Tatiana Tîbuleac empezó a trabajar en la televisión y la
prensa en lengua rumana después de concluir sus estudios de Periodismo y
Comunicación. Nació en Chisinau, Moldavia, aunque actualmente vive en París. Ha
publicado un libro de relatos, Fábulas
modernas, y su segunda novela Jardín
de vidrio.
Mi opinión.-
Al terminar de leer esta novela, inmediatamente, me han surgido dos preguntas: ¿Quién no ha odiado a su madre siendo
adolescente? y ¿Por qué la autora ha elegido a un personaje masculino como
protagonista?
El protagonista es de origen polaco y vive en Haringey, Londres
Respecto a la segunda, dice la autora en una entrevista, que
asumir una voz masculina le ha hecho sentir más cómoda a la hora de enfrentarse
a la violencia con la que se expresa Aleksy, el personaje principal. Es curioso
que una mujer no se sienta cómoda con la violencia. Aleksy es un artista con profundos problemas psicológicos, quizá, por su adicción a las drogas. Su terapeuta le anima a escribir para revelar sus traumas. Hay que tener en cuenta que cuando Aleksy
escribe es un hombre ya de unos 40 años, que acaba de sufrir un terrible
accidente que le ha costado la movilidad en las dos piernas y la muerte de su
novia, aunque haga más de 20 años que ha perdido a su madre. No extraña que, a partir del accidente, sufra un bloqueo creativo.
Aleksy descubre que los caracoles son golosos
Así Aleksy nos introduce en su vida de adolescente marcado
por la enfermedad mental, con estancia en un psiquiátrico incluida, pero sobre
todo nos introduce en el último verano que pasó con su madre. El verano en el
que primero aprendió a desodiarla y después aprendió a amarla, superando una traumática infancia de abandono y desamor. Este precioso libro nos habla también del poder de curación
de la escritura. Una escritura que por momentos se convierte en oración o,
mejor dicho, en letanías de una belleza poética. Los ojos de mi madre eran cicatrices…, los ojos de mi madre eran conchas despuntadas…, los ojos de mi madre eran campos de tallos
rotos… los ojos de mi madre lloraban
hacia adentro.
Sobre el odio de un adolescente hacia su madre habría mucho
que decir pero en el caso de Aleksy llegamos a comprenderlo. Y su madre
también. Ella sabe que ha sido injusta con el crío, especialmente, después de
la muerte de su hija pequeña; y él aprende que a veces los seres humanos no
saben hacer nada bien. Y es que la suya es una madre que nunca ha tenido
suficiente amor ni demasiada suerte en la vida.
La novela es intensa como un buen verano y está iluminada
por el reflejo de los girasoles. A mí no me resulta dura, ni violenta, todo lo
contrario. Acompañar a alguien en su muerte creo que da una perspectiva
diferente de lo que es importante en la vida. Paradójicamente, ese acompañamiento en la muerte pone calor en el
corazón del que se queda. A mí me sucedió así. Esta novela me reconcilia con todo lo que rechazo en mi vida. Además está muy bien editada por Impedimenta que siempre adjunta una postal que reproduce la portada en todas sus novelas. Muy
recomendable.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Tatiana Tîbuleac
Lo primero que hay que decir sobre este libro es que no es
un libro. Se trata de dos textos breves: una intervención ante colectivos
sociales en Molina de Segura, Murcia en 1999 y una conferencia en la misma
población en 2006. Son textos separados por el tiempo pero que guardan una
unidad y, a pesar de su brevedad, explican muy bien el pensamiento de Julio
Anguita. Los textos se complementan con introducciones que alaban su figura sin peloteo, uno de los políticos que más deberíamos respetar en
España, aunque no secundemos totalmente sus ideas. Especialmente, por su
coherencia, claridad y honradez.
