Al volver a ver esta película he vuelto a sentir el mismo
terror a las arañas que cuando era cría. No creo que tuviera más de 10 años
cuando la vi por primera vez. Entonces me perdí todo su trasfondo filosófico y
me quedé únicamente con la anécdota, la curiosidad, el miedo que me produjo la
araña y, en general, me quedé con el pensamiento de que el peligro puede estar en cualquier lugar si
tienes un tamaño inadecuado.
El
increíble hombre menguante fue
rodada en 1957 por Jack Arnold. El escritor Richard Matheson adaptó magistralmente como guion
su propia novela. Se nota el cuidado con que lo hizo. El tiempo que ha pasado
desde su rodaje no ha hecho más que embellecerla todavía más. No sé si tendría
mucho éxito en su momento, pero desde luego se ha consagrado como un clásico de
los grandes.
Lo que más me ha gustado ahora ha sido cómo la película pasa
por diversos géneros de una forma muy fluida y que va acompañando la propia
evolución del personaje principal. La película empieza como una comedia
romántica, en la que una joven pareja de enamorados disfruta de unas apacibles
vacaciones. Entonces una espesa niebla envuelve al joven Scott Carey.
Aparentemente no hay ninguna consecuencia, pero meses después empezará la
tragedia y con ella el giro hacia el cine de ciencia ficción o fantástico.
Enfrentarse a su situación hace que la película se convierta en una cinta de
aventuras y al final en cine metafísico.
Cuando Scott tiene que enfrentarse a su drama, su carácter cambia.
Irritable primero, después huraño e incluso insultante y violento. Su tamaño va
disminuyendo paulatinamente y su amargura se vuelve resolución y firmeza,
dirigidas a sobrevivir en un mundo desconocido y amenazante. Al final, el
protagonista asume que nunca más volverá a ser como antes. Se ha convertido sin
quererlo en un infinito de pequeñez enfrentado a un infinito de grandeza. Su identidad
humana ha quedado disuelta en algo incomparablemente más grande que nuestra consciencia
no podrá nunca abarcar.
Sin embargo, el final no es desesperanzador. Queda en el último
discurso del protagonista un trasfondo filosófico que le impulsa a iniciar la búsqueda
de nuevos mundos y de otros seres que hayan sufrido su misma tragedia.
Teniendo en cuenta que se trata de una película de 1957, los
efectos especiales son alucinantes. Y las amenazas que van creciendo a medida
que Scott empequeñece son realmente aterradoras. Una araña que, en condiciones
normales, ni siquiera percibiríamos se convierte en un ser repulsivo y
aterrador que se hace sentir con sus pisadas incluso antes de ser visible. Su
telaraña recuerda la proximidad de una trampa letal. Sin embargo, Scott también
encuentra la manera de defenderse.
Un carrete de hilo y una aguja son sus únicas defensas. Y un
pedacito de pan mohoso o un trozo de queso puesto en una ratonera su único
alimento. La filtración de una pequeña gota de agua le puede salvar de la sed
pero también puede ahogarle.
El director de esta película, Jack Arnold, fue considerado
durante mucho tiempo como un director de serie B, un mero artesano. Ahora se le
considera un director de culto. Y entre sus obras imprescindibles están Llegó
del más allá o La mujer y el monstruo. Por lo que respecta a El increible hombre menguante, la película y la novela son imprescindibles.
Director: Jack Arnold
Guion: Richard Matheson
Fotografía: Ellis W. Carter
Intérpretes: Grant Williambs, Randy Stuart, April Kent.
En cuanto terminó la película y empezaron a salir los
títulos de crédito, no se me ocurrió otra cosa que preguntar ¿cómo? Así de colgados nos deja el
director a los espectadores. Con un punto de interrogación que se asoma de
manera insolente en la frente de cada uno de nosotros.
Esta película inmediatamente me recordó a Luz que agoniza de George Cukor aunque,
al final de ésta última, las cosas quedaban mucho más claras. En La cordillera todo queda como
suposición, como posible. Y el si el político…, y si la hija… Ninguna solución
propuesta es concluyente.
