre ha llevado en moño y cubierta con un pañuelo, y se dirige
al dormitorio de Jorge, donde se encuentra con él y con la criada, madre
soltera y enamorada de Jorge, Ramona (Margarita Lozano). Termina la película
cuando Jorge dice algo así como siempre
me imaginé que mi prima Viridiana terminaría jugando al tute con nosotros. El
subconsciente del censor le traicionó y, en realidad, propuso un magnífico ménage
à trois.
Dirección: Luis Buñuel
Guion: Luis Buñuel, Julio Alejandro
Música: Gustavo Pitaluga
Fotografía: José F. Aguayo
Intérpretes: Silvia Pinal, Fernando Rey, Francisco Rabal, Margarita Lozano, María Isbert, Lola Gaos.