El primer texto está dedicado a la Unión Europea y a su incidencia
en el origen de la crisis de 2008. Es cierto que la pertenencia a la UE ha supuesto una
pérdida de soberanía para los estados, pero también creo que, al analizar esta
situación, los políticos y los politólogos prescinden de tener en cuenta el
factor tiempo y de considerar que la UE es un proyecto a largo plazo. A veces cuando leo críticas sobre la UE me suenan a aquello de Santiago y cierra España y se me ponen
los pelos de punta porque me parece que la solución que ofrecen a los problemas
es el aislamiento y la autarquía que hemos vivido desde el siglo XIX hasta el
final de la Dictadura franquista.
Yo creo que la construcción de la UE es una tarea de largo
recorrido y que, aunque ahora, sea una institución inspirada por el
neoliberalismo siempre podrá verse influida por la socialdemocracia. El
problema no es la UE ni su construcción sino que los partidos socialdemócratas
se desangran desde hace años y de los socialistas, ya ni hablamos. Anguita también tiene respuesta para esto. Se
trata de que el individuo no está concienciado, no es un ciudadano o ciudadana responsable
respecto a la res publica. Afirma que
en 1999, 12 de los 15 gobiernos de los estados de la UE estaban regidos por
partidos de izquierdas o al menos socialdemócratas. No hay que resaltar que,
actualmente, esto no es así. ¿Qué ha pasado en estos 20 años? Ahora ya no son los caciques quienes dominan el voto del
pueblo. Ahora ya no es la Iglesia Católica quien domina el voto del pueblo.
Ahora es la televisión como el medio principal que configura las mentalidades
humanas. Pero, ¿no será que el pueblo no quiere ser pueblo? ¿no será,
simplemente, que el pueblo no quiere votar a la izquierda? El fracaso de la
izquierda está en el ciudadano, en el pueblo que no quiere votarle.
Las características y requisitos del ciudadano que debe
participar en la res publica son otro
punto importante para Julio Anguita. Este ciudadano imbuido de valores
republicanos es crítico con los poderes, comprometido con sus conciudadanos y
pagador de sus impuestos. En fin, un ciudadano idílico que llegará en algún
momento pero que, yo estoy convencida, de que podrá vivir tanto en una república
como en una monarquía parlamentaria; porque, ni siquiera, en las repúblicas más
consolidadas, como la francesa, este ciudadano existe todavía y, sin embargo, puede que
en alguna monarquía, como las escandinavas, el ciudadano y la ciudadana sean más
parecidos a ese tipo ideal.
La república y el estado federal siguen siendo los dos
protagonistas del segundo texto, además, manteniendo ese tono de ensoñación
idílica especialmente respecto a la república. Respecto al estado federal,
Anguita es más impreciso y breve y se deja llevar por tópicos. Considera que el
problema territorial de España tiene 300 años. Yo no soy historiadora pero no
lo creo así; porque hace 300 años ningún español quería dejar de serlo. Los nazionalismos, vasco y catalán, se inventaron a finales del siglo XIX, cuando las dos regiones florecientes, las que habían despegado económicamente gracias a la debilidad de los gobiernos centrales y gracias a tener pasaporte español, empezaron a hacerse fuertes.
Yo todavía iría más lejos. Pienso que en España no hay
ningún problema territorial sino un problema de desequilibrio en el desarrollo
económico. La industrialización desde el
siglo XIX, del País Vasco y Cataluña, y la falta de reforma agraria para el resto
de España ha sido el verdadero problema. Esas dos regiones, tradicionalmente, han
salido favorecidas de esta situación y han mantenido una ventaja comparativa. A veces esta ventaja nacía de una feroz capacidad de chantajear a los débiles gobiernos nacionales. Desencadenando una guerra carlista tras otra, para volver a la monarquía absolutista y paralizar las reformas liberales que la monarquía liberal quería para todo el país y que nos hubiesen favorecido a todos. Anguita sigue pensando que el resto de españoles tenemos
miedo de los separatistas. Yo creo que, con los últimos acontecimientos en
Cataluña, no se trata de tenerles miedo sino de pararles los pies. Catalanes y
vascos son españoles (aunque, siento decirlo, a veces nos den asco). No son diferentes del resto de españoles. Cataluña, por su pertenencia a
la Corona de Aragón, creó España. Catalanes y vascos presumían de ser españoles cuando eso daba dinero.