Toda la película gira en torno al personaje interpretado por
Ricardo Darín. Es Hernán Blanco, el Presidente de la República Argentina, que está
en una cumbre geoestratégica sobre petróleo de altos mandatarios
latinoamericanos, cuando recibe la noticia de que su hija ha tenido una crisis,
otra más, nerviosa. Todo, en la película, gira alrededor de Hernán Blanco, un
hombre corriente que ha llegado a la cumbre de su vida y su carrera política;
un hombre desconocido para la mayoría pero que consiguió ganarse la confianza
de los ciudadanos por su aparente mediocridad. Hasta el nombre parece una
broma. Hernán Blanco, blanco como un mirlo blanco, como la mente en blanco,
como una hoja en blanco donde escribir su propia biografía.
Cuando digo que todo gira alrededor de Hernán Blanco, quiero
decir que, conocemos su vida y su carácter por lo que el resto de personajes,
principalmente su hija, hace. Respecto a Hernán Blanco no hay palabras, ni
gestos, ni miradas que le delaten. Hay dos escenarios principales donde Hernán
plantea su juego: la cumbre y la relación con su hija.
En la cumbre de mandatarios latinoamericanos se mueve con
cortesía y excesiva prudencia. Simula ser (o no) el pardillo, el hombre
corriente al que su cargo le viene demasiado grande. Parece estar a la sombra
de los otros y actuar a rebufo de ellos, siguiendo el camino que le marquen.
Sin embargo, también da muestras de tener iniciativa, visión de futuro y
capacidad para tomar decisiones pragmáticas o egoístas.
En la relación con su hija se muestra cariñoso, atento,
preocupado por su bienestar. Aunque ya no es una niña necesita ese tipo de
cuidados. Su salud mental siempre ha sido frágil. No sabemos por qué. Quizá una
juventud alocada y excesivamente condicionada por el alcohol y las drogas o
quizá un matrimonio traumático y un divorcio todavía más doloroso. O quizá su
deriva mental comenzó mucho antes. Esa parece ser la conclusión de un prestigioso
y discreto psiquiatra que la atiende urgentemente durante la cumbre. Sin
embargo, Hernán Blanco suspende sin dar ninguna explicación, abruptamente, este
tratamiento de hipnosis propuesto por el psiquiatra.
Al final no sabemos quién esconde qué, si la hija o el
padre, pero sí que llegamos a intuir por la manera como Hernán Blanco se
conduce durante la cumbre, que no es el hombre tan sencillo ni tan falto de
personalidad como aparenta ser y que es capaz de hacer lo que sea para
conseguir lo quiere, o no.
La interpretación de Ricardo Darín es sobria y contundente,
creíble e inquietante, permitiendo vislumbrar la oscuridad del personaje. Pero también
me ha llamado la atención Erica Rivas que interpreta a la asistente personal de
Hernán Blanco y que está siempre atenta a todo lo que necesite, resolviendo
entuertos, cuadrando agendas y cuidando la imagen del presidente.
Dirección y guion: Santiago Mitre
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Javier Juliá
Intérpretes: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Elena Anaya.
Dorados, luces, espejos, cristales, mármoles. Todo deslumbra
en Versalles. A mí me agobia un poco tanto lujo y tanta opulencia; me resultan
inabarcables y me dan pereza. La prueba es que apenas hice fotos del interior
del Palacio; de los jardines y de las Grandes
Eaux Nocturnes, sí. Eso sí que me resultó más interesante, pero al Palacio,
no creo que vuelva otra vez.
Vista general
Versalles empezó siendo un pabellón de caza para el rey Luis
XIII, el Justo, porque el palacio real entonces estaba en el Louvre. Comenzó su
reinado en 1610, cuando tenía 9 años, aunque fue su madre María de Médicis
quien ejerció una desastrosa regencia. Cuando tenía 14 años le casaron con Ana
de Austria, hija de Felipe III de España y parece ser que el novio sentía tanta
repulsión por ella que tardó cuatro años en consumar el matrimonio. Unos dicen
que la veía como hija de los enemigos de su patria; otros historiadores manifiestan
sin pruebas patentes que era homosexual.
El Rey Sol sigue luciendo su esplendor
De una manera o de otra, sospechosamente, después de 23 años
de matrimonio nació el futuro Luis XIV, el rey Sol que, en 1682 instaló en Versalles su corte
y el gobierno de la nación. Se mantuvieron allí, durante tres reinados, hasta
la revolución de 1789.
