miércoles, 27 de julio de 2022

Novela: La diabla en el espejo de Horacio Castellanos Moya (2000)

El autor.-
Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa (Honduras) pero creció y vivió en El Salvador hasta que comenzó la universidad. Se le considera un representante del segundo boom de la literatura latinoamericana y también ha ejercido como periodista. En su carrera literaria ha centrado sus esfuerzos en criticar la vida política y social salvadoreña, con especial relevancia hacia la violencia y la corrupción que soporta la ciudadanía, hasta el punto de recibir amenazas y de tener que residir fuera del país durante largas temporadas. Otras obras suyas: El asco, Cuadernos de Tokio, Cuadernos de Iowa

Mi opinión.-
En San Salvador se produce el asesinato de una mujer de la alta sociedad y Castellanos lo utiliza para diseccionar a una clase social, haciéndolo desde dentro. Elige como diseccionadora a Laura, una amiga de la asesinada que resulta ser una pija esperpéntica, además de clasista, racista, fascista, frívola, caprichosa, delirante, maledicente y verborreica. Puedes tomarla como una representante paródica y vomitiva de esa clase social porque el personaje, tal y como se presenta, no te lo puedes o no te lo debes creer. No sé.

La novela es un largo monólogo de Laura o mejor dicho un diálogo con alguien, no sé si imaginario o, en cualquier caso, con alguien a quien el lector nunca conoce. Y en ese largo monólogo, en un estilo muy directo, Laura pone patas arriba el mundo de Olga María, la asesinada. Aparentemente era un dechado de virtudes. Buena hija, buena esposa, buena madre y buena amiga, pero, en la realidad, era inquieta sexualmente, posaba desnuda y coleccionaba amantes bastante incapaces. Eso sí, todo sin levantar escándalo.

Así que para Laura Rivero, esta mujer de derechas defensora de la pena de muerte, que se hubiese entendido perfectamente con Carmen Sotillos, la protagonista de Cinco horas con Mario ya que considera que los jesuitas adoctrinaban a los niños y los convertían en comunistas y en terroristas extremistas, no existe más obligación que hacerse cargo de la investigación por el asesinato de su amiga; de esta manera, evitará que un policía “mugroso”, apellidado Handal de orígenes oscuros y de la clase baja, “coludido con los comunistas” (pg. 61), hurgue en sus intimidades de clase alta. Una investigadora que no puede ser otra cosa que ridícula (no olvidemos que, hasta entonces, la máxima preocupación de Laura había sido elegir el color de su coche, un BMW blanco “porque combina con todo” (pg. 39); una investigadora que será una mala caricatura del cowboy solitario estadounidense, envuelta en un culebrón inquietante y que va acelerándose conforme se desarrolla la novela.

No sé cuál de las dos, Laura u Olga María, puede ser considerada la diabla y cuál el espejo. No sabría decirlo. Quizá Laura sea ese espejo que nos devuelve la verdadera imagen de Olga María, la diabla obsesa sexual; pero quizá sea al revés, porque ciertamente Laura se muestra implacable destripando la vida de su amiga muerta y de paso también de la sociedad salvadoreña sazonada por casos de corrupción y conexiones turbias entre la política y la economía que tanto resuenan en nuestras cabezas.

Además, desde un punto de vista feminista, me preguntaría ¿por qué el autor ha elegido para criticar a esta clase social a una mujer que, al fin y al cabo, ha sido educada para no ser ni siquiera protagonista de su vida y mucho menos de corruptelas y conchabamientos? Me quedo sin respuesta. Pero para ser justa, tengo que decir también que el retrato que hace el autor de los hombres tampoco es muy halagador. Hombres débiles que eligen la codicia para paliar sus otras deficiencias principalmente emocionales. Hombres sujetos a sus bajas pasiones que se atipujan de coca y, por ello, quedan abocados a la incompetencia y frustración sexuales. Hombres infantiloides que toman sus negocios como juegos donde destacar y que acaban siendo protagonistas de su ruina y de la de sus familias. Hombres, en definitiva, de la muy popular cultura del pelotazo.