Durante el siglo XIX, a esta industrialización exclusiva de
País Vasco y Cataluña, se le añaden las guerras coloniales que, además, de
suponer una sangría para el país facilitan una coartada para el origen y la
difusión de los nazionalismos periféricos. Tanto País Vasco como Cataluña, dentro de su paranoia, consideran
que han sido tan colonizados por España como los territorios de América Latina
incluso durante la Dictadura franquista. Así, los maketos y xarnegos, trabajadores
inmigrantes del resto de España que levantaron las economías vasca y catalana; esos andaluces, extremeños, castellanos o aragoneses serán considerados
una estrategia de colonización. Por tanto Cataluña y País Vasco estarían tan legitimados
para ejercer su derecho a la independencia o a la autodeterminación como las
antiguas colonias. Lo dicho, pura paranoia. Parece increíble que en el año 2018 se haya escuchado este
mismo argumento estrafalario por parte de algunos políticos catalanes.
Reivindicar ahora un estado federal sólo favorece a quienes
han tenido ya suficientes ventajas a costa del desarrollo de los demás. Además,
el estado autonómico puede considerarse un estado cuasifederal. Yo, sinceramente, no veo ninguna ventaja en cambiar los nombres, las etiquetas de las cosas. Ni una república sería más eficiente que una monarquía
parlamentaria; ni los ciudadanos de una república obligatoriamente estarían más
comprometidos con el estado que los ciudadanos de una monarquía; ni un estado
federal sería más justo que un estado de las autonomías. Abundantes ejemplos hay de repúblicas que son infinitamente peores que algunas monarquías.
El tono de estos escritos,
a veces, es muy parecido al de los sermones. Bienaventuranzas, deseos, utopías,
ensoñaciones puramente emocionales y beneficios a muy largo plazo con costes brutales
en el corto. Eso sí, Julio Anguita no engaña a nadie deja muy claro que la
república, como aspiración, será el reino de los cielos en la tierra pero que, en
este siglo, no llegará.
Ya ha llegado la segunda temporada de La Peste y, tal y como
terminó, tengo la sensación de que no será la última. En esta segunda
temporada, La mano de la Garduña, parece
que se han intentado subsanar los errores que se le achacaron a la primera. La
oscuridad de la fotografía, que tan bien recreaba la pintura barroca, y la lentitud de
la narración a mí no me parecían inadecuadas, pero fueron muy criticadas.
El contexto es el mismo. Sevilla, una metrópoli que controla el mercado
con las Indias. Una ciudad opulenta y roída por la corrupción y las
desigualdades sociales. Y donde la virtud y la maldad, la infamia y la dignidad,
se reparten por igual entre las clases altas y bajas.
Recuperamos en esta temporada a los mismos personajes con unos
años más y más penas en el alma. Mateo (Pablo Molinero) ha vivido unos años en
las Indias y allí ha hecho fortuna pero tiene que renunciar a ella cuando Teresa
(Patricia López Arnáiz) le llama. Teresa ha dejado de pintar y ha acogido en su
casa, como un hijo, a Valerio, el hijo bastardo de su marido. Los tres han
descubierto que son fuertes y que pueden luchar por lo que creen, aunque la
lucha sea eterna.
Mateo ha dejado su melancolía. Pero especialmente fuerte se
muestra Teresa que en la primera temporada empezó a despertar y a cuestionar el
estar constreñida por su condición de mujer. Valerio (Sergio Castellanos) ha
dejado definitivamente atrás su pobreza y su incultura. Como se intuía es un joven
muy inteligente y, en estos años, se ha formado para seguir con el negocio de la
seda de su padre. Aquel negocio que no dejaron desempeñar a Teresa.