La Galería de los Espejos
Luis XIV, de madre española, se casó con otra española que
además era su prima y siguió manteniendo relaciones muy conflictivas con la
corona española, como su padre y su abuelo. Si pensamos que la política hoy es
complicada, en el siglo XVII no lo era menos. La debilidad de la casa real
española contribuyó a incrementar esta conflictividad. De manera que Luis XIV,
reclamó el trono de España para su nieto, el que después sería Felipe V,
interviniendo activamente en la Guerra de Sucesión española. Si terminaba así
la rivalidad secular franco-española, surgirían otros problemas territoriales
dentro de la corona española que todavía no hemos solucionado, y estoy pensando en la mal gestionada y peor planteada cuestión catalana.
Apolo
Luis XIV extendió su influencia por toda Europa pero también
arruinó a su país con sus lujos y ostentaciones. Exponente máximo de esos lujos
fue el Palacio de Versalles. El Rey Sol ordenó edificar el palacio en 1670 y no
se dio por terminado hasta 1692. Incluye otros dos pequeños palacios y los
inmensos jardines, diseñados por Le Nôtre, bosques y estanques y numerosas
dependencias para sus cortesanos. La vida allí debió ser fastuosa y sobre todo extravagante.
Los cortesanos debían entretener al rey y a cambio él les concedía el
privilegio de asistir a su despertar o a verle comer y cagar. Era un
espectáculo también ver parir a las reinas para que no existiese duda sobre la
legitimidad de los recién nacidos.
Capilla Real
Cuando Luis XV, el Bienamado, bisnieto del anterior, accedió
al trono era menor de edad y se encargó de la regencia su tío Felipe de Orleans
que, no debía sentirse muy cómodo en el campo y decidió volver a París, incluso
pretendió hacer demoler el Palacio de Versalles. Afortunadamente no le hicieron
caso porque Luis XV había nacido allí y sentía una especial querencia por el palacio. Luis XV siguió con las obras de mejora y ampliación del palacio, de 1729
hasta 1772. Aunque la existencia de tantas obras no impedía la vida “cotidiana”
ni la celebración de fiestas, bailes y recepciones, la pregunta obvia es si
les quedaba tiempo para gobernar un país.
Por supuesto no. Lo hacían sus validos
y ministros y quizá ese fue su error. Luis XV se casó con María Lesczynska y tuvieron diez
hijos en diez años. Uno de sus hijos legítimos, otro Luis, fue el padre de los tres
últimos reyes de la casa Borbón en Francia: Luis XVI, Luis XVIII y Carlos X. Como la pobre reina siempre estaba embaraza el rey tuvo una numerosa lista de amantes, mujeres muy renombradas como La Pompadour. Pero los historiadores coinciden en que también fue patente su atracción hacia jóvenes muchachos. Y además le quedaba tiempo para gobernar.
Entrada principal
Se esperaba que el reinado de Luis XVI trajera muchas
reformas a la corte pero, a pesar de los intentos del rey, la nobleza y las
intrigas palaciegas lo impidieron. Quizá no estuviera preparado para ejercer de
monarca; se le reprocha su falta de carácter y debilidad. Era el cuarto hijo del heredero y nadie esperaba que llegase a
sucederle. Sin embargo, así fue. Se casó con María Antonieta de Austria y con
ellos en el trono, se construyó el pequeño Trianón y también una pequeña Granja
para que la reina jugase a ser pobre. Sabemos que terminaron perdiendo la cabeza,
literalmente.
En 1789 el pueblo, hambriento, asqueado de tanta corrupción,
impuestos, dispendio y lujo innecesario, asaltó el palacio y obligó a huir a la
familia real. Se intentó parar la furia desatada pero no fue ya posible; el
palacio fue saqueado y la familia real ajusticiada. Este episodio dio lugar a
un siglo de turbulencias y conflictos sociales, separados por pequeños
paréntesis de paz y prosperidad. El palacio nunca volvió a ser residencia real,
ni siquiera para Napoleón Bonaparte. En 1837, fue destinado a Museo de la
Historia de Francia, enriqueciéndose su colección con aportaciones de obras de
todo el país. Hoy es Patrimonio de la Humanidad.
L'Orangerie
Es interesante asomarse un poco a la historia de Francia
porque sus idas y venidas tuvieron mucha repercusión en España y en el resto de
Europa. Personalmente si tengo que quedarme con algo de Versalles elijo las pinturas
de los techos y sobre todo los jardines, el arte de la simetría.