Recomiendo esta novela por esperpéntica aunque, a veces, ese monólogo delirante es difícil de seguir. Sin embargo, una editorial como Random House debería esmerarse más en controlar el corrector ortográfico para evitar errores como “subcomisio nado” (62), “decir me” (84), “estar me”, “deja me” (135) que se repiten por todo el texto, a no ser que, vete tú a saber, sea una licencia del autor. Recomendable.


La diabla en el espejo
Horacio Castellanos Moya
Random House


miércoles, 20 de julio de 2022

Ensayo: Islamofobia de Santiago Alba Rico (2015)

El autor.-

Santiago Alba Rico se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense y en su labor como ensayista ha publicado libros sobre filosofía, antropología y política. Uno de sus primeros trabajos fue como guionista de Los electroduendes, los famosos muñecos de La bola de cristal a los que, según él mismo ha confesado, trató de convertir en “fábulas de marxismo satírico para niños”. Otras obras suyas: España, Nadie está seguro con un libro en las manos, Ser o no ser (un cuerpo). 

Mi opinión.-

Alba se propone estudiar en este libro los mecanismos que dan lugar a un ambiente islamófobo y que, como cualquier otra fobia, podrían extenderse a cualquier otro grupo social. Para ello comienza definiendo lo que es la islamofobia y cómo se va construyendo. Es el lenguaje y su vinculación con el poder lo que va conformando una causa y alineándose para conseguir sus objetivos: señalar al otro, extrapolar las características negativas de su grupo social, conseguir que creamos que son inherentes, esenciales e inmutables y, así, convertirlo en una amenaza.

Los clichés cumplen dos funciones principales. Por una parte, objetualizan y degradan al otro haciéndole abarcable y por otra, justifican el trato discriminatorio frente a quien catalogamos como el “otro amenazante” que el vencedor de esta batalla de su responsabilidad por el acoso y le liberan de culpa. Es cierto que todo grupo social tiene características negativas recurrentes, en este caso podríamos mencionar el islamismo radical, pero también es cierto que no está condenado a perpetuarlas y que debemos partir de la base de que el cambio y la evolución siempre son posibles.

Para fortalecer las relaciones de dominio es imprescindible construir un objeto manipulable, incapaz de incardinarse en un espacio-tiempo determinado y por tanto al que pueda adjudicarse la etiqueta de inmutable y además eterno. Un esencialismo inmutable que, además, es negativo. Las relaciones de dominio y poder se van infiltrando en las categorías del conocimiento y fortalecen la construcción de un “otro manipulable”, una “unidad ficticia negativa e inasimilable” que, frecuentemente, es asumida por el propio sujeto discriminado.

De esta manera, se produce un fenómeno de cismogénesis complementaria que Alba en la página 58, ha tomado del antropólogo Gregory Bateson. El islamismo radical y la islamofobia se retroalimentarían, resultarían ser mutuamente beneficiosos para su supervivencia. La islamofobia tomaría del islamismo radical en su versión más extrema, el yihadismo, por ejemplo, su capacidad de violencia terrorista indiscriminada y, ayudado por relaciones de dominio, conseguiría entronizar esta capacidad como rasgo definitorio de toda la comunidad musulmana. Al mismo tiempo, el yihadismo asumiría ese rasgo definitorio y lo convertiría en parte esencial de su ser. Por ejemplo, Alain Bartho, mencionado también por Alba Rico, afirma que el Estado Islámico no sería una radicalización del Islam, sino una islamización de una radicalidad previa que, desde mi punto de vista, comparte definición, objetivos y estrategia con cualquiera de los fascismos que ya hemos vivido en Occidente. Ese sería el punto en común y el mecanismo relacional que hace que uno y otra sean esenciales para la existencia del otro. El yihadismo y la islamofobia son dos caras de la misma moneda fascista, aparentemente enfrentados pero, en realidad, en una retroalimentación perfecta. Pero, ¿cuál de los dos es más peligroso?