Esta vez la trama da mucho mayor protagonismo a las mujeres;
a las mujeres pobres y prostituidas. Valerio, supongo que conmovido por la vida
y muerte que llevó su madre, trata de salvar a las prostitutas y sacude, así,
el negocio de la Garduña. Esta sociedad de malhechores existió de verdad. Aquí
la serie es muy explícita mostrando la violencia con la que el grupo de
mafiosos es capaz de actuar: cortan lenguas, cortan dedos y acuchillan
brutalmente, con tal de mantener su poder y el miedo entra la población.
Hay otros personajes de la primera temporada que toman un
mayor protagonismo en ésta. María de la O (Estefanía de los Santos) ha hecho
carrera en el mundo del crimen y, junto con Conrado (Luis Callejo) y Baeza son
el trío que representa la oscuridad y la muerte. Esta vez, sin embargo, la trama no tiene ningún carácter esotérico y Baeza (Jesús Carroza), se presenta como un
personaje equívoco.
Pontecorvo (Federico Aguado) es el nuevo asistente de la
ciudad. Una especie de alcalde, gobernador, juez y policía. Encargado de
limpiar la ciudad y deseoso de hacerlo bien para encontrar un puesto político en la
Corte. Bien cerca del rey. Ha sido soldado y su esposa, cansada de no ser
nadie, es casi tan ambiciosa como él.
Al final, la corrupción y
el crimen tienen tantas cabezas que ha sido imposible cortarlas todas. Sin
embargo, se abre un poco de luz y serenidad en la ciudad. Los buenos podrán
seguir intentando cambiar el mundo, aunque lo hayan perdido todo; algunos de
los malos encontrarán la muerte y otros tendrán una nueva oportunidad, para redimirse
o para volver al delito, no lo sabremos. Los políticos seguirán politiqueando
para bien y para mal.
Personalmente, me hubiera gustado que se intentase recrear un poco el castellano del siglo XVII. No creo que entonces se utilizase la palabra autopsia; ni que a las damas se las llamase por el apellido precedido de señora. Creo que está mucho más incardinado en la tradición española llamar a alguien don o doña seguido por el nombre de pila. Pero es la única crítica que puede hacerse. Por lo demás, guion, fotografía, música, interpretaciones, todo brillante. Hay mensajes ocultos en algunas fotos. Muy recomendable.
La picaresca de los siglos XVI y XVII parece que dio para
mucho y que todavía puede seguir explotándose. Eso debieron pensar los
creadores de esta serie que tendrá también una segunda temporada. No hay que
olvidar que Sevilla entonces presentaba grandes oportunidades de promoción
social con la emigración hacia las Indias, pero que esta emigración estaba rigurosamente
reglada. Principal motivo de que existiese un tráfico ilegal sustentado por
mafias más o menos conectadas con los prohombres de la ciudad.
A mí me ha parecido una serie magnífica, aunque haya
recibido críticas negativas por su oscuridad, su lentitud que, en realidad, a
mí me parece que es intensidad narrativa que no siempre se apoya en los
diálogos. Es una serie difícil pero con mucha calidad. Ya hace tiempo que la
industria, la pequeña industria audiovisual española da ciertas alegrías.
Alegrías que además son exportables.
Yo entiendo perfectamente que tenga que ser una serie oscura
porque va a tratar temas que siguen escondidos dentro de las sociedades. La
miseria, la corrupción, las desigualdades palpables, respirables y que se
podían masticar y tragar. Todavía diría más, que algunos, los más pobres, estaban obligados
a tragar porque otros, los prohombres, podían cerrar la ciudad y sus casas y
dejar la miseria fuera.
Aquí la enfermedad, la peste, es sólo una excusa. Una barrera
para limitar un campo de estudio. Sevilla, la gran ciudad, queda sitiada por una
catástrofe que se ceba en los más pobres. Sin embargo las autoridades civiles y la
inquisición eclesiástica están preocupados por una serie de asesinatos producidos en la
ciudad.