L'Encelade
La perspectiva desde la Galería de los Espejos es
inigualable. Luis XIV, encargó el diseño de los jardines y bosques a André Le Nôtre y los consideró tan
importantes como el resto del palacio. Importancia que siguen teniendo
actualmente, con un ejército de jardineros encargado de su cuidado, cada 100 años se renuevan completamente. La última
renovación se produjo en 1999, así que hoy son jardines jóvenes y vigorosos.
Pompa y Esplendor
Los jardines y bosquetes tienen 2000 fuentes y estanques; la
que más me ha sorprendido es la fuente del Bosquet
de l’Encelade, con la escultura barroca de Marsy. Encélado era un gigante,
hijo de Urano; desafió a los dioses del Olimpo y fue aplastado por la diosa
Atenea que le lanzó la isla de Sicilia encima. Eso es lo que representa la
fuente.
Fuente de la Colonnade
Las fuentes nunca han podido funcionar todas al mismo
tiempo. Por eso se estableció un recorrido, en tiempos del Luis XIV, para que,
a medida que el monarca y su séquito avanzaban por los distintos paseos, las
fuentes comenzasen a fluir. Hoy, los espectáculos de Les Grandes Eaux y Les Grandes
Eaux Nocturnes recrean las sensaciones que debió tener el rey. Les Grandes Eaux Nocturnes
Los sábados de verano, por la noche, se iluminan fuentes y
estanques y la música barroca acompaña el fluir y las coreografías del agua y
del fuego y también a las pompas de jabón flotando en el aire. Todo termina con un espectáculo de fuegos
artificiales cerca del Gran Canal.
El final
Para mí lo mejor ha
sido poder escuchar la música barroca en el entorno para el que fue pensada y
compuesta. Aunque me gustaría que hubiese sido música en directo. No creo que sea imposible colocar a cuatro o cinco músicos en algún pequeño rincón y que interpreten la música al aire libre. Yo lo dejo aquí como sugerencia. No creo que vuelva otra vez a Versalles, aunque ¡quién sabe!
Rodrigo Hasbún es un escritor boliviano de origen palestino,
considerado como de los mejores escritores en español menores de 35 años. Antes
de ser escritor fue músico. Él dice que ambas actividades buscan una cosa:
perseguir el ritmo. Otras obras suyas: Nueve,
Los días más felices, El lugar del cuerpo.
Mi opinión.-
No me resulta fácil dar mi opinión sobre un autor del que
sólo he leído un libro y que, además, es relativamente joven. Los afectos es una novela corta que
sugiere más que narrar y si no conoces nada sobre la época que retrata puedes perderte en el relato.
Hans Ertl
A mí, sin embargo, la existencia de esos huecos me ha facilitado
una lectura más conmovedora, precisamente por eso porque conozco un poco de la
historia convulsa de Latinoamérica, a partir de los años 1960.
Esa historia convulsa puede rastrearse en la vida de una
familia boliviana de origen europeo. Hans Ertl, fotógrafo y cámara que había
trabajado con Leni Riefensthal para los nazis, se establece en Bolivia después
de la II Guerra Mundial. Allí crecerán sus hijas y cada una elegirá un camino vital
diferente. Caminos que las separarán y volverán a reunir en distintas ocasiones,
pero que supondrán la disolución definitiva de los lazos familiares.
Monika y Hans Ertl
Podemos suponer que la vivencia del exilio y su desarraigo político
y social influyen en las tomas de posición diferente, pero no podemos estar
seguros de que no hubiese sido así en el caso de seguir viviendo en Alemania. Los
distintos capítulos del libro sobre los puntos de vista de cada una de las
hijas no son concluyentes; más bien, generan sombras de incertidumbre sobre la fortaleza
o debilidad de sus lazos familiares.
El adulterio del padre, la distancia emocional de la madre
con sus hijas, la rebeldía política de Monika, la hija mayor, la indiferencia
de Heidi por la familia y por el país de acogida y la perplejidad de Trixi ante
el desmoronamiento, todo ello podía haberse producido también si no hubiesen
vivido un exilio, pero el exilio lo hace todo mucho más duro.