Desde este punto de vista, el autor no termina de equiparar ambos fenómenos y considera que es más peligrosa la islamofobia que el islamismo radical. La islamofobia va permeando poco a poco en todos los niveles de nuestras sociedades. Por eso es tan peligrosa. Tiene una cara amable y se disfraza de opción demócrata pero en realidad esconde toda una maraña de prejuicios contra el otro amenazante. En realidad, actuaría como un caballo de Troya en nuestras sociedades, desmontando desde dentro los derechos y libertades públicos de los que disfrutamos en Occidente. Y, además, suele estar muy próxima al fascismo. El yihadismo en su dimensión más agresiva nos pone ante el riesgo real de pérdida de vidas humanas; pero la islamofobia nos retrotrae a épocas de persecución y retroceso en derechos individuales.

En definitiva, los tópicos van sembrando el camino resbaloso hacia la discriminación. Y los tópicos negativos tienen vocación de permanencia. El autor ha hablado en alguna entrevista de “la interiorización mansa de la inferioridad de otros pueblos” como algo que puede resultar muy peligroso. Y tenemos ejemplos recientes en nuestra historia europea. El holocausto se deslizó fácilmente por los raíles del antisemitismo. Sólo fue un paso más hacia la injusticia. Una muestra clara de la “interiorización mansa de la inferioridad del otro” por parte de todas las capas de una sociedad.

Debemos, pues, sacudirnos la pereza mental y no aceptar sin cuestionar los esquemas de interpretación, los atajos cognitivos que clasifican, categorizan y encasillan a millones de personas de manera tan automática, tan permanente y, sobre todo, tan negativa. Sin embargo, tratar de contrarrestar esta tendencia islamófoba no nos debe llevar a cometer otros dos errores. Alba Rico los llama culturalismo y miserabilismo. El culturalismo no es otra cosa que el relativismo instalado en Occidente desde mediados del siglo XX y que nos lleva a considerar que todo hecho cultural es respetable por sí mismo, por el mero hecho de pertenecer a una cultura. Como si la cultura o las culturas fueran algo sagrado e inmutable que no puede ser cuestionado, corregido, criticado y superado. La otra trampa en la que podemos caer cuando tratamos de evitar la islamofobia es el llamado miserabilismo. Esta trampa es más frecuente entre la izquierda de nuestros países demócratas. Y es la culpabilidad por el pasado occidental. Evidentemente, un pasado depredador y colonizador pero cuya culpa en algún momento deberemos de cancelar.

Como conclusión yo diría que, en España, (al menos todavía) no hay un discurso islamofóbico estructurado pero que debemos estar vigilantes con la utilización de las identidades, y especialmente de las partes más oscuras de las identidades, para catalogar a los diferentes grupos sociales. Y sería básico recordar que las culpabilidades deben ser asignadas individualmente. En definitiva, que cada cual sea responsable de sus actos, en un ambiente consolidado de libertades individual y colectiva. Pero eso sería un mundo ideal. Mientras este mundo ideal llegue debemos tener en cuenta hechos concretos y, además, que los mismos hechos concretos en distintos contextos sociales pueden tener soluciones diferentes. Por ejemplo, el velo islámico para las mujeres. Yo como mujer feminista prefiero ver mujeres musulmanas sin velo, sin hijab, sin niqab, sin burka; pero también prefiero ver mujeres musulmanas en la universidad, en el trabajo o por la calle y si, para que estén en estos sitios, de momento, tienen que llevar un hijab, podré tolerarlo. Obligarles a quitárselo sería más propio de otro fundamentalismo, un fundamentalismo laico.


