La primera vez que vi esta película me pareció que los
protagonistas eran unos burgueses pedorros. Quejicas, infantiloides y nuevos
ricos con mucho tiempo libre. Recientemente la he vuelto a ver y me han
parecido igual de pedorros. Sin embargo, a pesar de que no sintonizo en
absoluto con los personajes reconozco que la película atrapa y aunque es
difícil de seguir, por los continuos saltos en el tiempo, soy incapaz de dejar
de verla.
En parte, es por la maestría de los actores, Audrey Hepburn
y Albert Finney, y también por la genialidad del director Stanley Donen, autor de
películas musicales míticas como Un día
en Nueva York (1949) o Cantando bajo
la lluvia (1952).
Dos en la carretera
es el retrato de un matrimonio burgués en su viaje por la vida. Su estructura
narrativa es compleja, se producen continuos saltos en el tiempo que obligan a
mantener la atención. Aunque el director utiliza recursos que dan continuidad a
la historia, es llamativo tanto vaivén en el tiempo. Estos recursos pueden ser
objetos, por ejemplo, una manzana (varias manzanas) que los personajes se van
ofreciendo en distintos momentos de sus viajes o gestos o incidentes que
comienzan en un tiempo y terminan o, mejor dicho, se repiten en otro. Los
peinados de los personajes y los coches que utilizan son los referentes
principales para diferenciar las distintas secuencias temporales.
Cómo no enamorarse de ella |
Sobre todo por parte de Joanna. Era una joven encantadora y
arriesgada. En los años 60 apenas adolescente emprende un viaje por Europa, en
una furgoneta con sus amigas y allí conoce y se enamora de Mark y ya no se
separa de él. Pero al final, es una mujer amargada y desilusionada. Parece que
en el primer viaje, donde conoció a Mark, dejó abandonada su verdadera vida y
se arrepiente pero ya no puede hacer nada por recuperarla. Ese sí que es un
retrato de la vida de muchísimas mujeres.
El desenamoramiento |
Por otra parte, él no ha dejado de ser un adolescente
insoportable y malcriado. Constantemente pierde su pasaporte (¡atención! pierde siempre los papeles) y necesita una mamaíta que esté pendiente de él.
Apenas evoluciona en todos los años de matrimonio. Aburre a las ovejas.
La película queda como una comedia agridulce; pero a mí me
resulta muy agria porque en realidad todo se reduce a la queja constante e
infantil de gente que lo tiene todo y que no sabe apreciarlo. Todos somos así
de pedorros. En definitiva que todos los viajes que emprendemos son siempre el
mismo y que difícilmente nos separamos de lo que no nos gusta porque es peor
estar solos.
Película más interesante por su desarrollo formal y por las
interpretaciones de los actores que por la estela de tópicos sobre un
matrimonio burgués.
Director: Stanley Donen
Guion: Frederic Raphael
Intérpretes: Audrey Hepburn y Albert Finney
Música: Henry Mancini