Totó Quintanilla
Al principio, piensas que la protagonista principal es
Monika, la hija apasionada y guerrillera, que ha sufrido distintas crisis
nerviosas, casada con un joven de buena posición pero deseosa de cambiar
profundamente las condiciones sociales de la vida, en búsqueda permanente de no-se-sabe-qué hasta llegar a su propia
destrucción. Pero en realidad, la protagonista es la propia familia y su deriva. Por eso me parece que el título, Los
afectos, se refiere más a aquéllos que, por obligación, están unidos o
inclinados hacia algo, sin más sentimiento.
El cadáver del Che
No resulta una lectura fácil por la diversidad de voces y
por las identidades, a veces, poco definidas de algunos protagonistas. Sin
embargo, sí que consigue captar la atención del lector por manifestar una
profunda melancolía, al mismo tiempo que se expresa con mucha dureza. Y esta dureza se nos hace todavía mucho mayor cuando nos enteramos de que los personajes son reales. Hans Ertl era conocido en Bolivia como el fotógrafo de Hitler y su hija Monika, la vengadora del Che Guevara, fue torturada y ejecutada por el ejército boliviano por participar en la muerte de Totó Quitanilla, polícia y cónsul responsable de la muerte del Che. Creo que esta novela pide una segunda lectura.
Susana y María son íntimas amigas y están pasando sus
vacaciones en un campamento de verano de monjas llamado La brújula. El nombre
no podía ser más indicado puesto que las dos vivirán un cambio de dirección
drástico en sus vidas. Susana y María son SUMA LATINA, un grupo de música
electrolatina no profesional con una única canción que se titula Lo hacemos y ya vemos.
Tienen muchas ilusiones, una luz muy especial y están muy locas. Por los chicos y
por la música, pero sobre todo por la vida y por su amistad. Son muy decididas pero la aparición glamurosa de Dios y su llamada va a perturbar mucho sus vidas. María
es quien sufre las apariciones de Dios. Y hay que decir que las sufre porque al
principio no entiende nada. Como es lógico acude a sor Bernarda que es quien
debería saber cómo comunicarse con Dios. Sin embargo, Dios ya no entiende el
viejo lenguaje de sor Bernarda y las chicas tendrán que buscar otro.
Es la comedia española del año. Empezó siendo una obra de
teatro de bajo presupuesto, pensada por los Javis y se consolidó durante varios
años como una propuesta fresca e imaginativa en el teatro madrileño. Ahora se
ha pasado al cine con las mismas intérpretes, el mismo éxito y la misma
frescura.
Miniminishorts y camisetas de miniminitirantes,
miniminivestidos de lentejuelas con escotazo en la espalda, son los nuevos
complementos que, en el siglo XXI, exige la llamada, la verdadera vocación o
las decisiones trascendentes de nuestra vida. Da igual cómo lo queramos llamar. El caso es que a veces un giro radical
es lo mejor que nos puede pasar. Pero no hay que perder de vista que un giro de tal magnitud sin duda debe dar miedo y vértigo. No es fácil salirse de
las decisiones previamente tomadas, ¿o sí?
La interpretación de las cuatro actrices es inmejorable; llena de
ternura, picardía bien escondida y de buen humor. A las dos jóvenes contradictorias, Macarena García y Anna Castillo, les acompañan dos monjas, Gracia Olayo y Belén Cuesta, que aparentemente tienen su vida muy bien dirigida. Sor
Bernarda es una monja curtida que intenta dinamizar el campamento con sus cassettes
de música motivacional católica, aunque en secreto admira a Whitney Houston, y
sor Milagros, una joven novicia confusa y balbuceante, que con su buen corazón y,
ahora, muchas dudas sobre su vocación religiosa, reconoce que antes soñaba con cantar
como Sole Giménez de Presuntos Implicados.
Es impagable el número musical de sor Bernarda y sor
Milagros, a ritmo de country y bajo el lema Felicidad
comienza con Fe. Obligatorio ir a verla, especialmente para aquéllos a
quienes les brote un sarpullido al oír que es una respetuosa y tronchante película musical de adolescentes y monjas, interpretada únicamente por mujeres. Lo que más me ha gustado de esta película ha sido la
sorpresa continua aunque también tengo que reconocer que el final no me ha
gustado mucho. Después de darle unas vueltas tampoco se me ocurre a mí un final
mejor.