Islamofobia
Nosotros, los otros y el miedo
Santiago Alba Rico 
Icaria. Más Madera

miércoles, 13 de julio de 2022

Novela: Celia en la Revolución de Elena Fortún (1987)

La autora.-
Elena Fortún pertenecía a la alta burguesía madrileña; su familia materna pertenecía a la nobleza vasca. Se casó muy joven y tuvo dos hijos, uno de ellos prematuramente muerto. Empezó sus colaboraciones en prensa animada por María Lejárraga quien le presentó a Luca de Tena, director de ABC que la contrató para publicar en el suplemento infantil del periódico, Gente Menuda. Su inquietud, tanto intelectual como espiritual, le llevó a formar parte de la Sociedad Teosófica de Madrid. Otras obras suyas: Oculto sendero, El pensionado de Santa Casilda.  También existe una adaptación de los primeros libros de Celia a serie de televisión realizada por RTVE, Celia.

Mi opinión.-
Hace unos cuantos años leí Oculto sendero de esta misma autora y tengo intención de volver a leerla. Una novela autobiográfica que me resultó muy interesante y, en cierto sentido, complementaria de la serie protagonizada por Celia. Digo que puede ser complementaria porque en Celia también se pueden rastrear rasgos autobiográficos.

Los libros que componen la saga de Celia son 21, colecciones de cuentos y novelas cortas. Constituyen una descripción fiel de la avidez con que una niña, fantasiosa y muy protegida, se enfrenta a las contradicciones de la vida y, además, también es la radiografía de un tiempo y de una clase social y de la capacidad de adaptación en momentos de conflictividad extrema.

Celia en la Revolución es el último de ellos. Es ya una adolescente que tiene que enfrentarse sola a la Revolución y a la Guerra Civil. Ha sido educada por su padre en un ambiente liberal y demócrata, donde la república y la voluntad del pueblo son los valores supremos que, sin embargo, se verán amenazados por la propia revolución popular. Desde el principio el padre de Celia ve como la república es asesinada por su propio pueblo. Una república sin gobierno ni ejército, sin policía puesta en manos de un pueblo maltratado y resentido, dice el padre, “inculto, indisciplinado y desatinado”.

En ese contexto Celia, esa niña un poco cursi, llena de lacitos que habla de su hermano Cuchifritín y de Teresina y Fifina, llegará a ser una adolescente con responsabilidades familiares. Tendrá que luchar para poder alimentar a su familia. Pasará por el hambre, las privaciones y el ambiente de venganza y muerte en un Madrid sitiado y tendrá que huir por un país en guerra en busca de una cierta seguridad. Pasará por Segovia, Madrid, Valencia, Albacete, Barcelona, Madrid otra vez, Valencia otra vez, hacia finalmente el exilio.

Se encuentra durante ese recorrido con la generosidad de unas personas y con la maldad y perversión de otras, capaces incluso de robar la comida de un enfermo. Una adolescente sobreprotegida tendrá que ponerse a trabajar, a hacer fila en las colas de racionamiento y a ir de un sitio a otro para encontrar algo que comer; a ver a los fusilados tirados en la calle y a sentir el odio de clase de gente a la que conoció en su vida anterior y que en ésta se comportan como déspotas. Aunque también será el momento del primer amor.

Esta novela ha sido reeditada por Renacimiento en su intento de rescatar autoras de la llamada Edad de Plata de la literatura española. A veces, la autora recurre a una escritura excesivamente ñoña y creo que lo hace conscientemente para resaltar todavía más el contraste entre el habla delicada de una niña de clase alta y la brutalidad de los acontecimientos que está viviendo. Además también es interesante ver la interacción de esta habla relamida propia de los burgueses con el habla llama de la criada y otros personajes de clase baja que aparecen en la novela. Pero algo que queda claro es que la maldad y la bondad no se reparten por clases sociales sino que son elecciones individuales. Muy recomendable.