Tenemos, pues, por un lado la crisis desencadenada por la
enfermedad y la falta de abastecimientos en la ciudad porque nadie puede entrar
y salir. Esto da lugar a que los especuladores acumulen cereales y productos de
primera necesidad para subir el precio de los mismos cuando escaseen. Y, por
otro lado, tenemos a un asesino suelto. Veremos si, a lo largo de los
capítulos, una y otra trama se funden en la misma.
Además, y creo que como consecuencia de la lucha feminista
de estos últimos años existe un personaje femenino que destaca. Estoy segura de
que, si la serie se hubiese rodado hace unos años no lo hubiéramos visto. Es
Teresa Pinelo, una pintora. Es cierto que en los siglos XVI y XVII existieron
pintoras y escultoras que, si bien no vivieron exclusivamente de su trabajo, sí
que dieron muestras de su talento; ahí quedan los ejemplos de SofonisbaAnguissola, Lavinia Fontana, Clara Peeters o La Roldana.
Teresa Pinelo y Mateo Núñez son personajes que no encajan en
el ambiente de corrupción y lo pagan caro. La primera no puede mostrarse como
una mujer de talento y firma sus cuadros con el nombre de su padre. El segundo
vive perseguido por la Inquisición porque no quiere menospreciar su razón, su
capacidad crítica y su propia inteligencia.
Por lo demás, fuera de la ciudad, una ciudad sucia, todavía
quedaba mucha más suciedad. La de la mancebía, donde según las ordenanzas sólo
podían vivir y trabajar las putas; putas que eran mayores de doce años y
huérfanas de padre y madre. Por supuesto, sometidas a chulos y a sus clientes
bestializados.
Dirección: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos
Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos, Fernando León de Aranoa
Música: Julio de la Rosa
Fotografía: Pau Esteve Birba
Intérpretes: Pablo Molinero, Paco León, Manolo Solo, Patricia López Arnáiz, Sergio Castellanos.
Después de haber visto cuatro películas suyas, puedo afirmar
categóricamente que el cine de Yorgos Lanthimos no es nada fácil, ni mucho
menos complaciente pero, sin lugar a dudas, es muy muy atrayente. Si La favoritame produjo cierto rechazo
porque era una película muy amarga, El
sacrificio del ciervo sagrado me ha hecho sufrir mucho más y,
especialmente, porque en la última escena te deja con el corazón colgando de un
lacerante hilo finísimo que, inevitablemente, sabemos que se romperá y que cuando se rompa,
el director no estará allí para consolarnos.
Lanthimos ha escrito la película con su guionista habitual,
Efthymis Filippou, haciendo referencia, a veces inconscientemente (él mismo lo
ha confesado) a las tragedias griegas, especialmente al drama de Ifigenia,
sacrificada por su padre, aunque salvada en última instancia por Artemisa que
la sustituye por un ciervo. Hay que decir que, esta vez, no hay sustitución en
el sacrificio.
No sé si puede hablarse de destino fatal, de maldición o de
mera sugestión hipnótica pero los protagonistas están abocados a cometer una
acción deleznable. Llamarla delito o crimen sería poco. Es la consumación de la
ley del talión dentro de una familia acomodada del siglo XXI; una familia que,
ante la fatalidad, no tiene escapatoria posible.
Colin Farrell interpreta a un cirujano con algunos problemas
con la bebida; tampoco su vida sexual va demasiado bien. Su mujer, Nicole Kidman también es médica y atiende el hogar y a sus dos hijos. Es una
mujer competente y que haría cualquier cosa por salvar a su familia
especialmente cuando la pasividad de su marido la pone en peligro. Los dos
hijos son una adolescente estudiosa y un simpático niño. Todos ellos son fríos,
hieráticos y emocionalmente distantes.
Los cuatro viven en una casa preciosa de diseño funcional, frío
y enigmático. Una casa de clase alta alienada por la buena suerte que han
tenido en la vida, y por su propia riqueza y conformismo. El padre trabaja en
un gran hospital de una gran ciudad. También es un entorno funcional, frío y
enigmático. Los dos ambientes quedan teñidos por una asfixia constante desde
que aparece el adolescente desencadenante de la tragedia.