Dirección y Guion: los Javis, Javier Ambrossi y Javier Calvo
Música: Leiva
Fotografía: Miguel Ángel Amoedo
Intérpretes: Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta, Gracia Olayo, Richard Collins-Moore
Merece la pena hacer un breve comentario sobre algunos
restaurantes de los que visité en mi último viaje a París. No puedo ser
objetiva porque me encanta la cocina francesa y ya hace algún tiempo que quiero
hacer un cursillo, pero como no encuentro tengo que contentarme con el Canal
Cocina. Cuatro son los restaurantes que voy a reseñar, tres de ellos
con menú típico y el cuarto con brunch libre. Además
también incluiré un McDonald's, porque no estoy acostumbrada a lo que me sucedió
allí.
L'assiette aux fromages
El primer día almorzamos en el Barrio Latino, en el 25 de la
Rue Mouffetard, una de las calles más viejas de París y actualmente con mucho
ambiente. Situada en la colina de Santa Genoveva quedó a salvo de la
reurbanización de Hausmann en el siglo XIX. El restaurante se llama L'assiette aux fromages, especializado
claro está en quesos y especialmente en la Fondue Savoyarde, quesos y un toque de vino blanco. Es lo que comimos, acompañada
por una ensalada, más bien escasa y poco agraciada. El postre fue también otra
fondue, pero esta vez de chocolate con frutas.
El sitio es pintoresco y no sé por qué tienen como
decoración una vaca colgada en el techo. La comida estaba bien aunque el
servicio no acompañaba. Algunos ya estábamos con el postre y otros todavía no
habían empezado con el plato principal. Creo que el volumen del grupo les
desbordó. Además en mi mesa, uno de los comensales se precipitó y no esperó a
que el chocolate se calentase y nos lo sirvió a todos sin previo aviso encima
de las frutas, quitándole toda la gracia al plato. En fin, que fue una comida un poco accidentada pero la fondue de queso para mí era excelente. Es que me encanta el queso.
El siguiente día fuimos a Le Procope. Me quedé sin aliento. Situado en el Distrito VI, en el
13 de la Rue de l’Ancienne-Comédie, cerca del Boulevard Saint Germain. Fue
fundado en 1686 por un siciliano, después nacionalizado francés, llamado
Francesco Procopio De Coltelli que fue también uno de los “inventores” del
helado, ¡bendito sea! Este señor tuvo una vida un poco agitada, mientras tenía
14 hijos, afortunadamente con tres mujeres diferentes, le dio tiempo a
gestionar este restaurante que todavía funciona. Tiene también una entrada
secundaria, por la Cour du Commerce-Saint André, donde vivió uno de los
primeros fabricantes de la guillotina.
Este restaurante fue un punto de agitación política, social y
literaria frecuentado por Voltaire, Rousseau y Benjamin Franklin. También
se reunía allí el Club de los Cordeliers,
sociedad política republicana radical en 1790 que propugnaban la eliminación de
la monarquía, el advenimiento de una república por sufragio universal y la
defensa de los sans-culotte.
Benjamin Franklin
Da un poco de vértigo pensar y ver que todavía funciona después de tanto
tiempo y de tanta conspiración, ¿no? A mí sí. La decoración es muy clásica pero
está muy cuidada: arañas de cristal en el techo, paredes enteladas y
referencias al gorro frigio y a la revolución por doquier. En la puerta de los
baños puede leerse: citoyennes et
citoyens, ciudadanas y ciudadanos.
Sopa de cebolla
No consigo recordar cual fue el segundo plato. Era un
estofado de carne o un pescado, estaba rico, pero no recuerdo más. Debió
quedarse eclipsado por mi plato favorito de la cocina francesa, la Soupe à l'oignon, que tomamos como primero. Un plato difícil,
sofisticado y rústico al mismo tiempo. En esta ocasión, llevaba un gratinado de queso
de varios centímetros de espesor como yo no había probado nunca. Para mí, una delicia. De postre tarta tatin
de manzana. ¡Ummmmm! El Procope, un sitio para volver sin duda, con el deseo de
encontrarse allí con la historia, la revolución política y la revolución por el
conocimiento también. Lástima que todas las revoluciones acaben siendo tan
misóginas.
El día que visitamos el Museo d’Orsay comimos en su restaurante.