Celia en la Revolución 
Elena Fortún
Renacimiento, 2016


miércoles, 6 de julio de 2022

Cine: Doctor Strange en el multiverso de la locura (2022) de Sam Raimi

Decía en el post que dediqué a la primera película de Doctor Strange que me temía que todo se quedase en una mera presentación del personaje y que no habría más películas. Me equivoqué. Aquí está la segunda y quizá haya más. 

Doctor Strange sigue siendo interpretado por Benedict Cumberbach y sigue manteniendo los tics más propios de Sherlock. Lo cual le da mucho encanto a un personaje que por su suficiencia y pedantería resultaría un poco grimoso. También vuelve a aparecer Rachel McAdams como la incondicional Dulcinea, un poco puñetera y sin los rasgos ñoños y romanticoides que tenía en la primera peli. Dicho esto pasamos a comentar más en profundidad Doctor Strange en el multiverso de la locura.

Es imprescindible destacar el personaje de Wanda Maximoff (apellido ruso, y ahí lo dejo), la Bruja Escarlata. Interpretado con una amplia variedad de matices por Elizabeth Olsen que ha sido todo un descubrimiento para mí. La Bruja Escarlata tiene un pasado doloroso que no consigue superar y por ello va destilando maldad por todo el multiverso. ¿Qué pasaría si hubiese diferentes versiones, a veces, antagónicas de nosotros mismos? ¿Qué pasaría si fuésemos ángeles en unos lugares y tiempos y demonios en otros?

Esto es básicamente lo que somos los seres humanos. Seres de respuesta a diferentes estímulos. Y cuanto más amenazante es el estímulo, más agresiva será nuestra respuesta. En condiciones de tranquilidad somos, en términos generales, amables, elegantes y cariñosetes; pero ¡ojo!, con que nos sintamos mínimamente amenazados. Sacamos uñas y dientes para defender nuestra entidad tanto física como psíquica y tanto individual como colectiva.

La Bruja Escarlata podría haber derrochado bondad y generosidad como Dorothy, la protagonista de El mago de Oz. En este sentido es como su imagen especular. Es una muestra de cómo nuestra bondad y generosidad, sometidas a condiciones injustas, se pueden convertir en maldad y egoísmo. Wanda es protagonista de una tragedia griega. Es una dolorosa maternidad que expande su locura homicida tras haber perdido a su compañero y a sus hijos. Porque sí, señoras y señores, el dolor nos roe el alma, el trauma nos corrompe y la muerte puede con nosotros. Pero antes de que llegue la muerte del cuerpo, la muerte del alma nos impulsa a morir matando. La posibilidad de la redención de la culpa y la restauración del equilibrio mediante el perdón siempre seguirán existiendo, pero las consecuencias terribles de nuestras malas acciones quedarán allí.

Yo no conocía a este personaje y parece que sus fans han montado en cólera cuando los guionistas y el director han convertido a Wanda en una mala malísima. No la he visto pero hay una serie TV, Bruja Escarlata y Visión, que puede considerarse una precuela de esta película y es donde se narra el origen de los acontecimientos tratados en este multiverso de la locura.

La interpretación de Elizabeth Olsen, subrayada por un vestuario espectacular y un maquillaje soberbio, está a la altura de la de Benedict Cumberbacht y, a veces, la supera. No me ha parecido lo mismo el personaje interpretado por Xochitl Gómez que sólo es una excusa para incorporar a un personaje latinoamericano y que, además, es la hija de dos lesbianas. Eso sí, también tiene superpoderes que tendrá que reconocer y asimilar para empezar a dominarlos y utilizarlos de una forma positiva.

¿Qué decir de Cumberbacht? Sublime, como siempre. Además, macabro, hiriente, comprensivo, autosuficiente, emotivo, arrogante y presuntuoso, dubitativo, miedoso y temerario. En fin, varios doctores Strange pululando por el multiverso porque de eso se trata. Pero no hay que olvidar que, sobre todo, esta película es una película sobre la maternidad. ¿Qué no haría una madre para recuperar a sus hijos?