¿Qué es lo que han hecho para encontrarse con su destino
fatal? Aparentemente nada, pero ha habido un muerto. Aunque esto no sea suficiente razón para que acaben
transformando su culpabilidad en una enfermedad, como una maldición contra la que nada puede hacerse. Posiblemente
casi nada pueda hacerse contra la maldición personificada en un dulce
adolescente tan frio, hierático y emocionalmente distante como el resto de
protagonistas. Pero no hay que olvidar que esto es una tragedia griega
traspasada al siglo XXI y en las tragedias griegas los dioses eran eso, dioses
omnipotentes dueños de la vida y la muerte acompañados de efebos serviciales.
A mí es la película que más me ha gustado de Lanthimos. Una
película muy inteligente que propone más preguntas de las que responde; desgarradora
y pura en su inquietante y terrible belleza; con una banda sonora de música clásica
espectacular: ‘Stabat Mater, D 383- I.Jesus Christus schwebt am Kreuzel’,
de Schubert y ‘St. John Passion, BWV 245-No. 1, Chorus. Herr, unser Herrscher’, de Bach, pero acompañada también con
chirridos de violines que causan espanto en el alma. Cine clásico desde el
primer momento. Aquí mi opinión sobre Langosta y Canino.
Es politólogo y profesor en la Universidad Carlos III de
Madrid, especializado en sistemas de partidos políticos y electorales. También
es frecuente que participe en tertulias políticas televisivas y colaborando en
la prensa escrita generalista y especializada. Es editor de Politikon, una
asociación de profesionales de las ciencias sociales, independiente y
apartidista, dirigida a promover una mirada de la realidad social desde una
perspectiva analítica.
Mi opinión.-
Opinar sobre política es muy fácil. Todos tenemos, en
teoría, las recetas para terminar con el paro, la corrupción y la delincuencia.
Pero, a la hora de ponerlas en práctica las cosas no son tan sencillas. Por
esto, desde hace algún tiempo proliferan en televisiones, radios y prensa
escrita politólogos y sociólogos dispuestos, con la mejor de las intenciones, a
explicarnos cosas de la realidad que no percibimos por nosotros mismos. Loable
intento.
Cada capítulo de este libro está dedicado a tema y, entre
todos ellos, comparten la misma estructura. El autor parte de una premisa,
ofrece un contraste empírico, cuyo origen puede ser nacional o internacional, y
llega a una conclusión general para confirmar o refutar la premisa inicial.
Empieza reflexionando sobre el concepto y las funciones del
estado en el siglo XXI e incluye en esta reflexión el proceso de integración
europeo y las resistencias que está comenzando a sufrir. Estamos ahora en una
encrucijada. Por una parte y generalmente sostenido por políticos populistas de
reciente aparición, parece que existe la tendencia a retroceder en la
integración y recuperar un concepto de soberanía nacional anteriormente superado;
por otro lado, la política más consolidada sigue comprometida en profundizar la
integración, adelgazando todavía más los estados postwestfalianos. A nosotros,
y con “nosotros” me refiero a los políticos profesionales, nos toca decidir. Porque (ironía) los referéndums los carga el diablo.
Así van pasando todos los otros temas que, actualmente,
preocupan a la ciudadanía. El sistema de partidos y las nuevas organizaciones
surgidas desde los años 1980, para el autor, parece que han venido para
quedarse. Pero ¿y si sólo fuera un relevo generacional? Se verá con el tiempo. También
queda patente que las brechas sociales se van consolidando en tres principales ámbitos
que influyen en el juego electoral: jóvenes-adultos, hombres-mujeres,
campo-ciudad. Las crisis que parecen afectar más a la socialdemocracia que a
sus oponentes de la derecha o la ultraderecha también son objeto de atención. En
definitiva, pasa revista al sistema parlamentario, a las competencias de los
presidentes y primeros ministros y a las diferentes versiones de los sistemas
federales.