La antigua estación de Orsay era la cabecera de la línea París-Orléans. Fue proyectada
en 1898 por Victor Laloux y su mayor reto era no desentonar con el entorno del
barrio. Se inauguró en 1900 y su recinto albergaba también un hotel con su
correspondiente restaurante. A partir de 1939 con la electrificación de las
líneas férreas la estación había quedado obsoleta y en 1973 también cerró su
hotel. Tiempo después se acometió su rehabilitación como museo inaugurado en
1986.
Imagino que este restaurante y también el hotel eran para
los viajeros de primera clase. Hoy ha recuperado todo su esplendor asimilando también
una cierta dosis de decadencia. Muchos dorados y pinturas al fresco de Gabriel
Ferrier y Benjamin-Constant (pintor orientalista que no tiene nada que ver con
el filósofo). Hoy las sillas son las encargadas de darle el toque moderno y han
sido diseñadas por Jacopo Foggini. Esta sala está clasificada como Monumento
Histórico.
Detalle del techo
Tomamos Salade Caesar
aux croustillants de poulet, un estofado y de postre Secret chocolat et nougat, un pequeño bizcocho de chocolate con
chocolate fundido en el centro y salsa de vainilla. Regular en comparación con
Le Procope, pero un sitio fantástico también.
El último día, para despedirnos de París, tomamos el
almuerzo en La Bellevilloise, situada
en el X Distrito, en la Rue Boyer. Nos prepararon un brunch para nuestro grupo con
distintos ingredientes para combinar en ensaladas, guisos de carne y de pescado
y diferentes postres y bollería. Yo como soy aficionada a las ensaladas, me
preparé una con quinoa y vegetales, pero también añadí un poco de hummus y tzatziki
griego, muy refrescante. Después pasé directamente a los postres. Îles flottantes y crêpe au chocolat.
Hoy, además de restaurante es una sala de conciertos, espacio cultural y de reuniones. Pero de 1877 a 1936 fue una cooperativa de trabajadores que, había
concertado, con las tiendas de los alrededores precios especiales para sus
socios; después también ofrecieron servicios sanitarios y culturales. Un
verdadero lugar de resistencia, donde se ofrecía a los trabajadores una esperanza
de cambio y mejora para ellos y sus familias.
En 2005, Renaud Barillet, Fabrice Martinez y Philippe Jupin
reabrieron el lugar, adaptando el espíritu de la Bellevilloise al siglo XXI,
como lugar independiente de actividades artísticas y así hasta hoy y esperemos
que mucho más tiempo.
Me quedó tiempo también para visitar un McDonald's. Fue el
día que visité por mi cuenta el Museo Cluny y que después había quedado con mi
grupo para visitar el Museo del Louvre (la vida del turista es así). Tenía poco
tiempo así que frente a Cluny encontré un McDonald's. Pedí una ensalada de pasta con su correspondiente aliño pero además, en París, la sirven con un panecillo integral. En
España, que yo sepa, en el McDonald's no te ponen la ensalada con un panecillo. Pero
lo más curioso del caso fue que una amable camarera abrió la ensalada y la puso
en una tabla de cortar, la cortó en trocitos más pequeños, la puso en un bol de
aluminio y le añadió el aliño que yo había pedido, removió y la volvió a meter
en el bol de plástico donde habitualmente las venden y me la dio lista para
comer. Me quedé sorprendida y encantada porque de otra manera el aliño no se
puede repartir bien.
Se habrá notado que soy fan absoluta de las ensaladas. Incluso
cuando estoy en mi casa todas las noches ceno ensalada, así que estando en
París no iba a ser menos. Para cenar, ensalada. Cerca del hotel, ibis Paris Bastille Opera, había un montón de pequeños restaurantes muy atractivos y de
precio asequible. Allí probé la Salade Seguin, la Salade Perigourdine y otras que ya conocía como la Niçoise o la
Caesar. La Perigourdine es desde ahora mi favorita.
Esto se veía desde la ventana del McDonalds. Biblioteca de la hora feliz
Queda un poco snob poner los nombres en francés pero
me gusta más hacerlo así. Los enlaces con las recetas también van en francés pero
son muy fáciles de entender. Otra razón para volver a París: no pude acercarme a probar
los helados de Berthillon, los mejores de París desde 1954, Rue Saint Louis, Île Paris. Para volver.