Es un libro escrito para la divulgación de la ciencia
política entre los mortales comunes y para explicar lo que ésta puede aportar
en estos momentos de zozobra. Se trata de una explicación desde el punto de
vista de la ciencia política y deja fuera otro tipo de explicaciones más
sociológicas o económicas, o incluso históricas pero esto no le resta validez.
Además como ya he comentado, el autor aporta la perspectiva de la comparación
con otras sociedades europeas o americanas para desterrar definitivamente que Spain is different. Tirando de ironía
también hay que decir que lo malo del libro es que no da soluciones, aunque sí debería
de estar en todos los hogares como fuente de consulta para aclarar dudas y entender
mejor la situación política.
Si se le puede criticar algo es que debería incluir un
índice bibliográfico un poco más amplio. Por lo demás una lectura muy recomendable.
El príncipe moderno. Democracia, política y poder.
Pablo Simón.
Es una directora, actriz y guionista francesa que ahora se
estrena también en la novela; también ha trabajado en teatro. Recientemente ha
publicado su segunda novela que todavía no se ha traducido al castellano: Les victorieuses.
Mi opinión.-
No cabe duda de que hoy la literatura escrita por mujeres es
un éxito. Mucho más si se trata de una novela de apenas 200 páginas. Pero eso
no quiere decir que no sea literatura de calidad. Esta novela ha tenido un
éxito increíble en toda Europa y sigue teniéndolo, de manera que está siendo
adaptada al cine por la misma autora.
Intocables
Se trata de las historias de tres mujeres, en un momento
clave de su vida. Mujeres que no se conocen, de distintas culturas, ambientes y
clase social, pero con algo en común. Son tres historias muy bien trenzadas
aunque una de ellas sea, quizá, demasiado previsible. Estructuralmente, cada
capítulo está dedicado a una de ellas repitiéndose en una secuencia, alterada
únicamente por una breve poesía que sirve de hilo conductor.
Snita es devota de Visnú
Smita, Giulia y Sarah viven en India, Italia y Canadá. Cada uno de los espacios vitales está condicionado por las oportunidades que cada una de ellas
puede disfrutar o no. Aunque resulta muy irónico afirmar que
Smita “disfruta de oportunidades”. Probablemente haya en el mundo personas con
menos recursos que ella, pero serán muy pocos. Es una paria, una intocable
encargada de vaciar con sus propias manos la mierda vertida por los ricos en sus apestosos váteres; una de las tareas más abyectas de la vida. Pero es una mujer muy
fuerte que ha decidido que su hija no hará ese trabajo, ni que tampoco se dedicará
a cazar ratas como su padre. Esta es la historia que más me ha gustado.
Smita está absolutamente decidida
a que su hija no herede su condición de paria. No dudará en robar, en maquinar,
en huir y abandonar a su marido para darle un futuro mejor a su hija. Giulia también
tendrá que asumir la responsabilidad por su propia vida pero no cabe duda de
que su posición de partida es mucho mejor a la de Smita. Vive en una sociedad
patriarcal pero europea y eso tiene sus compensaciones.
Y Sarah está inmersa en una vorágine neoliberal capitalista
donde el dinero y el trabajo lo son todo. Vive en una sociedad donde tiene que
esconder su condición de madre, su condición de divorciada y, finalmente, su
condición de enferma. Cualquier paso en falso, cualquier debilidad puede
suponer que pierda la consideración de sus jefes y consecuentemente su muy bien
remunerado trabajo. Sin embargo, la vida se impone sobre sus planes de futuro.
Sarah podría parecerse a ella
El personaje de Sarah es el que menos me ha gustado y he de
confesar que por mis propios prejuicios. Considero que en una sociedad
occidental avanzada no se puede sufrir por el trabajo, no se puede vivir
atrapada como vive Sarah, prisionera de las apariencias y de deseos impuestos
por una sociedad consumista. En el caso de Sarah es fácil escapar de esa cárcel
e incluso es fácil no caer en ella. Sin embargo, Smita la que, a priori es la más desafortunada, también es la que asume un mayor
riesgo y eso, al final, tiene su recompensa. Su hija podrá estudiar y escapar de la herencia de esclavitud. Aquí un reportaje relacionado con el tema tratado en esta novela, aunque está en francés.
El Concierto para violín, piano y violonchelo, en do menor
op. 56, conocido por Triple Concierto, es una rareza dentro del panorama
musical de la época, aunque durante el barroco ya había antecedentes. Sólo un
genio como Beethoven podía haberse arriesgado tanto. Lo que hace que este
concierto sea tan original es la importancia dada tanto a los instrumentos
considerados individualmente, como a su equilibrada interacción entre ellos y
también con la orquesta.
Fue compuesto entre 1804 y 1805, aunque no se estrenó hasta
1808, cuando en España estábamos en plena invasión napoleónica. Beethoven lo
dedicó a su amigo y mecenas el príncipe Lobkowitz quien se había comprometido,
junto con otros dos príncipes, a pasarle una asignación de dinero
periódicamente. No sé si la historia será cierta pero es muy interesante.
Jerónimo Bonaparte
Cuando Beethoven vivía en Viena no andaba muy bien de dinero
y Jerónimo Bonaparte, hermano de Napoleón y, por imposición de éste, rey de
Westfalia, le ofreció una renta fija como maestro de capilla de su corte. Los
príncipes Lobkowitz, Kinski y Rodolfo de Austria, suscribieron el Pacto de los tres príncipes, para evitar
que saliera de Viena y se comprometieron a pasarle una asignación anual. Los
dos primeros tuvieron problemas y no pudieron cumplir este pacto pero el
Archiduque Rodolfo de Austria sí que lo hizo. Como era de esperar, este
magnífico concierto no tuvo muy buenas críticas en su momento.
La segunda pieza del programa fue la Sinfonía nº 9, op. 70
de Shostakóvich. La leyenda dice que ningún compositor vive para escribir su
décima sinfonía; pero Dmitri Shostakóvich decidió romper con esta maldición.
Compuso su novena sinfonía, en 1945, por encargo de las autoridades soviéticas
para celebrar el triunfo de la URSS durante la II Guerra Mundial. Pero al
contrario de lo que pretendían las autoridades, le dio a su obra un tono muy satírico
e incluyó algunos fragmentos de canciones populares judías, a pesar del
antisemitismo de la URSS, de manera que algunos no la consideraron una sinfonía
al uso clásico.
No obstante, parece ser que Stalin no era tan tonto como
Shostakóvich se pensaba y percibió este tono crítico, prohibiéndole estrenar más
sinfonías. Shostakóvich siguió componiéndolas, aunque hasta la muerte del
dictador no se pudiesen estrenar ni la décima, ni la undécima ni las siguientes
hasta un total de quince. Lo importante es que rompió la maldición de la 9ª.
Esta sinfonía debía cerrar la trilogía dedicada a la guerra,
pero en lugar de una sinfonía ampulosa para mayor gloria de Stalin,
Shostakóvich compuso una obra sencilla, alegre, dedicada al pueblo que tanto
había sufrido, con la intención de insuflarle nuevas ganas de vivir. Y así la
recibió el público y la consagró como una obra fundamental del siglo XX. Está
estructurada en cinco breves movimientos.
La consecuencia es que Shostakóvich fue acusado de ser “burgués”
y de “estar contra el espíritu del pueblo”. A partir de entonces y hasta 1953,
cuando fue rehabilitado, tuvo que conformarse con escribir música para el cine.
Durante ese tiempo pudo haber desertado de la Unión Soviética, puesto que era
un compositor conocido y reputado en todo el mundo, pero no quiso hacerlo.
Julian Barnes escribió una ficción novelada sobre su biografía, El ruido del tiempo, donde reflexiona
sobre las decisiones que el compositor tuvo que tomar en su vida, pero sigue
manteniéndonos en la duda de si la colaboración con el régimen fue voluntaria o
no. Creo que esta sinfonía deja bien claro que Shostakóvich supo mantener una
distancia crítica con el régimen.